El rugby profesional ya no se define solo por lo que ocurre dentro de la cancha. Detrás de los scrums y los tries, un grupo reducido de magnates multimillonarios influye de manera decisiva en el presente y el futuro del juego. Entre ellos, dos propietarios del Gallagher Premiership aparecen dentro del Top 5 de los más ricos del rugby mundial, con fortunas que en conjunto superan los 36 mil millones de dólares.
Uno de ellos es Simon Orange, copropietario de Sale Sharks, quien vio crecer su patrimonio hasta los 1.250 millones de libras tras vender la mayoría de su firma de inversión Corpacq. Desde 2016, junto a su esposa Michelle, ha sido clave en la estabilidad institucional del club inglés.
En la cima del poder económico aparece Red Bull, cuyo ingreso al rugby se concretó con la compra de Newcastle Falcons, ahora Newcastle Red Bulls. La empresa pertenece en partes iguales a Chalerm Yoovidhya y su familia y a Mark Mateschitz, con una valoración estimada de 36 mil millones de dólares, convirtiéndose en la mayor fuerza financiera del rugby profesional actual.
El listado se completa con nombres fuertes del rugby francés:
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Mohed Altrad, accionista mayoritario de Montpellier, con un patrimonio de 3.600 millones de euros, símbolo de una historia de superación personal y éxito empresarial.
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Hans-Peter Wild, propietario del Stade Français, creador de Capri Sun, con 3.700 millones de euros, decidido a devolverle protagonismo al club parisino.
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Jacky Lorenzetti, dueño de Racing 92, fundador del gigante inmobiliario Foncia, con 4.000 millones de euros, responsable de transformar al club en una potencia europea.
La presencia de estas fortunas refleja una tendencia cada vez más marcada: el rugby moderno avanza hacia un modelo donde el respaldo económico, la gestión empresarial y la identidad deportiva deben convivir para sostener la era profesional.









