A través de la escritura – su gran pasión – Sebastian E. Perasso, encuentra en esa forma de expresión, un canal para tratar de hacer una contribución cierta hacia el juego. Su capacidad de observación de la realidad del deporte, y del rugby en particular, sumada a su vasta experiencia en el juego, lo colocan en un lugar privilegiado para desmenuzar la problemática del deporte del rugby.
¿Que sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo? Vincent Van Gogh
“El hombre inquieto nunca encontrará fin para su aventura, porque los nuevos conocimientos no hacen más que disparar nuevas preguntas.” Jorge Valdano
Mi deseo no es abrumarlos con información porque – en rigor – la información esta al servicio de todos. Por otra parte, de poco sirve tener información si no sabemos como utilizarla.
En un mundo cada vez más ágil y globalizado, donde las noticias corren mas rápido que los propios sucesos, el dilema no pasa por recopilar información. Debemos desarrollar en primera instancia nuestro razonamiento crítico y ampliar nuestra capacidad de observación. Por ello, el desafío pasa por tratar de entregarles las herramientas para tomar siempre la mejor opción; por invitarlos a pensar, por debatir ideas y rebatirlas, por dudar de absolutamente todo y preguntarnos siempre “porque”. Pasa – en definitiva – por tratar de ser más sabios y menos informados…
Una publicación del sociólogo español Emilio Lamo de Espinosa llamada “información, ciencia y sabiduría” aporta una mirada tan lucida que nos invita a reflexionar. El mundo esta plagado de información. El auge de las redes sociales y el desarrollo de internet ha posibilitado que hoy la información este al alcance de todos de manera inmediata.
Sin embargo, ese cumulo de información no siempre se transforma en mayor conocimiento. Tan solo una pequeña parte de ella. Además, el conocimiento por lo general no deviene en una mayor sabiduría.
El autor menciona que las palabras: información, conocimiento y sabiduría responden a tres preguntas muy distintas: la información hace alusión a la pregunta ¿qué hay?; el conocimiento a la pregunta ¿qué puedo hacer? y por último la sabiduría a la pregunta ¿qué debo hacer?
El catedrático madrileño señala que la información crece día a día a pasos agigantados, logrando duplicarse la información existente cada tres meses. Asimismo, nuestros conocimientos avanzan a paso más lento. Ello implica necesariamente que la gran mayoría de la información que consumimos no deviene en progresos en materia de conocimientos.
Se calcula que cada 15 años la humanidad logra duplicar los conocimientos que tenemos de todo cuanto nos rodea.
Y finaliza Lamo diciendo que la sabiduría ha ido creciendo a un nivel muy inferior a la información y el conocimiento.
Ello es así porque hoy nuestra sabiduría es bastante similar a la de hace 25 o 30 siglos atrás. De lo contrario ¿Quién explica la vigencia de los pensamientos de Aristoteles, Socrates, Kun o Descartes por citas algunos?
En efecto, en un mundo plagado de información debemos tener la sabiduría muchas veces extraviada. Allí radica el gran desafío de quienes ejercen una función de liderazgo.
Así las cosas, mi deseo no es atestarlos de información, ni tampoco inundarlos de datos que con – mayor o menor esfuerzo – conseguirán irremediablemente.
Mi propósito es entregarles herramientas para reflexionar, estimular en cada uno de ustedes vuestra capacidad de observación, incentivarlos en la búsqueda y en sus deseos de aprender, y elevar en lo posible sus niveles de curiosidad.
Pretendo ayudarlos a que puedan desandar el camino de la enseñanza nutridos de herramientas para tomar las mejores decisiones. Dentro de ese contexto, el punto de partida en este universo de gran complejidad que es el rugby, radica en poder simplificar un deporte tan complejo. Para ello, nada mejor que contar con claridad conceptual.
Si como conductores no entendemos el juego de manera integral posiblemente el destinatario del mensaje no lo reciba correctamente, con la lucidez y la frescura necesaria.
Siempre he mencionado que el rugby es un deporte tremendamente complejo. Ello es así por varias circunstancias:
– Muchos jugadores por equipo.
– Jugadores de distintos roles y características físicas.
– Muchas destrezas para enseñar.
– Un reglamento difícil y cambiante.
– Una pelota que pica para cualquier lado.
El panorama es complejo. Por ello, el rugby no se aprende de la noche a la mañana. Implica un plan metodológico; necesita de un proceso de enseñanza que debe ser estructurado y planificado. Así como las conductas necesitan un paso prolongado de tiempo para que se conviertan en hábitos, las destrezas no se incorporan de manera veloz o en forma mágica. Implican necesariamente un proceso de enseñanza que requiere de distintos módulos o etapas.
Por otra parte, de nada sirve conocer profundamente el rugby sino podemos transmitirlo con claridad, sencillez y sentido didáctico. Para contribuir con la enseñanza todo debe tener un esquema, un orden y una estructura.
Por último, los invito a que se animen a dudar de todo lo aprendido y a preguntarse siempre “porque”.
Tomemos como espejo lo que hacían justamente aquellos primeros filósofos en la Antigua Grecia.
Esos cuestionamientos internos con seguridad dispararán nuestra capacidad de reflexión, y no ayudarán a tomar mejores decisiones a fin de no equivocar el rumbo.
Debemos tener en claro que nuestros pequeños jugadores están solos dentro de la cancha y allí nuestra influencia es de baja intensidad. En función de ello, podemos ejercer marcada influencia en el proceso previo para que una vez dentro de la cancha puedan trasladar lo aprendido y actuar en consecuencia.
Así las cosas, debemos entregarles herramientas de toda índole. Algunas relativas a cuestiones rugbísticas propiamente dichas (destrezas, técnicas, toma de decisiones) pero también otras relacionadas a su comportamiento como deportista y persona (respeto, autocontrol, grandeza en la victoria, hidalguía en la derrota, por ejemplo).
Los entrenadores y quienes colaboran con el juego no están en condiciones de darle a los jugadores una solución a cada problema que plantea el juego pero lo que sí podrán entregarles es una herramienta indispensable: la capacidad de pensar.
Los entrenadores deberán enseñarles a pensar para que por si solos aprendan a sortear los desafíos y tomen las mejores decisiones tácticas a su alcance.
Por otra parte, una herramienta útil que contribuye a que el jugador desarrolle la capacidad de razonar es no darle directamente todas las respuestas o soluciones a los distintos problemas que se presentan, sino guiarlos y orientarlos para que sean ellos mismos busquen y encuentren las respuestas a los interrogantes que van surgiendo. Se trata, en suma, de enseñarles a pensar.
Ese método de enseñanza se basa en la dialéctica. Consiste esencialmente en emplear el dialogo y el debate para llegar al conocimiento. El hecho de que el jugador se equivoque es en cierto modo positivo ya que conduce a discutir una idea y rebatirla. Es lo que se conoce como La mayéutica, el método de enseñanza aplicado por el filósofo Sócrates en la Antigua Grecia.
El rugby es un deporte para pensar y serán los jugadores quienes valiéndose de los conocimientos tácticos y estratégicos incorporados decidan (esto es, tomen decisiones) en fracciones de segundo la mejor opción.
Decisiones que deberán tomarse y ejecutarse en condiciones realmente adversas, donde el tiempo es muy escaso y la cantidad de variantes a analizar son muchas.
Quien entienda el juego tendrá las mejores chances para desarrollar su máximo potencial. Aquel jugador que no es capaz de interpretar correctamente lo que sucede en el campo de juego no explotará debidamente sus condiciones y jugará lejos de su ideal.
Como he referido, no podremos dar soluciones a todos los problemas que plantea el juego, pero sí podemos darles a los jugadores ciertas pautas para que estén en mejores condiciones para decidir.
Pero no solo se trata de cuestiones tácticas o cercanas al juego. La influencia del entrenador es decisiva en un marco extenso. Por ello, que sus jugadores sean disciplinados, respetuosos, controlados y organizados dependerá en gran medida de su tarea y su capacidad para influir positivamente sobre ellos.
En las divisiones menores los entrenadores ejercen una influencia suprema sobre los niños. Desde su poder de liderazgo podrán moldear a los pequeños a través de la creación de hábitos y la incorporación de rutinas, lo cual redundara en su crecimiento y maduración como individuos.
En lo relativo a las herramientas que podemos entregar a los niños dentro en un marco que excede el juego, me gustaría compartir el ejemplo del Faro a que hace referencia Miguel Espeche en su libro “Criar sin miedo”. El mismo hace alusión a la tarea de los padres para con sus hijos. Podrán observar que en muchos aspectos podremos trazar un paralelismo entre la actuación del entrenador y sus jugadores.
Espeche menciona que “El Faro” está quieto en la costa y puede servir de referencia para los navegantes.
El faro esta quieto, no va a ningún lugar pero irradia su luz. Esa luz que llega lejos permite a los navegantes orientarse; saber donde esta la seguridad (la costa) y donde están los peligros (zonas bajas, los acantilados).
Al igual que el faro, los padres esta allí. No actúan, no intervienen. Generan una atmosfera de confianza y marcan el rumbo.
Menciona Espeche que los padres podemos nutrirnos de la imagen del faro porque de hecho “somos faros más que gendarmes o bomberos.”
El faro (“padre”) no va hacia el navegante (“el hijo”) para socorrerlo pero esta ahí enseñando y marcando el rumbo.
El faro le ofrece su luz al navegante para que a partir de su propia capacidad encuentre el rumbo. El faro lo ilumina y esa luz es la confianza que irradia.
Los padres son como los faros que iluminan los senderos que transitan los hijos. Los padres no pueden seguir a sus hijos por siempre, diciéndoles que se debe y que no se debe hacer.
En virtud de que no pueden eliminarse todos los riesgos de la vida es necesario fortalecer a los hijos de manera simultánea a su cuidado para que tengan sus propios recursos o herramientas para atravesar las vicisitudes de la vida.
En función de lo mencionado, entre el faro (el padre) y el navegante (el hijo) debe haber siempre un vínculo de confianza. Al igual que el padre, los entrenadores no podrán estar dentro de la cancha decidiendo y eligiendo lo mejor por ellos. Como entrenadores, tenemos la obligación de crearles las herramientas para que ellos mismos actúen correctamente y tomen buenas decisiones. Ese desafío del padre-faro que no acompaña pero ilumina el camino es la tarea que el entrenador debe dispensarle a sus jugadores.
A través de la capacidad de moldear hábitos, crear rutinas y enseñarles a pensar los niños no necesitarán de nuestra compañía como entrenadores para actuar correctamente dentro y fuera de la cancha. Ellos tomarán nota de las lecciones dispensadas y podrán decidir su propia suerte. Se trata de que tanto los niños (como los jugadores) tomen sus propias decisiones y asuman sus propias responsabilidades porque ello los hará finalmente crecer.
“En un mundo veloz en el que el tiempo se ha vuelto mas impaciente, quien carece de inquietudes corre el riesgo de volverse viejo.” Jorge Valdano
Gentileza – Sebastián Perasso (Rugby Didáctico)
En la página de Espartanos, la ONG que revolucionó las cárceles utilizando al rugby como herramienta de educación e inserción social para los presos, hay un video corto...
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