Un ex comandante de la policía en Sudáfrica ha afirmado que todos los All Blacks fueron intoxicados con agua antes de la final de la Copa del Mundo de Rugby de 1995.
La versión irrumpió con fuerza desde las páginas del libro Un paso detrás de Mandela, escrito por Rory Steyn, un ex custodio del líder y ex presidente sudafricano que, además, durante el Mundial 95, estuvo a cargo de la seguridad del plantel de Nueva Zelanda.
Steyn recordó algunas cosas de aquel jueves 22 de junio: “Había acompañado a un grupo de jugadores al cine en la zona de Sandton y al rato Richard Loe (pilar) lucía descompuesto y vi a Jeff Wilson doblado, tomándose desesperadamente el estómago. Volvimos rápidamente al hotel y cuando subí a la sala médica todo parecía un campo de batalla, como una escena de una película de guerra. Había jugadores tirados en el piso y el médico y el fisioterapeuta corrían de un lado al otro, dándoles inyecciones a los afectados… Yo soy un oficial de policía, yo trabajo con hechos. Y lo que me dijeron mis ojos fue que esa noche el equipo fue deliberadamente intoxicado”.
“Creo que fue el agua que se puso en los bidones, porque la comida que se sirve en el almuerzo … era hamburguesas de pollo y hamburguesas de carne”.
“No creo que era la comida, creo que era el café y el té y, posiblemente, incluso el agua potable”.
“Yo sé lo que vi … Un equipo de hombres tendidos en el suelo, muy, muy enfermos.”
Esta tardía evocación del custodio Steyn vuelve a abonar la teoría conspirativa, conocida en su momento como Suziegate, caso bautizado con el nombre (Suzie) de la camarera del hotel de Johannesburgo que, supuestamente, les habría colocado alguna sustancia en la infusión que esa tarde del 22 de junio bebieron los All Blacks. Un equipo que, 48 horas más tarde, perdería la final del Mundial con Sudáfrica por 15 a 12, en tiempo suplementario.
Aquellos que fueron testigos de ese thriller en el Ellis Park -definido con un drop agónico de Stransky- tampoco podrán olvidarse de la patética imagen de Jeff Wilson vomitando en un costado del campo, mientras la final se disputaba en otro rincón de la cancha…
La frustración de los neozelandeses por haber cedido un título que creían asegurado fue tan grande que casi ningún jugador adhirió -al menos públicamente- esta teoría de la intoxicación deliberada. Sin embargo, el técnico de entonces, Laurie Mains, no se calló la boca y tampoco se quedó con los brazos cruzados: ordenó a un detective privado que recogiera indicios de lo que había ocurrido en aquellas jornadas.
La pesquisa extraoficial determinó, entre otras cosas, que la camarera Suzie existió, trabajó sólo un par de semanas en el hotel de Sandton y, aparentemente, habría acatado órdenes de una mafia oriental que apostó fortunas en contra de los superfavoritos All Blacks. Vale aclarar que, en todo momento, se liberó a los sudafricanos de la responsabilidad en este episodio.
¿Habrá sido verdad o sólo será un mito urbano de lo sucedido en aquella final de la Copa del Mundo?
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