A través de la escritura – su gran pasión – Sebastian E. Perasso, encuentra en esa forma de expresión, un canal para tratar de hacer una contribución cierta hacia el juego. Su capacidad de observación de la realidad del deporte, y del rugby en particular, sumada a su vasta experiencia en el juego, lo colocan en un lugar privilegiado para desmenuzar la problemática del deporte del rugby.
A los efectos de establecer las premisas básicas apropiadas todo entrenador debe saber con que se va a encontrar cuando toma a su cargo la misión de colaborar con un equipo infantil.
En la naturaleza del niño descansan conductas egoístas, de manera que naturalmente el menor no va a tender a realizar un juego en conjunto ni asociado.
El niño busca su satisfacción personal antes que el éxito del equipo.
Es natural entonces que el menor quiera ser “el mejor jugador”, “el más elogiado”, “el más querido”, etcétera.
Por otra parte, en la gran mayoría de los niños existe el miedo natural al contacto con todo lo que lo rodea, ya sea temor al suelo o al propio contrario.
Los entrenadores deberán trabajar en ejercicios y rutinas que le permitan sentirse seguro y no tener miedo.
Pero no solo con un marco de egoísmo y miedo se encontrará el entrenador que colabora con los niños que hacen deporte.
Otro dato que enmarca una situación compleja para el aprendizaje reside en la tendencia natural de los niños a la dispersión y la desconexión con los demás.
Como agravante, a todo ello se agregan periodos de atención muy breves, que deben ser alimentados a través de una
comunicación que debe reunir algunos condimentos especiales: firmeza, afecto, respeto e involucramiento en el mensaje.
Si el entrenador comunica con sentimientos y se involucra de cuerpo entero demostrando interés y pasión por lo que transmite, el niño se sentirá comprometido y se logrará un clima emocional propenso para el aprendizaje.
En resumen, los niños tienen:
– Poco sentido de equipo.
– Comportamientos egocéntricos.
– Extrema sensibilidad frente a las críticas.
Dentro de un marco complejo y multifacético como el que rodea al rugby infantil, una de las premisas básicas de quienes llevan adelante la tarea de entrenar pasa por enseñar y transmitir a los niños los conocimientos de manera metodológica y paulatina.
Una disciplina como el rugby requiere necesariamente un plan de enseñanza metodológico en el que se establezcan claramente los objetivos o consignas por división, atendiendo a la edad del niño y a su desarrollo psíquico y motriz.
Nos referiremos aquí a la primera etapa, es decir a la de “rugby infantil menor”, esto es hasta los 10 años.
Las premisas básicas están dadas por lograr:
1) Continuidad en el juego.
2) Contacto con la pelota.
3) Igualdad de oportunidades.
1) Continuidad en el juego:
– En el rugby hay continuidad cuando el juego no se detiene.
– En nuestro deporte la continuidad es primordial a fin de evitar que los “descansos prolongados” atenten contra el interés y el entusiasmo de los niños.
– En esta etapa, la atención de los chicos decae rápidamente y, por otra parte, hay muchos factores externos que pueden atentar contra concentración y el disfrute de ellos.
– En definitiva, lo que se busca es que los chicos estén activos e involucrados en el partido para evitar que se vean influidos por factores externos que le quiten el foco en la actividad que están realizando.
Algunas medidas que contribuyen a la continuidad en el juego son las siguientes:
a) Reinicio del juego en cualquier lugar:
El hecho de reiniciar el juego en cualquier lugar de la cancha y no necesariamente donde corresponde contribuye en gran forma a lograr continuidad, porque los jugadores no tendrán tiempo de descanso y el juego no perderá dinámica ni fluidez.
Si luego de que un equipo marque un try en vez de comenzar en mitad de cancha el rival juega desde su propio ingoal la continuidad estaría asegurada.
Por otra parte, el hecho de que el equipo juegue inmediatamente da la posibilidad de que “los jugadores satélite” corran muchos metros con la pelota, habida cuenta de que la defensa contraria esta dispersa y desorganizada.
b) Tener dos pelotas:
En la medida de lo posible es de buena práctica que el referee/entrenador dirija el partido provisto de dos pelotas. Una de ellas estará en juego y la otra la deberá conservar el coach para que, en caso de demoras en el juego (ejemplo: pelota trabada; pelota que salió afuera), se reinicie el juego sin demoras.
c) No ser excesivamente riguroso:
En aras de privilegiar la continuidad como objetivo central en esta etapa el referee/entrenador muchas veces deberá ser permisivo tratando de “hacer la vista gorda” a infracciones menores u otras circunstancias.
Es tan importante lograr continuidad que a veces se deberá privilegiar que el juego no se detenga por sobre algún otro aspecto.
“Tolerar sucesos menores” es muchas veces recomendable a fin de evitar que el juego no se vea interrumpida (ejemplo: Jugador que tocó la línea de touch, etcétera)
Por supuesto que todas esas conductas tienen un límite, porque el reclamo airado e inequívoco de los mismos jugadores respecto de la violación a alguna de las reglas del juego es razón suficiente para detener inmediatamente el juego. De lo contrario, no estaríamos marcándoles límites reglamentarios y los jugadores podrían llegar a confundirse.
2) Contacto con la pelota:
Otra de las premisas básicas en esta etapa formativa tan importante es que todos los jugadores tengan contacto con la pelota y puedan correr con ella.
En la etapa infantil el crecimiento físico y mental es absolutamente dispar.
La mayoría de ellos no tienen aun un gran desarrollo en su motricidad fina. No obstante, algunos niños exhiben buenas destrezas que no son propias de su edad y desarrollo cronológico.
Debido a esa disparidad en el desarrollo el nivel de juego de los niños no es uniforme. Algunos tendrán un nivel superlativo y otros podrán hacer un aporte muy bajo.
Ese marco de situación exige que cada entrenador instrumente los mecanismos a su alcance para que todos aquellos que participen en el juego puedan correr con la pelota en sus manos, disfrutar la jornada y sentirse a gusto y realizados.
Se deberá prestar especial atención a los “jugadores satélite” que son aquello niños que se dispersan y no se involucran activamente en el juego.
El desafío pasara por tratar de involucrarlos en la actividad y que tomen contacto con la pelota de manera continua.
En aras a que todos puedan tocar la pelota a veces deberemos reemplazar la justicia por el sentido común.
Si un equipo es vapuleado por el otro, es recomendable que todos los inicios de juego correspondan a la escuadra mas débil para tratar de lograr la ansiada competencia entre pares.
3) Igualdad de oportunidades:
Uno de los desafíos mas grandes del entrenador es el de brindar igualdad de oportunidades a todos de quienes participan del juego.
La diversidad de niños de diferentes características físicas, maduración y motivación convierte a esa tarea en un desafío de enorme calibre.
Por ello, lanzar el juego con los “jugadores satélite” (los que menos tocan la pelota) es darles la oportunidad a todos de intervenir de manera activa en el deporte.
Por supuesto no entregar la pelota de cualquier manera porque podría suponer la perdida.
Entregar la pelota en la mano o a través de un pase muy corto es darle mayores chances de poder asegurarla.
“En la primera etapa deben ser sesiones de entrenamiento lúdicas en donde los niños concurran para practicar y jugar. No se les debe agredir tempranamente con la técnica.“ Ángel Guastella
En la página de Espartanos, la ONG que revolucionó las cárceles utilizando al rugby como herramienta de educación e inserción social para los presos, hay un video corto...
Leer Más