El jugador de Aguará Guazú, quien recibió 99 de suspensión, niega haber mordido a Daniel Contreras, de Corsarios, quien perdió media falange de uno de sus dedos.
Seguramente Víctor Macías no vivirá para ver el 10 de julio de 2115. Ese día, ya en el siglo XXII, el tercera línea de Aguará Guazú habrá cumplido la suspensión que la URT le aplicó por haberle arrancado media falange de un mordisco a Daniel Contreras, rival de Corsarios, durante un partido del torneo de Desarrollo, hace algunas semanas. Se trata de la máxima pena que contempla el deporte ovalado, reservada para casos de excepcional gravedad. Un castigo ejemplar, que Víctor asegura no tenía razón de ser, ya que niega rotundamente haber mordido a “Chanchín”.
“Es muy duro. Me sancionaron injustamente. ¿Sabés lo que se siente? Es como que te culpen de haber robado un banco mientras vos estabas durmiendo en tu casa. Así se siente”, reclama Víctor, quien en aquel momento prefirió llamarse a silencio. Hoy, habla por primera vez y comparte su versión de los hechos con LG Deportiva. “No hablé antes porque no me sentía capaz, estaba asustado y primero quería hacer mi descargo ante el Tribunal de Disciplina. Sé que me estuvieron dando con un caño en todos lados. Muchísima gente me juzga sin conocerme”, se lamenta Víctor, de 25 años, estudiante de profesorado de Educación Física en el Instituto Superior de Aguilares.
“La repercusión que tuvo el caso en las redes sociales me afectó mucho psicológicamente. La gente del club puso una psicóloga a mi disposición, porque hasta había pensado en dejar de estudiar por miedo a lo que pensaran de mí. En mi familia nunca tuvimos problemas, y que de repente surja algo así, es un reto que nunca pensé afrontar”, sostiene.
Desconcierto
El partido entre Corsarios y Aguará ya tenía bastante de violento cuando se produjo el ruck del que “Chanchín” Contreras salió con un dedo mutilado. “Yo sí formé parte de ese ruck, pero jamás podría haberlo mordido, porque recibí un golpe tremendo en el ojo que me dejó tirado boca abajo en el piso, cubriéndome el rostro. Cuando un compañero me levantó, le pregunté qué tenía en el ojo, porque me dolía mucho. Hay una foto en la que aparezco con el ojo todo hinchado. Cuando el árbitro me expulsó, le pregunté por qué. Escuché que me decían ‘mirá lo que has hecho’, pero yo no entendía. Recién afuera de la cancha, un compañero me explicó de lo que me acusaban. De verdad, no tengo la más mínima idea de qué le pasó. En ningún momento podría, y mucho menos querría, hacerle semejante daño a alguien”, jura Víctor.
La decisión del Tribunal de Disciplina fue contundente: inhabilitación absoluta durante 99 años. “Hubiera sido mejor que pusieran de por vida, si total no creo que pase los 70, je. La verdad es que todavía no caigo, me cuesta asimilar la idea de no pisar nunca más una cancha. El rugby cambió mi vida totalmente. Me dio muchas enseñanzas y muchos amigos. Me formé como jugador y como persona en este club. Lo amo. Siempre defendí la camiseta de Aguará al 100%. Si tengo una característica, es ser un tackleador muy fuerte, pero siempre dentro del reglamento. No soy un jugador ejemplar; tengo amarillas, pero por offsides o por reiteración de faltas, no por golpear a alguien. Es más, para corregir esos errores, hice el curso de árbitro que no pude terminar por motivos de estudio. Siempre quise superarme como jugador, porque la tercera línea de Aguará es muy competitiva”, asegura.
Víctor se siente respaldado. “He recibido muchísimas muestras de apoyo. Sobre todo de mi familia y de la gente del club. Sé que el apoyo que tengo yo lo tendría cualquiera de mis compañeros si le hubiera pasado lo mismo”.
Fuente: La Gaceta
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