El concepto es de Gonzalo del Cerro, un referente del rugby rosarino, a quien consideramos uno de los mayores estudiosos de nuestro juego, que golpeado por lo ocurrido recientemente, plantea como enfrentar el problema.
“Estamos viviendo una situación que no es nueva, no me sorprende, -es lo primero que señala- porque es la repetición de otras que se vienen dando desde hace unos treinta años. Estoy seguro que hemos tenido en ese tiempo, unas quince o más, lesiones graves, que incluyen algunas muertes. Hoy es tal vez un poco más impactante porque al ser tres casos en poco tiempo y con una repercusión mediática importante, como consecuencia que el rugby es más conocido, se produce una mayor espectacularidad. De ninguna manera es una novedad, es desgracidamente una permanente situación que, insisto, tiene más de treinta años”.
Pero a ello deberíamos agregar aquellos que sin sufrir lesiones tan graves, han dejado de jugar, por recomendación médica.
“Es cierto. Hay muchos operados de columna y muchos han recibido la indicación médica de no jugar más rugby. Bien se podrían incluir en esta situación a algunos jugadores, en definitiva afortunados que no llegaron a situaciones graves y pudieron llevar una vida normal. De manera tal que el número podría ser mas alto”.
– ¿Cuál sería la salida para esta situación?
– Más allá de las buenas intenciones, la reciente regulación emitida desde la UAR para los referees es a mi juicio absolutamente insuficiente para evitar ésto. No hay ninguna normativa jurídica que pueda ajustar a dieciséis personas que están jugando un scrum y algunas veces en forma descontrolada. Por más esfuerzo que se haga, sino logramos una simplificación de esta formación, no hay marco jurídico ni arbitraje capaz de evitar la repetición de estas lesiones. A lo mejor habrá menos, pero el riesgo seguirá existiendo. Cualquiera que entrenó o jugó un scrum sabe perfectamente que los diferentes ángulos de fuerza, para arriba, para abajo, para uno u otro costado, hacen que se genere una situación que puede tornarse en incontrolable, incluso para el mejor árbitro y para los mejores espíritus. Cuando la violencia se desata por alguna razón, algo propio de los hombres, no del rugby, estamos ante situaciones que pueden ser graves.
– ¿Deberíamos pensar entonces en cambios reglamentarios?
– Hay deportes profesionales y hay deportes amateurs, cada uno con su reglamentación, como ocurre por ejemplo en el boxeo. Creo que en el rugby tenemos que avanzar hacia una definición de ese tipo y cuanto más rápido mejor. Las condiciones físicas de los jugadores profesionales y las de los amateurs son absolutamente disímiles planteando una desigualdad manifiesta, por ende, peligrosa. La reglamentación en la búsqueda del espectáculo hace que día a día el deporte sea más riesgoso. Tal vez uno de los caminos sea ver como se juega en juveniles, porque no es necesario mayor empuje. Hoy vemos como a nivel internacional la pelota es visiblemente introducida torcida, de manera tal, que se está violando el concepto de imparcialidad en el juego, lo cual a mi criterio es una vergüenza lo que está ocurriendo en el rugby profesional.
– ¿Esos cambios únicamente para el scrum?
– No, también habría que contemplar otras situaciones. Por ejemplo, el tackle debería ser por debajo de la cintura, ya que el tackle arriba nos está haciendo ver con frecuencia golpes en las cabezas, como se vio la semana pasada en el partido Pumas- Australia, con Leguizamón y González Iglesias, revisados neurológicamente por sendos golpes. Con esos tackles se busca impedir el pase, pero se acercan peligrosamente las cabezas; además vimos a varios australianos con cortes en las caras. Pero también deberíamos legislar sobre maul y ruck, porque el derrumbe del maul ha sido también una causa de lesiones cervicales y en el ruck la entrada violenta, también. Si este es el espectáculo que queremos ver, debemos revisar entonces nuestra condición de espectadores, porque vamos a un circo romano o vamos a ver un deporte agradable, que pretende ser caballeresco, con uso racional de la cabeza y del cuerpo. No quiero que nos transformemos en los nuevos romanos que desde la tribuna vemos como los gladiadores se destruyen.
– ¿Y qué hacemos con los juveniles que se preparan para ser jugadores de elite?
– Veo que el profesionalismo se extiende en la preparación física hacia los menores porque ahora tenemos lugares donde se los prepara con alguna potencialidad física para el día de mañana. Y esos chicos juegan en sus clubes con otros chicos que no tienen la misma preparación, de manera que, con este tema de los Pladares, estamos sometiendo a un riesgo a los menores. Que allí se enseñen destrezas técnicas, sería muy válido, pero preparación física profesional me parece que es todo un riesgo.
– URBA cuestionó la presencia de profesionales en su torneo.
– Ocurre que se termina enfrentando ese profesional con un jugador que entrenó dos veces por semana, con compromisos de estudio o de trabajo y eso es un riesgo físico. Pero no olvidemos que hubo un momento en el rugby argentino en el cual se prohibían las dos temporadas, entre la europea y la nuestra, lo cual era considerado una ventaja y un riesgo deportivo por las diferencias de entrenamiento. El tema del riesgo físico está instalado en la Argentina, pero nos seguimos haciendo los distraídos, con posiciones casi cínicas, dada la gravedad de las lesiones que hemos tenido. Si realmente lo queremos al rugby, debemos protegerlo, no hagamos después fundaciones o salgamos a pedir solidaridad por televisión. Debemos ser capaces de generar una justicia donde el rugby amateur tenga un reglamento diferente al profesional. Los dirigentes deben tener la capacidad de asumir ese riesgo para que el deporte evolucione por ese camino y no por el camino del dinero, porque sino tendremos a los señores del dinero, viendo desde la tribuna como se matan los jóvenes.
– ¿En esta comisión armada por la UAR podrían aportar algo algunos extranjeros?
– Creo que ellos podrían aportar estadísticas, casos mejor estudiados, pero no les veo interés en proteger a los dos rugby, porque ellos tienen prácticamente, uno, el profesional. El otro es colegial, con sus propias reglas, por ende una problemática diferente a la nuestra. Creo que este tema debemos abordarlo nosotros, debe ser algo específico para la Argentina, porque tenemos un rugby absolutamente diferente al de las potencias mundiales. No está mal orientado que seamos nosotros los que dictemos nuestras propias reglas”
– ¿Y qué hacemos con nuestros profesionales?
– Ellos deben jugar con los profesionales y que lleven una vida como tales, asumiendo los riesgos del profesionalismo. Si, debería haber un estatuto para Los Pumitas que contemple alguna disminución del riesgo.
Por Carlos Bustos (www.supertry.com)
En la página de Espartanos, la ONG que revolucionó las cárceles utilizando al rugby como herramienta de educación e inserción social para los presos, hay un video corto...
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