Un club grande no se construye únicamente a base de éxitos en resultados deportivos. Las riquezas más importantes de un club radican más en las personas que lo componen, en los valores que los guían y en las acciones cotidianas que se necesitan para formar esas personas y materializar esos valores, que en las grandes jugadas que puedan suceder en un rectángulo verde. Poder ser protagonista dentro de la cancha es el privilegio y el premio al esfuerzo de algunos, pero ser protagonistas de nuestro club es un compromiso de todos.
Un club se vuelve verdaderamente grande cuando las personas que lo componen comprenden y dimensionan que cada pequeño gesto, cada ejemplo predicado, cada acción ejecutada es un ladrillo que sostiene los proyectos que se desarrollan en él, y que nos implican a todos. Por eso, difícilmente se pueda llegar a conseguir grandes logros adentro de la cancha si afuera de ella no trabajamos todos juntos en que el club sea el lugar donde todos queremos estar y donde todos nos queremos reflejar.
Cada partido que nuestra primera juega de local, nuestros infantiles recorren la cancha con carteles, recordándonos a los más grandes cuales son las conductas que debemos predicar, como queremos que nos distingan, cuales son los gestos y comportamientos que esos niños deben aprender e incorporar. Esta acción es una de las más importantes que podemos desarrollar dentro del club, ya que lo que en realidad hacen estos carteles es recordarnos que por acción o por omisión, somos los escultores de las conductas que veremos crecer en ellos semana a semana y año a año. Una responsabilidad muy importante si lo que realmente nos interesa es formar grandes personas que reúnan los valores necesarios para ser grandes deportistas.
Hay también hechos menos visibles, llevados adelante por “héroes silenciosos”, que haciendo más que diciendo, es como nos muestran el camino. Lo interesante de estos casos es que uno sólo puede percibirlos si nuestros valores de persona están en la frecuencia de las acciones que estos desarrollan. De otra forma son gestos que pueden estar pasando frente a nuestros ojos, pero jamás cobrarán visibilidad porque no nos parecen importantes. Esta es una de las historias que sucedieron el fin de semana:
Tras la finalización del partido de primera división, mientras las tribunas ya estaban vacías, la mayoría del público probablemente en su casa o camino hacia ella y los equipos disfrutando del tercer tiempo, una sola persona quedaba en las tribunas. Esta persona dedicó largos minutos a recoger restos de basura y papeles que quedaron como testimonios del evento, con el fin de preservar lo mejor posible las instalaciones del club. Cuidando su casa.
Entre los pocas personas que quedaban circulando las inmediasiones de la cancha, a una le llamó tanto la atención este hecho, que no dudo en documentarlo y en compartir esta historia con nosotros.
La persona en las tribunas era uno de nuestros dirigentes, Federico Krumm -más conocido como Gavilán- y quien se percató del detalle fue el capitán de nuestra intermedia, Marcos Páez Molina. El reconocimiento en esta nota es para ambos, uno por su humildad y su vocación de servicio y trabajo, y el otro por su compromiso para que este tipo de acciones no pasen desapercibidas y puedan llegar a ser lo suficientemente inspiradoras para que sean una moneda común en nuestra casa.
Felicitamos a todos los que día a día se comprometen con hacer de nuestro club un lugar mejor, con volverlo día a día un club más grande.
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