Nicolas Chauvin tenía 18 años. El pasado miércoles, durante un partido del equipo sub 21 del Stade Français, sufrió un brutal placaje en el que se rompió el cuello al quedar atrapado entre dos jugadores. Su muerte fue casi instantánea.
Un día después, Brett Gosper, CEO de World Rugby, apareció en la televisión francesa para explicar que estos ‘accidentes’ eran muy raros en su deporte, un dato que nada tiene que ver con lo ocurrido en el país galo en los últimos meses. De hecho, la muerte de Chauvin es la tercera relacionada con el rugby en Francia en los últimos siete meses.
En mayo, Adrien Descrulhes, de 17 años, fue encontrado muerto en su cama la mañana después de haber sufrido una conmoción cerebral en un partido para menores de 18 años. El informe preliminar de la autopsia confirmó que había sido sufrido una hemorragia cerebral causada por un golpe en la cabeza. En agosto, Louis Fajfrowski, de 21 años, murió en el vestuario después de que sufriera un ataque al corazón mientras jugaba un amistoso. En su caso, la autopsia no fue tan concluyente pero todo indica que un impacto brutal en el pecho alteró su ciclo cardiaco.
Tras el fallecimiento de Chauvin, el diario L’Equipe publicó un editorial demoledor: “De ahora en adelante, lo sabemos. Y nadie puede pretender que todavía hay alguna duda. El rugby mata. Y mata porque con la profesionalización un juego duro se ha convertido en un juego violento. El rugby mata porque creía que la preparación lo protegía todo, que los cuerpos de los jugadores podían resistir cualquier placaje, a menudo hechos por dos defensores simultáneamente. El rugby mata porque no queríamos ver que pudiera matar”.
Francia, además, no es el único país que ha tenido que llorar a algún jugador en los últimos meses. En mayo, un escolar canadiense de 18 años, Brodie McCarthy, murió luego de una colisión y en septiembre, Kyle Barnes, de 31 años, murió luego de sufrir una lesión en la cabeza en un partido de clubes entre Goodwood y Strand United en la liga sudafricana.
No cabe duda que World Rugby está muy concienciado sobre los peligros de la conmoción cerebral y de hecho ha endurecido las sanciones por juego peligroso, ensayando además nuevas normas que castigan los placajes por encima de la altura del pezón. Todo eso es cierto, pero como dice el periodista británico Andy Bull en The Guardian, “la dura verdad es que estas medidas pueden no ser suficiente para un juego en el que los jugadores han crecido tanto, son tan fuertes y las colisiones son tan feroces y frecuentes”.
El asunto es lo suficientemente grave para poner en alerta a las autoridades francesas. La ministra de Deportes, Roxana Maracineanu, convocó una reunión de urgencia con Bernard Laporte, presidente de la Federación Francesa de Rugby.
“Es el tercer joven que muere y eso es demasiado”, dijo Maracineanu. “Creo que hay preguntas que deben hacerse sobre el arbitraje, la evolución del juego y la forma de jugar”, añadió al respecto.
¿Diferentes categorías por peso? Quizás la respuesta la tenga el neurocirujano Jean Chazal, que fue expulsado del consejo médico de la liga gala en junio debido a su extrema franqueza sobre los riesgos que corren hoy en día las jugadores más jóvenes. Según Chazal, médico del Clermont-Ferrand, “la forma en que está estructurado en este momento el rugby no es adecuada para un niño de 15 años” porque “presenta demasiados peligros” para cuerpos que aún están en desarrollo. El neurocirujano cree que el rugby juvenil debería dividirse por categorías de peso. De hecho escribió a Laporte con una serie de sugerencias al respecto pero ni siquiera recibió respuesta por parte del jefe del rugby francés.
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