Es obvio que el 2010 será el año de Suráfrica, como el 2008 lo fue de China o 1992 de España. La celebración en este país del primer Mundial de fútbol de todo el continente africano ha motivado que el mundo se fije en esta creciente potencia económica y, sobre todo, política.
También lo ha hecho Hollywood, que no casualmente lo ha elegido como protagonista de varias de sus producciones más taquilleras. Lo que quizá ya no estaba previsto es que el estreno de Invictus, el filme de Clint Eastwood que narra cómo Nelson Mandela usó la final del Mundial de rugby de 1995 para reconciliar el país, haya coincidido con el 20° aniversario, hoy, de la liberación del que fue el preso político más famoso del mundo.
Con los cines y los medios de comunicación recordando ambos momentos históricos, muchos surafricanos han tenido auténticos ataques de nostalgia. «Fue un momento muy esperanzador. Parecía que íbamos a tener un país diferente», comentaba un surafricano blanco tras ver Invictus. O en palabras del respetado periodista Allister Sparks: «Cuando Mandela salió de la cárcel, por primera vez en mi vida me sentí orgulloso de mi patria».
BOMBA DE RELOJERÍA / Hoy, 20 años después, las comunidades blanca y negra vuelven a mirarse con recelo. Los primeros se refieren al régimen anterior como los «buenos viejos tiempos» y denuncian que la alta criminalidad y las políticas de afirmación positiva en favor de los antiguos excluidos no les permiten quedarse en el país. Unos 800.000 blancos han dejado Suráfrica desde 1995.
Por otra parte, para el 40% de los surafricanos negros que viven en la pobreza pocas cosas han cambiado tras el fin del apartheid. Sin trabajo, sin casa y con unos servicios educativos y sanitarios deficientes es difícil valorar los logros democráticos.
Los violentos brotes xenófobos que en junio del 2008 costaron la vida a más de 60 personas y la interminable cadena de revueltas en los barrios más deprimidos en el 2009 pueden servir de muestra de hasta qué punto Suráfrica es «una bomba de relojería», como dijo Zwelinzima Vavi, secretario general de la Cosatu, principal central sindical del país.
POTENCIA REGIONAL / Pero no todo ha salido mal estos años. La economía, en declive en los últimos tiempos del apartheid, ha crecido cerca de un 5% anual durante 17 años ininterrumpidos. A ello ha contribuido no solo el fin del embargo internacional y la estabilidad aportados por la democracia, sino también el papel indiscutible de potencia regional que la nueva Suráfrica ejerce en el continente, al tener la mayor y más dinámica economía de África y por la autoridad moral que suponen la figura de Mandela y su sistema democrático.
«En realidad, las grandes empresas, propiedad mayoritariamente de blancos, han ganado mucho con el fin del apartheid», resume Ben Cashdan, un periodista inglés que ya lleva 20 años instalado en Suráfrica. «La nueva situación les ha permitido abrazar con éxito la globalización».
«En este país hemos hecho cosas increíbles», destaca Aaron Motsoaledi, ministro de Sanidad y un miembro popular del Ejecutivo. «Resolvimos con éxito una transición muy compleja y hemos desarrollado una de las democracias más avanzadas del mundo. No podemos caer en el pesimismo, hay que tener paciencia». El problema es cuánta paciencia más, tras 20 años, se puede pedir a la gente que no se ha beneficiado del crecimiento económico. Y por ahora el plan social estrella de su ministerio, el Seguro Nacional de Salud, se ha pospuesto indefinidamente.
Ahora los surafricanos ponen sus ilusiones en el Mundial. Un acontecimiento que, en opinión del arzobispo Desmond Tutu, debe servir para «unir de verdad a este país». Lástima que la selección surafricana no tenga opciones de repetir la gesta del rugby de 1995.
Fuente: http://www.elperiodico.com
JOAN CANELA / JOHANNESBURGO
En la página de Espartanos, la ONG que revolucionó las cárceles utilizando al rugby como herramienta de educación e inserción social para los presos, hay un video corto...
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