Nahuel Clausen debutó la semana pasada como profesional con la camiseta de Pampas, en el Súper Rugby Américas. Su papá Néstor fue multicampeón con Independiente y se consagró con Argentina en México, de la mano de Bilardo y Maradona.
De pibe se acostumbró a acompañar a su papá a cualquier lugar al que iba y que al menos una persona le pidiera una foto. Ese reconocimiento a su apellido -dice- es el que quiere “revivir” jugando al rugby y no al fútbol, como lo hizo su viejo. Arrancó con el béisbol, pero una conversación con un amigo le hizo decantar por la ovalada: esta es la historia de Nahuel, el hijo del campeón del mundo con Argentina en 1986 Néstor Clausen.
Debutó la semana pasada como profesional con la camiseta de Pampas, en el Súper Rugby Américas, y lo hizo de la mejor manera posible: apoyó tres tries en el triunfo 72-14 ante Cobras Brasil Rugby y fue elegido como el MVP.
Comenzó su andar a los 12 años en el Club Argentino de Rugby, con el que ascendió en dos ocasiones en la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA). Ahora lo hace en la posición de wing, pero rotó mucho de chico. “Antes hice varios deportes. Fútbol en Independiente (su padre es ídolo) fue uno de los primeros, cuando tenía 10, pero recuerdo que se puteaban entre los padres. No me gustó”, comenta en diálogo con TyCSports.com.
Se enteró que iba a ser profesional por su entrenador del club. “Fue una locura”, asegura. Estaba trabajando en un consultorio de kinesiología, profesión que está estudiando en la Universidad Abierta Interamericana (UAI), cuando recibió el llamado: “Podés hacer todo si te organizás. Lo del consultorio lo tuve que dejar, igual”.
Con este paso importante en su carrera, en la que sueña “vestir la celeste y blanca”, su exposición creció por el pasado de su padre. Néstor, multicampeón con Independiente, integró el plantel que se consagró en el Mundial de México, donde utilizó el dorsal 8 -a pesar de ser central- y solamente jugó 90 minutos en el debut victorioso ante Corea del Sur (3-1).
“Como nunca me gustó el fútbol no le di pelota, pero todos me decían: ‘Tu viejo es campeón del mundo, ¿cómo no te impresiona?’”, cuenta Clausen. Y agrega: “Revivir el apellido, aunque sea por otro deporte, me gusta mucho. Quiero que se empiece a reconocer otra vez, que no quede solo en el campeón del ‘86”.
Con él tiene una relación cercana desde pequeño, ya que lo acompañó en cada paso que fue dando: “Siempre me dio consejos. Ahora que empecé a ser más reconocido me llamó para ver cómo lo estaba llevando, sobre todo la exposición. Me dice que me lo tome tranquilo”.
Nahuel quiere otra vez poner a su familia en la primera plana, convicción no le falta. “Mi sueño es jugar para Argentina. No voy a parar hasta tener la chance, aunque sea una concentración. No es imposible, sé que se puede”, tira. Tiene 22 años y no se achica: es un pibe que sueña en grande.
Daniel Melluso
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