Si hay alguien que entiende la montaña rusa de emociones que atraviesan hoy los Wallabies, ese es Michael Hooper. El emblemático tercera línea, que sufrió en carne propia la caída en la serie de 2013, se puso en los botines de los jugadores de Joe Schmidt y, lejos de caerles, les tiró un centro para lo que viene.
A pesar de que la serie ya quedó en manos de los Lions, Hooper cree que el seleccionado australiano está construyendo algo importante y se está convirtiendo en un rival de temer bajo el mando del neozelandés.
“Pensé que fueron tan buenos como cualquier equipo podría serlo el fin de semana durante los primeros 40 minutos”, le dijo Hooper a Rugby.com.au, bancando el proceso. “Estuvieron bien en todos los aspectos, en lo físico. Probablemente, el único fallo que se les podría hacer es apoyar tries con cierta facilidad”, analizó.
Para el excapitán, la evolución mostrada entre el primer y el segundo partido fue notable. “Aparte de esa permeabilidad en su propia 22, jugaron un rugby excelente, potente, combinando jugadas con los defensas, yendo para adelante. Su capacidad para cambiar la cara respecto a la semana anterior fue increíble”, destacó.
El pitazo final del sábado desató un mar de debates sobre las decisiones del árbitro Andrea Piardi, con Hooper metido en varias discusiones televisivas. Sin embargo, el jugador con 125 caps le bajó los decibeles a la controversia, poniendo el foco en la calidad del espectáculo.
“Es lo que es”, admitió sin vueltas. “No creo que la gente esté pasando por alto el hecho de que fue simplemente un gran partido. Un test nunca se decide en una sola ocasión”, sentenció, y hasta elogió al tano: “La cantidad de decisiones que Piardi tuvo que tomar fue enorme, y creo que fue un árbitro excelente. El problema es que todo se magnifica en el último momento, lo cual a veces es injusto. No me molesta, porque así es el juego”.
Con la serie definida, Hooper cree que el gran desafío ahora es mental. La clave, según él, es darles tiempo a los jugadores para que mastiquen la bronca y la transformen en combustible para el último choque.
“No creo que sea necesario arengar demasiado a las tropas”, opinó. “Espero que se les dé tiempo para asimilar lo que pasó, porque esto duele. Estarán enojados y con un sinfín de emociones. El chiste es llegar a un punto en el que puedan aceptarlo y luego darle la vuelta. Eso mismo fue lo que vimos en el segundo partido: fue un cambio de mentalidad lo que los llevó a jugar así. Necesitan lo mismo la próxima semana”.
Desde su nueva faceta, fuera de la cancha, Hooper entiende el impacto del golpe. “Llegaron a ese nivel, y en cierto modo se sentía como si se lo hubieran robado. Son estos resultados los que te pasan factura. Por eso digo que hay que darse tiempo para respirar, recuperarse y volver a la carga”.
Para Hooper, que el trofeo ya tenga dueño no le quita ni un gramo de importancia al partido en Sídney. La motivación de jugar con la dorada, en casa y con estadio lleno es suficiente, pero hay un objetivo a largo plazo que le da un sabor especial.
“Sabés que va a ser un hervidero. Habrá un estadio lleno y los jugadores lo van a disfrutar”, anticipó. “Sí, ok, la serie está perdida, pero cada vez que te ponés la camiseta, es simbólico decirlo, la motivación está a tope. Pero también está el deseo de ser ese equipo que, si quiere competir acá en el Mundial de 2027, tiene que ser constante”.
La oportunidad es única: “Tienen que reforzar la plantilla. Estas son las chances que tienen para hacerlo en el estadio donde se va a jugar la final del mundo. Hay zanahorias enormes por delante, desde donde lo quieras mirar“, cerró Hooper, dejando claro que para los Wallabies, el último Test es mucho más que cumplir con el calendario.