Shauna nació en enero de aquel año en Galway (Irlanda) con espina bífida, una condición en la que la médula espinal y la columna no se desarrollan de forma adecuada durante el embarazo. La gravedad del cuadro llevó a que no se realizara ninguna intervención quirúrgica, y en mayo de 1992 la pequeña falleció.
Gatland, que por entonces jugaba en el club Galwegians y estaba de gira en Australia, confesó en el podcast The Dom Harvey que la pérdida tuvo un “impacto significativo” en su vida y le llevó “varios años superarlo”.
“Fue nuestra primogénita; por desgracia, vivió unos cuatro meses. Nació con espina bífida. Hicimos ecografías y no lo supimos. Cuando nació, la partera y las enfermeras lloraban. Conseguimos especialistas y uno de ellos me dijo que el grado de severidad era de 9 sobre 10”, recordó.
Un impacto en su vida personal y profesional
Gatland destacó la fortaleza de su esposa, Trudi, y explicó que la tragedia no solo marcó a su familia, sino que también lo moldeó como entrenador:
“Me costó varios años superarlo. Pero esa experiencia me ayudó a entender la importancia de la familia, algo que siempre prioricé en mi carrera como coach”.
Tras la pérdida, el matrimonio tuvo dos hijos: Gabby y Bryn, a quienes suelen hablarles de Shauna y rendirle homenaje dos veces al año, encendiendo velas el 17 de enero —día de su nacimiento— y en mayo, en el aniversario de su fallecimiento.
“A menudo hablo con los niños sobre Shauna y les digo que probablemente están aquí por ella. Lo veo como un momento muy difícil, pero también intentamos convertirlo en algo positivo. El tiempo ayuda, pero nunca se olvida”.
Legado y enseñanza
El neozelandés reconoció que esta dolorosa experiencia personal fortaleció su visión de la vida y del rugby: “La familia primero”. Un lema que, según explicó, ha transmitido a cada plantel que dirigió a lo largo de su extensa carrera como entrenador.