A 25 años del escándalo que sacudió al rugby europeo, el ex back galés Shane Howarth volvió a hablar públicamente sobre la controversia de elegibilidad conocida como Grannygate, el episodio que puso fin de manera abrupta a su carrera internacional con Gales en el año 2000. Hoy, lejos de las canchas y radicado en Nueva Zelanda, su vida transcurre al frente de un supermercado en Auckland.
Howarth, nacido en Nueva Zelanda, había disputado cuatro partidos con los All Blacks en 1994, en una época en la que el reglamento permitía representar a otro seleccionado si se cumplían ciertos requisitos. Tras una consulta de su ex entrenador Graham Henry y la creencia familiar de contar con ascendencia galesa, inició su camino con el XV del Dragón.
Entre 1998 y 1999 vivió su mejor etapa deportiva: fue titular como fullback en una racha histórica de diez triunfos consecutivos de Gales, con victorias ante Sudáfrica, Francia, Argentina y el recordado éxito frente a Inglaterra en Wembley.
Todo cambió en febrero de 2000, en pleno Seis Naciones, cuando la prensa británica puso en duda la identidad de su abuelo materno, clave para su elegibilidad. Al no poder presentar documentación oficial que acreditara su ascendencia galesa, Howarth fue obligado a abandonar el seleccionado, convirtiéndose en una de las caras visibles del caso Grannygate.

El golpe fue profundo y trascendió lo deportivo. El ex jugador reconoció que la situación afectó seriamente a su familia, especialmente a su madre y a su abuela, y que esa herida aún permanece abierta. “Sigo sintiéndome galés. Jugué 20 partidos con la camiseta roja y eso nadie me lo puede quitar”, expresó con firmeza.
Tras regresar a Nueva Zelanda, Howarth desarrolló una carrera como entrenador, con pasos por Auckland, Blues, Pacific Islanders, además de experiencias en Worcester (Inglaterra) y Honda Heat (Japón). Sin embargo, años más tarde decidió dar un giro total a su vida profesional.
Desde 2017 es propietario de un supermercado en Mangere Bridge, un suburbio de Auckland, emprendimiento que había imaginado junto a ex compañeros como Robin Brooke y Eric Rush durante su etapa como jugador. Hoy, a los 57 años, se define como “un vecino más de la comunidad”, lejos de los focos del rugby internacional, pero con una historia que sigue resonando en la memoria del deporte.









