Tala cumplió el objetivo. Le ganó a San Fernando por 81 a 14 y con la mano que le dio el SIC, clasificó a los cuartos de final del Nacional.
La imagen de un Tala sudoroso y ansioso por saber lo que ocurría en San Isidro, entre el SIC y Tarcos de Tucumán, era una auténtica postal ayer tarde en la cancha de Villa Warcalde. Es que pese a cumplir con el cometido de doblegar por paliza al improvisado San Fernando, por 81 a 14, sólo la derrota del 15 tucumano le permitía al equipo cordobés asegurarse el pase a los cuartos de final del Nacional de Clubes. Por eso, el aguante al único celular que los tenía comunicados con su suerte fue conmovedor. Y no era para menos, habida cuenta de que a nadie le debe gustar morir en la orilla, máxime cuando remó como pudo para llegar a salvo.
De allí que cuando la noticia de la victoria de los zanjeros se oficializó, de boca del dueño del aparatito mágico, el alma no sólo le volvió al cuerpo a los 22 actores que tuvo la cancha (hubo siete cambios) y a todos aquellos que se precien de ser hinchas del club albinegro, sino que también, el cuerpo técnico tuvo tiempo de comenzar a pensar en Universitario de Tucumán que será el próximo rival.
Para ese partido, Tala deberá volver a ponerse las pilas. Porque así como ayer sus jugadores se fueron chochos para el quincho a festejar los 13 tries y la clasificación, los más sensatos reconocían que el San Fernando de ayer era un muleto de aquel que pelea el descenso en la Urba, por lo que había que tomar con pinzas la producción del equipo local.
De lo que no tenían duda alguna era de la actitud y decisión con que los dirigidos por el quinteto técnico de Tala habían encarado el partido. Fue producto de ese coraje de su pack de forwards por llegar primero y a cualquier sector del campo, que Gastón Oviedo primero y Manuel Otero después tuvieron la oportunidad única de empachar de juego a todos aquellos que se ofrecían a encarar el in goal de enfrente, pelota en mano.
No fue un orquesta ni el partido una ópera, pero le alcanzó y sobró al albinegro para alimentar su autoestima. Y eso también estaba bien.
Por Hugo Juárez (La Voz del Interior)