Luego de 76 años un seleccionado argentino perdió ante un combinado sudamericano. Fue frente a Brasil, un país que crece en silencio.
El 29 de septiembre de 1936, el seleccionado argentino le ganó 29 a 0 a Chile en Valparaíso. Ese día comenzó un dominio en toda la región sudamericana en el rugby que duró 76 años.
Ningún seleccionado argentino de varones había caído contra seleccionados nacionales de la región. Acá se incluye Sudamericanos de mayores, M21, M20, M19, M18 o Seven. En muchas ocasiones, Argentina optó por no presentar su mejor formación y aún así podía ganar. El peso de la historia y la camiseta, además de un desarrollo del rugby sustentado en más de 100 años de pasión, hacían imposible pensar en perder contra rival sudamericano.
Hasta el sábado pasado. En Bento Gonçalves, una ciudad ubicada a 180 kilómetros de Porto Alegre, en la Sierra Gaúcha y conocida como la “Capital Brasileña de la Uva y el Vino”, Argentina 7 cayó 7 a 0 contra Brasil. Mientras que para ganarle a Chile en la semifinal necesitó muerte súbita. Se acabó la hegemonía.
Finalmente Argentina ganó el torneo, pero también sufrió mucho en semifinales. Chile jugó mejor pero no pudo soportar la presión de tener que definir en muerte súbita, y los argentinos se llevaron el pasaje a la final por 15 a 10. El último partido, con Uruguay, muy bien controlado por el argentino Matías Fressia, fue también ajustado en el tanteador: 26-21 para los de celeste y blanco.
Excusas y razones hay
Primero las excusas. Este equipo argentino no pudo contar con los mejores 40 jugadores del país, quienes están afectados al Pladar. Otros doce jugadores, los mejores de seven, este mismo fin de semana estaban en Wellington jugando por el IRB Sevens Series. Y se optó por llevar a Brasil un plantel con poca experiencia.
En el primer partido, el capitán argentino Tomás Passerotti se desgarró el isquiotibial de la pierna derecha y su salida fue clave. Con experiencia en el circuito internacional, el medioscrum de Alumni no pudo liderar en el campo a un equipo nuevo y con poca preparación.
Mientras Brasil, Uruguay y Chile jugaron muchos seven desde noviembre, la preparación que tuvieron los argentinos fue una concentración lunes y martes antes de partir el miércoles. No alcanzó.
“Los vi en distintos torneos y se nota que hay mucha preparación”, explica Santiago Gómez Cora, figura del rugby reducido en el mundo. Recuperándose de una apendicitis, el tryman histórico del circuito internacional agregó: “El rugby brasileño viene creciendo, más de la mano de un entrenador como (el ex Puma) Martín Schusterman. El equipo argentino llegó sin competencia y eso es clave”.
Ya en el torneo, lesionado el capitán, faltó confianza para usar el banco y hoy día el seven es renovación constante durante un partido.
Específicamente, contra Brasil, Argentina nunca asumió el protagonismo. El juego de contacto fue para los locales, que se agrandaron a partir de la pasividad argentina que, en el juego, se manifestó en mucha patada sin sentido. Pudo haber empatado Argentina, pero a la defensa le sobró coraje, cerró su ingoal con dientes apretados y esa presión significó errores de mane-jo y “malos pases” como describió un testigo del un festejo desahogado de Brasil. Que haya sido Brasil el que le ganó finalmente a Argentina tiene sus razones. Allá no existen los problemas que todavía hay en el país para aceptar becas, pagos o lo que quiera llamarse. En Brasil, los rugbiers que representan al país -varones y mujeres en seven y en quince sólo los varones- pueden solicitar la Bolsa Atleta que el gobierno distribuye a sus deportistas representativos.
Desde el 2008, los jugadores acceden a R$ 1.500 (3.600 pesos) mensuales. Los tres mejores equipos de los campeonatos nacionales -seven y quince- además pueden solicitar una Bolsa de R$ 750 (1.800 pesos). Los trámites son individuales pero deben ser refrendados por la Confederación Brasileña de Rugby.
“La Bolsa ayuda mucho. No podemos vivir con eso, pero nos permite prepararnos bien para el deporte”, dice una integrante del seleccionado brasileño que habló con alRugby.com.
Cuando finalice el ciclo olímpico de Londres 2012, la Bolsa aumentará a 2.500 reales por deportista.
En Argentina, los jugadores del Pladar cobran un sueldo, viático o beca (según como se quiera disfrazar) que no supera los 2.300 pesos (la mitad sale de fondos del Gobierno). La mayoría de los diez jugadores que fueron a Brasil no reciben viáticos ni preparación específica. Y con ellos sólo viajó un entrenador y un fisioterapeuta.
A medida que el nivel sube, las pequeñas cosas pasan a tener gran importancia. Los demás países ya entendieron que el ingreso del rugby a los Juegos Olímpicos es algo para prestar atención. Los Comités Olímpicos nacionales bajan asistencia y los gobiernos colaboran con fondos. Acá todavía se debaten los porqué de la falta de apoyo de la Unión más grande del país al camino trazado por la UAR. Recién el lunes por la noche hubo un primer acercamiento informal entre dos de los personajes más importantes de la UAR y la URBA. Invitados a celebrar el día nacional de Nueva Zelanda, el Waitangi Day, hubo una charla.
Esa misma mañana había llegado una carta de la URBA a su unión madre pidiendo explicaciones sobre los planes de alto rendimiento. Seguramente, sobre eso se habló.
Alinearse al nuevo mundo es algo que parecía estar resuelto. Resultados como el de Bento Gon-çalves marcan que ya no alcanza con la camiseta o la trayectoria.
Es el hoy y ahora lo que sirve. Y hoy, Argentina necesita estar atenta. Contra los mejores argentinos es imposible que puedan ganar, pero los que le siguen en nivel, si no van bien preparados, ya no son ganadores automáticos.
Por: Frankie Deges
www.alrugby.com
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