El SIC cumplió con una producción superlativa, dominó sin objeciones a Tala y se consagró el mejor equipo del país por tercera vez
Categórico, solvente e indomable, el SIC desplegó su más amplio repertorio de cualidades para encausar su destino de campeón. A partir de su abrumadora consistencia, el conjunto sanisidrense le dio forma a una victoria inapelable por 36-7 ante el entusiasta Tala y, después de doce años, volvió a levantar -por tercera vez- el trofeo del Nacional de Clubes.
La producción del nuevo N° 1 del país fue dominante en el más amplio sentido: desde la posesión, la administración del juego, la presencia territorial, la presión y la disponibilidad defensiva. El ímpetu del subcampeón cordobés no resultó menor, pero al no encontrar los resquicios ante semejante superioridad, su búsqueda se transformó en infructuosa. Pero ésto es todo mérito del ganador, que ahogó a su rival y también respondió con integridad en el rigor del contacto. El SIC rindió en un alto nivel, con un rugby ágil, dinámico y preciso; la eficiencia también la mostró cada vez que se aproximó al in-goal, aprovechó cada oportunidad y sumó.
La efectividad estructural estuvo respaldada también desde lo individual, con rendimientos sin fallas; un ejemplo justo de la buena respuesta se advirtió en Serra, que sólo falló uno de sus ocho intentos a los palos (en total, marcó 23 puntos: 4 penales, 3 goles y un try). Durante el primer capítulo, ambos se brindaron con fervor, y en esa pulseada con un elevado porcentaje de adrenalina, el más aplomado fue el SIC, y ahí se encuentra otro argumento determinante. Incluso, de haber dispuesto de un mejor control de pelota -en el primer tiempo, especialmente-, podría haber apoyado más tries.
El aparente discreto marcador del parcial (19-0) denota lo exigente que se presentó la batalla , aunque las posibilidades de los cordobeses, sin tanta obtención, quedaron limitadas a la respuesta defensiva. No declinó nunca el flamante monarca, entonces, a medida que los minutos se consumían, y al ver que no podía salir de la situación comprometida, Tala se debilitó. Las amonestaciones de Ohanian y Basile también lo condicionaron sustancialmente, a pesar que durante los casi 20 minutos que estuvo con un hombre de menos, solamente recibió siete puntos (try de Taverna, convertido por Serra). Pero para ese entonces -15 minutos de la segunda parte-, con una holgada desventaja numérica (29-0) y en el juego, la sentencia se percibía irreversible.
Lejos de darse por satisfechos, los Zanjeros buscaron más, y lo consiguieron: Marcelo Soiza remató un profundo e interesante avance colectivo. Esta conquista acabó con todo; los sanisidrenses desaceleraron un poco, y el tozudo conjunto cordobés, que nunca dio muestras de rendirse, quizo salvar su honor borrando el cero del tanteador, y merecidamente lo consiguió a través de Basile. Un consuelo, seguramente insuficiente porque se trata de la segunda final perdida en el año (en la definición del torneo local cayó ante La Tablada), pero quedó claro que la causa del traspié se debe exclusivamente a la formidable tarea del SIC, tan rotundo como avasallante. Dignos atributos de un verdadero campeón.
El reconocimiento de Ohanian para un rival superior
"El SIC ha sido muy sólido en todas sus líneas. Jugó un gran partido, con tackle, presión. Fueron superiores y son justos ganadores. Pero nosotros nos vamos con la frente alta, porque sabemos dejamos todo", fue el sincero balance que brindó el experimentado Cristian Ohanian, tercera línea cordobés.
Fuente: Diario LA NACION – Por Santiago Roccetti
Foto: Lucas Olivera – Rugby&Fun