El rugby y el alcohol son primos hermanos. Guste o no leerlo -y aunque duela escribirlo- es imposible encontrar, en planteles superiores, un tercer tiempo sin grandes cantidades de alcohol.
Éste es un problema para muchos, sobre todo para quienes no beben o miran desde afuera hacia adentro como los padres y entrenadores. Los jugadores reconocen que tomar alcohol en los terceros tiempos es parte clave de la diversión del rugby en ese encuentro con los rivales tan único del rugby. No lo hacen necesariamente para emborracharse, pero con el correr de la tarde y noche, el alcohol trae esa consecuencia. A veces buscada, otras encontrada a partir de los propios excesos.
La preocupación crece y todo exceso pasa a ser causal de una sociedad que en su evolución parece encontrar más y más problemas con las adicciones. Sin olvidar otras adicciones que crecen, el nivel de consumo de alcohol en el rugby es preocupante. Las empresas de bebidas buscan asociar sus marcas al deporte ovalado; los clubes las abrazan en su afán de encontrar dine-ro para continuar con el desarrollo. No es doble moral: donde hay necesidad surge la oportunidad.
La edad de inicio en el consumo de alcohol se sitúa entre los 12 y los 13 años y acá no es cuestión de encontrar culpables en los clubes; no es necesariamente allí donde se bebe por primera vez. Conducir alcoholizado es la mayor causa de muerte entre jóvenes de 16 a 24 años. Si se comienza a beber en la adolescencia, el riesgo de adicciones se quintuplica. El consumo de alcohol aumenta el riesgo de embarazos no deseados y de enfermedades de transmisión sexual. La violencia crece con el consumo. Fríos datos de una realidad que golpea.
La licenciada Alejandra Lacroze no proviene del rugby.
De hecho lo descubrió, junto a otros miles, durante el Mundial pasado. Puede atacar el problema con la objetividad que le aportan sus más de 25 años en el campo de la psicología clínica y prevención. Referente en el tema, está trabajando con distintos programas en clubes de rugby.
Desde el 2009 coordina talleres en el CASI; también trabajó en el Buenos Aires Cricket & Rugby Club entre otras instituciones, además de colegios con enorme cantidad de alumnos rugbiers.
“Es clave la identificación y formación de líderes ya que son ellos los que ayudarán a destrabar el problema. La influencia de los adultos empieza a desaparecer y comienza el espíritu de grupo y la identificación con los pares”, explica la licenciada Lacroze, que acomoda el mensaje a los inter-locutores. “Hay que comunicarse de manera distinta, con modelos de identificación que el grupo reconozca”.
Uno de los conceptos sobre los que trabaja el programa es el de promover entre los jóvenes que “ellos son parte del problema, pero también parte de la solución. Buscamos darles un espacio de reflexión, escucharlos y que los jóvenes líderes les hablen a los más chicos”.
La presión del grupo puede ser difícil para muchos; esa presión también baja de gente más grande hacia los más chicos por lo que es clave comprender los riesgos y las obligaciones cívicas y sociales. El marco de las adicciones excede el rugby.
Los jóvenes, explica Lacroze, “deben entender el respeto y la tolerancia hacia otras ideas, como también instalar el uso de la palabra por encima de la acción y los impulsos”.
La preocupación por estos temas de adicciones es tal que la URBA lanzó un proyecto esta se-mana, aunque el de la entidad porteña está encarado de mane-ra distinta. Los métodos de Lacroze están debidamente fundamentados y su eficacia probada. No en vano representa diversos organismos internacionales.
El objetivo de su programa está alineado con el concepto de “formar un buen grupo de adolescentes que se cuiden entre ellos para resistir la presión de tener que consumir alcohol, apalancando el mensaje en la cultura del rugby y el trabajo en equipo”. Desarrollar así una “vacunación psicológica” que les permita defenderse entre ellos de la violencia, los accidentes, el Sida y demás riesgos.”
“Para abordar adecuadamente el tema y comenzar a generar cambios en la raíz de los problemas, nuestro programa propone un ‘enfoque integrador’ que aborde el problema desde múltiples dimensiones: jugadores seleccionados de la primera división del club y/o los head coaches que reciben formación para líderes en prevención de alcoholismo en jóvenes”, explica Lacroze, quien se encarga de esta función.
Posteriormente, se buscan agentes multiplicadores del mensaje, asegurando continuidad tanto en el rugby como en ámbitos diversos.
Aquí es clave “en términos de rugby”, como cuenta Lacroze, “desarrollar una ‘organización defensiva’, que se auto regule frente al consumo de alcohol y el control de la violencia. Un trabajo en bloque, donde los jugadores trabajen como unidad. Los jugadores deben estar cerca y cuidarse de no pasar la línea de off side, que es el exceso”.
“Comprender, comunicarse, un buen estado físico y compromiso son ingredientes esenciales de una organización defensiva exitosa. Lo más importante es la capacidad de cada jugador de tacklear a su adversario directo, su situación individual frente al consumo de alcohol”. Y finaliza Lacroze: “La idea central instrumenta los valores del rugby: solidaridad, compromiso, compañerismo, lealtad, trabajo en equipo, disciplina, respeto, complementariedad, unidad, integración, cumplimiento de reglas, contacto, comunicación, intensidad, fuerza, empuje, tolerancia al sufrimiento, etc.”
El trabajo no es sencillo y es una batalla difícil. Depende de los principales interesados. Lo de la licenciada Lacroze es una ayuda. La solución está en cada uno.
Por: Frankie Deges
www.alrugby.com
El capitán del equipo, Julián Montoya, se mostró autocrítico sobre algunas cuestiones del encuentro, pero a la vez rescató los aspectos positivos de Los Pumas, tanto en el...
Leer Más