Palabras como “orgullo”, “honor” y “respeto” sonaron una y otra vez en las paredes del Eden Park. Argentina murió de pie en la Copa Mundial de Rugby de Nueva Zelanda, frente al gran candidato y anfitrión, jugándole de igual a igual, a pesar de las diferencias existentes.
Pero el último choque, por los cuartos de final, fue solo el final de una historia que Argentina comenzó a escribir hace mucho tiempo.
De menor a mayor
La gira por Europa, previa al arribo de los argentinos a Nueva Zelanda, confirmó los altibajos que la era Phelan había exhibido durante el proceso de los últimos cuatro años. De esta manera, Los Pumas llegaron al Mundial con más dudas que certezas, no sólo por su desempeño dentro del campo de juego, sino por la ausencia de jugadores de la talla de Juan Martín Hernández.
Pero aunque cueste creerlo, ese controvertido presente era el escenario favorito de los latinos. Sus grandes epopeyas en la historia del rugby siempre estuvieron signadas por ambientes conflictivos, o al menos, adversos.
Así fue que el debut ante Inglaterra parecía ser el comienzo más difícil que se pudiera imaginar. Sin embargo, y a pese a la derrota por 13 a 9 sufrida en Dunedin, el equipo de Santiago Phelan sintió que el alma le volvía al cuerpo. Los jugadores se habían demostrado a sí mismos que eran capaces de jugarle de igual a igual a uno de los candidatos al título.
Pero el equipo volvió a recibir otro cachetazo. La lesión de Gonzalo Tiesi en su rodilla lo marginó para el resto de la Copa, y dejó a Felipe Contepomi caminando por la cornisa, con un par de costillas maltrechas.
Para la siguiente prueba, Phelan y compañía tuvieron que armar una línea de backs completamente nueva, algo que a largo plazo sería todo un hallazgo de nuevos jugadores que respondieron mejor de lo esperado.
Rumania sacó lo mejor de Argentina. El 43 a 8 del score final en Invercargill no solo demostró una buena actuación en conjunto, sino que permitió que jugadores como Lucas González Amorosino o Juan Imhoff tomaran confianza para mostrar lo que podían hacer en materia ofensiva.
Pero todavía faltaba la prueba de fuego: Escocia. Desde que se hizo el sorteo del Mundial, allá por 2008, tanto argentinos como escoceses sabían que el choque entre ellos iba a ser la batalla decisiva. Y así ocurrió.
Contepomi volvió a lucir la cinta de capitán, a pesar de estar lesionado. El partido fue un verdadero test match, disputado bajo una incesante lluvia en Wellington. Escocia ganaba por seis puntos, con apenas 10 minutos por jugar. El clima era hostil y Argentina veía reducidas sus chances de seguir en carrera, pero el milagro finalmente llegó. Un ataque encabezado por Contepomi derivó en las manos de González Amorosino, quien dejando a cuatro escoceses en el camino, marcó el que fue posiblemente el try más importante de Los Pumas en la competencia. Aún faltaba la conversión, y Felipe no perdonó. Luego llegó la defensa “marca registrada” de los latinos, que hizo el resto.
Un nuevo soldado había quedado en el camino. Juan Fernández Lobbe, subcapitán de Los Pumas, quedó descartado para el resto de la Copa por su lesión en la rodilla. Argentina, lo mantuvo en el plantel y siguió adelante. La adversidad parecía volver a guiñarle el ojo.
El objetivo de los cuartos de final estaba al alcance de la mano. El último choque del grupo sería en Palmerston North, frente a Georgia, pero el partido del día anterior entre Escocia e Inglaterra fue trascendental para ambos equipos.
Es que la ajustada victoria de los de la Rosa sobre los del Cardo hizo que Georgia quedara eliminada, antes de jugar con Los Pumas, y con la necesidad de un punto para que Argentina se metiera en cuartos.
Pero Los Pumas transpiraron y mucho para conseguir ese ticket a la siguiente fase. Georgia no fue un trámite y en el que fue su peor partido, los sudamericanos consiguieron la victoria por 27 a 5, recién en el final de encuentro.
Misión cumplida
Finalmente, y contra muchos pronósticos, Los Pumas consiguieron integrar el selecto grupo de los mejores ocho equipos del mundo. El objetivo estaba cumplido para Santiago Phelan. La próxima parada eran los All Blacks, el único equipo del mundo al que Argentina jamás le ganó en su historia.
Pero Los Pumas murieron de pie. La batalla librada el domingo en el Eden Park fue uno de esos partidos para no olvidar. Todo un estadio aplaudió la actuación de los argentinos, en la derrota por 33 a 10, porque hubo 128 tackles que dejaron bien en claro que la derrota latina no iba a ser vendida a bajo costo.
Làgrimas son sabor a decepción y bronca inundaron el vestuario argentino. Haberles jugado de igual a igual, a pesar de las diferencias de competencia, preparación e historia, era un mérito que alcanzaba para los seguidores, pero no para los jugadores. Ellos soñaban con dar el gran golpe, pero no pudo ser.
“Nos prometimos terminar el partido y poder mirarnos a los ojos”, dijo Julio Farías, autor del try argentino que puso el choque 7 a 6, para sorpresa de todos en Eden Park. La sentencia se cumplió, y si bien no hubo festejos tras la derrota, el tiempo dirá que se dio un paso hacia adelante.
Mirando al futuro, Argentina dejó una gran imagen en Nueva Zelanda y despejó cualquier duda sobre su nivel, de cara al ingreso del año próximo al Tri Nations. Queda un gran trabajo por hacer y un largo camino por andar, pero Los Pumas transitan el sendero correcto. En cuatro años, se verán los resultados.
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