No sé que día empecé a escribir a esta carta y cuantas veces la borre en mi cabeza, es que me ha costado mucho plasmar lo que siento en este momento después de tanta angustia y sufrimiento.
Lo primero que se me ocurre es agradecer el amor incondicional y el apoyo hacia el Santi y hacia nuestra familia de toda esta sociedad en la que vivimos y que a veces criticamos. Al club de mis amores y a toda la comunidad del rugby que respetuosamente nos abrazó en este momento, agradecer a sus amigos que son y serán un pedazo de él y que junto a su familia hicieron de él lo que era.
Hoy me cuesta seguir su ejemplo y aplicar a mi vida sus enseñanzas, de vivir la vida con pasión y amando todo lo que tuvo, porque amo a sus padres con locura, porque amo y admiro a sus hermanos y su familia, porque amo a sus amigos de forma incondicional, porque amo a su club, a su novia, sus amigas, la naturaleza, porque amo la vida y todo lo que le dio, porque siempre estuvo primero el otro y después él.
Hoy ya no está con nosotros y mi casa esta vacía, el silencio y las lagrimas nos inundan, su dormitorio oscuro y la tele apagada, pero sé que pronto nos llenará de luz y llenará nuestras almas con su recuerdo maravilloso que iluminará el camino para seguir viviendo como él lo haría, siempre feliz con su sonrisa a flor de piel.
Hijo mío fuiste un luchador y un valiente, un hombre de 18 años. Aquellos que lo conocieron, sabrán que nunca bajó los brazos y que luchó hasta el final.
Si vale una reflexión, vivan cada día como si fuera el último porque un día lo será.
Den todo el amor que puedan y reciban todo el que les den.
Más allá de orgullo FUE UN HONOR SER TU PAPA.
Martín Labadie
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