En su despedida del seleccionado argentino, el entrenador Marcelo Loffreda destacó las virtudes del grupo y pidió que no se deje pasar esta oportunidad histórica para el rugby argentino.
ENGHIEN-LES-BAINS.- El sol caía sesgado en los jardines de la casa de los Pumas en este pueblo de los suburbios parisienses que hospedó durante semanas el sueño argentino. El festejo hasta la madrugada había dejado sus secuelas: rostros cansados, ojos estallados en rojo y una brisa soporífera que provocaba un mediodía remolón. Cerca de las dos de la tarde, entre las últimas imágenes del seleccionado en tierra francesa, apareció Marcelo Loffreda, el cerebro de esta gesta que revolucionó al rugby universal.
El entrenador se acercó impávido, sin regalar sonrisas ni alegrías de más. Ni siquiera al instante de finalizar el partido con Francia la euforia y la excitación pudieron vencer a ese caballero respetuoso que lleva Loffreda dentro de sí. Jamás saldrá con palabras rimbombantes o declaraciones fatalistas; la mesura y la cordialidad lo dominan, siempre. Ayer, durante sus últimos momentos a cargo del seleccionado, salió a ofrecer sensaciones, palabras envueltas en nostalgia y melancolía, que sirvieron para cerrar las puertas del ciclo más exitoso del rugby doméstico.
"Se me vienen a la cabeza flashes de lo que fueron estos ocho años: los jugadores que pasaron, recuerdos y vivencias, y una gran unión entre todo el plantel. Daniel Baetti es como mi hermano, y el resto del staff siempre estuvo al servicio de los jugadores. Entre todos hicimos un grupo consistente y sólido, el más unido que tuvimos a lo largo de todo el recorrido. Estoy orgulloso de este equipo. Con Francia jugaron por el romanticismo y los ideales del juego, demostraron cómo viven y sienten el rugby", dijo Loffreda, en su último diálogo con la prensa como head-coach de los Pumas.
Antes de irse, el Tano no podía dejar de enviarle un mensaje al mundo ovalado. "La UAR debería exigir un torneo estable para los Pumas. Se lo debería exigir a la IRB, a la Sanzar, al Seis Naciones, a quien sea. Debemos hacer usufructo de ser los terceros del mundo. No se nos puede excluir más", reclamó con énfasis el técnico. Si bien se aleja del seleccionado, ésta también es su causa; fue una de las razones por las que batalló dialécticamente contra el establishment desde que asumió en los Pumas, el 1° de mayo de 2000.
-¿Cuál fue el momento de mayor emoción del Mundial?
-El primer partido con Francia fue terrible desde los sentidos. Después, desde la alegría y la satisfacción por el rendimiento del equipo fue el partido con Irlanda, que lo disfrutamos más desde lo mental más que lo emotivo.
-¿Qué jugadores argentinos incluirías entre los mejores del certamen?
-Roncero, Ledesma, Pato Albacete, Longo, Juan Fernández Lobbe, tengo que nombrar a muchos. También Agustín [Pichot], Juan Hernández, Nani Corleto, Horacito Agulla, a los dos centros. Felipe fue un jugador que respondió siempre que el equipo lo necesitó. Es el abanderado, siempre va para adelante. Me hace acordar mucho a cuando yo jugaba, más que por el juego por las ganas de ir siempre para adelante y ser el líder con el ejemplo.
-¿Compensa de alguna manera haber dirigido dos veces en mundiales a los Pumas cuando te quedaste afuera tres veces como jugador?
-No, la experiencia y la vivencia de los jugadores son inigualables. Ser jugador es lo máximo que pueda existir, más allá de que después se llegue a entrenador o dirigente.
-Las dos mejores actuaciones de la Argentina en mundiales fueron cuando el equipo tuvo muchos jugadores profesionales, ¿qué reflexión hacés?
-El hecho de que sean profesionales ayuda mucho. Están mejor preparados física y mentalmente. De a poco el equipo tuvo cada vez más profesionales, primero fueron ocho y después casi todos. En la Argentina se van cada vez más rápido y más temprano al exterior. De acuerdo con como está la competencia en la Argentina, y si no hay modificaciones, los mejores jugadores se seguirán yendo. Yo estoy aggiornado, no hago distinciones entre amateurs y profesionales, sólo miro el nivel del jugador para armar el equipo.
-¿Qué consecuencias puede traer en el país este logro de los Pumas?
-La explosión del rugby será positiva si se aprovecha el momento y no se deja pasar una posibilidad única. En mi club, por ejemplo, había 50 chicos que jugaban al rugby y en un mes comenzaron a aparecer y ahora son 500. A ellos hay que darles contención. No tiene que ser una ráfaga de entusiasmo que después se apague y los chicos vuelvan al fútbol, al básquetbol, qué sé yo. No por la competencia, sino por la necesidad de ayudarlos para que se eduquen y se formen con los valores del rugby.
La voz de Loffreda se apaga. Esta fue la última charla como entrenador de los Pumas. Ahora, nuevos desafíos le indican el camino.
80 son los jugadores que convocó Marcelo Loffreda al seleccionado argentino desde la eliminación del equipo en Australia 2003 hasta el viernes último, cuando se produjo el acto final de su ciclo.
Por S. Roccetti y N. Balinotti
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