Sebastián Perasso, autor de cinco libros del mismo nombre (Rugby Didáctico) analiza aquí la actuación de Los Pumas contra los All Blacks y plantea una clara necesidad de cara a los tres partidos restantes.
En Wellington, nuestros Pumas exhibieron una soberbia actuación frente a los fabulosos All Blacks, actuales campeones del mundo. Al igual que en el choque que protagonizaron en la última Copa del Mundo, el equipo argentino fue un ejemplo de solidaridad y entereza defensiva y – vaya coincidencia – su in-goal recién fue vulnerado a falta de quince minutos para que finalizara el partido.
Los fríos números estadísticos podrían hacer suponer una actuación desprovista de brillo. Sin embargo, el escenario en el que se jugó (lluvia intensa y ráfagas de viento en la primera etapa) fue el responsable de que algunos índices no hayan sido del todo satisfactorios.
Los inicios de juego no estuvieron tan sólidos como frente a los sudafricanos (el equipo perdió cuatro lines y un scrum). En tanto, en cuanto a la capacidad para conservar la posesión, el promedio también estuvo por debajo del habitual.
La agresiva defensa neozelandesa y las circunstancias meteorológicas ya citadas, generaron errores de manejo en el equipo argentino y serias dificultades para conservar la pelota en el contacto.
En ese contexto, los ciclos de posesión fueron muy reducidos. En siete oportunidades el conjunto argentino superó las dos fases, y tan solo una vez sobrepasó las cinco. (El ciclo de posesión más extenso fue de sólo seis fases). Más allá de ese panorama, el equipo nacional fue sinónimo de lucha y superación permanente.
En terrenos cada vez más difíciles y engorrosos como los que presenta el devenir del Rugby Championship, Los Pumas conservan el enorme merito de subir escalones y mejorar actuaciones.
Entre tantas demostraciones deportivas que invitan al asombro y la sorpresa, Los Pumas no pierden la manía de sorprendernos. Con rendimientos tan altos, sería injusto hacer nombres propios. No obstante, la performance de Gonzalo Camacho invita a conceder una excepción.
El pequeño wing izquierdo argentino representa el espíritu indomable de estos Pumas. Exhibe entereza y tenacidad. Muestra firmeza, aplomo y valentía. Va para adelante siempre. Contagia. Invita a la admiración y el asombro. A veces se equivoca. Sin embargo, no sabe de claudicaciones. Desparrama fiereza por todo el campo de juego. Jamás se da por vencido. Nunca se entrega y transmite a los demás una enorme actitud y amor propio. Un pequeño Puma que logra destacarse en un mundo de gigantes…
Las derrotas no son fracasos si dejan algo positivo; los traspiés no son caídas si permiten construir y moldear nuevas oportunidades. En ese sentido, Los Pumas tienen el deber de ir preparando el terreno para una hipotética victoria futura.
Las lógicas dificultades en la ofensiva frente a los colosos de sur exigen la necesidad de contar con un pateador confiable.
Más allá de estrategias o planes de juego, deben tener necesariamente un pateador certero en cancha. Si partimos de la base de que Los Pumas generaron solo tres situaciones de try (que derivaron en igual cantidad de conquistas) desde el comienzo del Rugby Championship el equipo argentino tiene la obligación de exhibir una performance perfecta en el juego con el pie.
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