En su club y en los Pumas tuvo que luchar por ser aceptado como apertura; con esfuerzo y talento llegó a ser admirado por el mundo.
La historia de Juan Martín Hernández es la confirmación de que en el camino de ascenso en cualquier carrera hace falta más que talento. La calidad (para la actividad que sea) necesita estar acompañada de perseverancia, determinación para saber lo que se quiere y no parar hasta conseguirlo. No es antojadizo decir, entonces, que en el crecimiento profesional de Juani talento y tenacidad son ingredientes necesarios para que ahora esté donde está. Tras un Mundial consagratorio y la reciente elección del semanario Midi Olympique como el mejor jugador de la temporada 2006-07, el pibe surgido en Deportiva Francesa, de 25 años, se confirmó como uno de los más destacados del mundo.
Pero, ¿qué es lo quería Juani , ese talentoso jugador que sorprendía a todos? ¿Cuál es el alimento de su motivación? "Ser el 10 de los Pumas era lo que siempre quise. Primero querés jugar de lo que sea en el seleccionado, pero después tus objetivos van subiendo. Y yo quería jugar de apertura, más con Agustín (Pichot) de medio-scrum. De chico eso te puede parecer inalcanzable, y que se haya dado es increíble. Más en un Mundial casi perfecto, porque no ganamos, es algo que no pasa todos los días. No sé bien cómo explicarlo."
Pero Hernández sí sabe cómo explicarlo. Siempre dejó en claro que jugaba al rugby para ser el 10. Pero su talento, en este caso, le jugaba una mala pasada: es tan versátil, que se adaptó con facilidad a cualquier puesto entre los backs. Y por eso su ingreso en los Pumas fue como N° 15. Lo aceptó, pero nunca estuvo conforme con eso. Y no sólo en el seleccionado: en su club, Stade Français, se peleó con entrenadores y dirigentes para ser el apertura titular.
Hay una anécdota que refleja con claridad que siempre sintió así, aun cuando tenía menos trayectoria. Hace dos años, este cronista le hizo una nota a Hernández, en la concentración del hotel Sheraton, en Pilar, durante la previa a un test con los Springboks. En ese momento, se le comentó que, un par de días antes, el Tano Loffreda lo había elogiado al decir que era un "comodín" en la línea de backs. "¿Cómo? ¿En serio te dijo eso? No te creo", respondió, al borde del enojo, Juani . Más tranquilo, para el grabador, respondió: "En estos inicios, ser un comodín me ayuda a comprender mejor todas las posiciones, tengo esa posibilidad que me sirve para aprender. Pero sería lindo consolidarse y hacer una carrera en una posición. Ahora lo acepto, pero quizá cuando sea más grande no me guste". Estaba claro: Juan Martín Hernández tenía una convicción y estaba dispuesto a lograr su sueño sin hesitaciones.
De chico lo tuvo claro. Siempre supo que amaba este deporte. Y mostró convencimiento aun cuando era un nene. "Siempre esperaba el fin de semana para ir al club. Es más, le pedía a mi mamá que me cambiara de colegio porque quería uno que tuviera campo de deportes para hacer rugby. Me gustaba jugar al rugby. Y mi mamá no me hacía caso. Pero luché, luché y lo conseguí y en séptimo me cambió de colegio."
Un tiempo antes de esa prueba de convicción, dio tempranas muestras de tener un temperamento indócil. Fue en su paso por Tala, de Córdoba, período al que no le asigna un valor destacado. "Mi papá fue por trabajo para allá y nos fuimos todos. Yo tenía cuatro o cinco años. Me llevaron al Tala, pero casi no jugué. Me acuerdo de que el entrenador me pedía que pase la pelota. ¡A un chico de cuatro años! Mucho más no recuerdo, pero supuestamente me enojé por eso y dije que no quería jugar más al rugby."
Por fortuna para el rugby, Juan Martín no cumplió con su amenaza. ¡Quién sabe a qué se hubiera dedicado! Lo más probable, de todos modos, es que siguiera vinculado con el deporte. Sobrino del ex futbolista Patricio Hernández, hermano de la Leona Maripi , Juan lleva el deporte casi como una herencia de familia.
-¿No hiciste otros deportes?
-Hice dos años de atletismo, pero era un complemento. Hacía un montón de pruebas, pero era bueno tirando disco. Iba al colegio, me entrenaba martes y jueves; los miércoles a la noche jugaba al rugby y en el medio de eso hacía atletismo, iba dos veces por semana durante dos años. Era profesional desde chico.
-¿Cuándo te diste cuenta de que eras habilidoso? ¿Cuándo te empezaron a decir que jugabas bien al rugby?
-En la sexta, antes de menores de 15, tenía un entrenador, Pato Capurro, que me dejaba hacer lo que quisiera con la pelota. Si la quería pasar, la pasaba; si no, me la llevaba yo. "Hacé lo que quieras", me decía. Y no se lo decía a todos, vio algo en mí.
-¿Y ahora te gusta pasarla?
-Ahora sí. Si no me gustase, jugaría de fullback. Prefiero hacer jugar, tomar una decisión correcta, elegir si correr, pasarla o guardarla.
Lo cierto es que, en el Mundial, tomó esas decisiones que a él le gustan con la camiseta de los Pumas. Y lo hizo tan bien que algunos lo señalaron como el mejor apertura de la Copa del Mundo. "Por ahí la gente está acostumbrada a que muestre mucho más o que ataque más. Jugando de apertura y con la estrategia de los Pumas mucho no se luce uno. Pero lo importante no es si uno jugó bien, sino si el equipo llevó a cabo la estrategia que más le convenía", analiza.
En el recuerdo quedará ese drop de zurda frente a Irlanda. Aunque para otros, e incluso él, parte de su capacidad de improvisación quedó demostrada en el origen de la acción que terminó con el try de Agulla sobre la bandera izquierda: kick a cargar de Hernández, le gana en el salto al fullback irlandés (Geordan Murphy) y cuando apenas pisa el suelo lo habilita a Scelzo con un rever pass de lujo. "Sí, fue una linda jugada, que después terminó en try. En realidad, era try mucho antes, pero no sé quién la levanta y sigue; creo que el Pato (Albacete). Un drop de zurda como ése lo hice varias veces en mi club, pero nunca lo había hecho en un marco tan importante como el de Parc des Princes."
-Juan, ¿cuándo te diste cuenta de que ibas a ser el 10 de los Pumas en el Mundial?
-Para serte sincero, sólo estuve seguro de que iba a ser el apertura en el Mundial cuando el Tano dio el equipo el miércoles. Todavía no había nada decidido. Yo había jugado el partido con Bélgica XV de apertura, y antes sólo lo había hecho contra Leicester en febrero. Y hasta que me lo dijo, creo que no caía en que podía jugar como 10. Lo que sí, que el Tano me nombrara en los días previos al Mundial como una posibilidad de ser el apertura me sorprendió, no me lo esperaba.
-¿Le pediste perdón a Felipe (Contepomi) por sacarle el puesto?
-No, no. Con Feli nos llevamos muy bien. Creo que estaba contento por mí. El es muy solidario en eso. Y si le servía al equipo y también a mí, iba a estar contento igual.
-Bueno, ahora llegás con otra chapa a tu club. Ya no quedan dudas de que tenés que ser el 10 de Stade Français.
-Puede ser. No tienen más excusas. Los partidos más importantes del torneo, semi y final, los jugué de apertura. Después tuvimos un buen Mundial conmigo de apertura. Hace mucho tiempo que peleo por esto. Creo que ya no faltan más cosas para que me tengan en cuenta más firme para ser el 10.
Y ese sueño lo cumplió, porque mañana, en París, reaparecerá en una cancha (no juega desde la despedida mundialista) y llevará la camiseta Nº 10 de Stade Français ante Bayonne, por la 3era fecha del Top 14 francés.
Por Diego Quinteros
De la Redacción de LA NACION
Pichot, amigo y consejero
A muchos la imagen quizá los haya sorprendido: tra
s la derrota con Sudáfrica en las semifinales del Mundial, se los veía a Juan Martín Hernández y Agustín Pichot, abrazados, llorando como dos chicos. La escena conmovió y reflejó, en buena medida, la estrecha relación que vincula a los medios de los Pumas, dentro y fuera del campo.
-¿Cuánto tuvo que ver en tu carrera Agustín?
-Fuera del rugby, es un amigo. Lo resumo en eso. Más allá de si me ayudó a jugar mejor al rugby, es mucho más profunda la relación que tenemos. Que nos hayamos ganado nuestra amistad vale mucho más. Nunca me imaginé ser amigo de Agustín. Pero las cosas se dieron así. Lo veía cuando era chico, en el Mundial de 1999; para mí era un ídolo. Y nunca se me pasó por la cabeza ser su amigo.
-¿Y Nacho Fernández Lobbe? El también te protegió bastante.
-Siempre hay un grupo de jugadores grandes que son los encargados de molestar a los más chicos. Nacho siempre estuvo apadrinándome, cuidándome, pero en realidad siempre el que me apañó fue Agustín.