Comienza el año y Sebastián Perasso, autor de los cinco libros Rugby Didáctico, comparte su visión sobre dos aspectos claves de nuestro deporte. Y fuera del rugby…
La autodisciplina es la denominación que se le da al condicionamiento de uno mismo.
Disciplina implica hacer el máximo sacrificio y esfuerzo que esté al alcance del jugador en pos de lograr un objetivo. Significa que el jugador dé el 100%.
Ahora bien, para que el jugador pueda dar todo de sí mismo, requiere que ese esfuerzo esté rodeado de otros valores. Para ello, el orden y la organización constituyen un factor determinante para que ese esfuerzo no se dilapide.
Aquellos jugadores que se manejan en el desorden, que son desorganizados en su vida diaria y que no tienen una planificación para su preparación deportiva, por lo general echan por la borda todo su esfuerzo y no logran los mejores frutos de su trabajo.
A igual esfuerzo, los deportistas que hacen del orden y la organización su bandera logran los mejores dividendos.
La autodisciplina es una habilidad mental muy necesaria y constituye el punto de partida para el desarrollo de las restantes habilidades psicológicas, puesto que lo primero que deben ser los jugadores es tremendamente disciplinados.
Alguien dijo que “si usted sabe lo que quiere, y lo quiere con suficiente pasión, lo conseguirá de una manera u otra.” Ello parece ser cierto en muchos casos.
Es necesario distinguir la autodisciplina de la disciplina impuesta, porque mientras ésta es imposición a la fuerza, aquella viene o surge de una propia y profunda convicción.
La disciplina impuesta es minimalista en el sentido que pretende obtener un rendimiento o comportamiento mínimo de las personas y para ello apela al rigor.
Mientras que la autodisciplina es maximalista, pues se convierte a un objetivo en una necesidad personal y se logra que los individuos depositen mucho mas de sí mismos con tal de lograr la meta propuesta.
No es lo mismo dar todo por convicción o convencimiento profundo, que por una orden o imposición de un superior.
Así, el jugador que durante un entrenamiento no corre por convicción sino porque, por ejemplo, su entrenador lo está observando, sacará menos provecho que aquel que está convencido de que su estado y condición física es primordial para el cumplimiento de sus metas.
El autocontrol es la habilidad mental en virtud de la cual el jugador aspira a tener el dominio de la situación. Tener autocontrol significa nunca verse sorprendido. Para ello, un requisito indispensable es el hecho de conocerse a sí mismo.
Un jugador no puede aspirar a controlarse sino tiene como antecedente un conocimiento profundo de sí mismo.
Sería una utopía pretender controlar aquello que uno no conoce, por ello primero es necesario conocerse para luego controlarse a sí mismo.
El estar mentalmente preparado para un partido quiere decir nunca sorprenderse por nada.
Como dice Emilio Perasso “un jugador sorprendido, es un jugador en problemas…”
Así, a un jugador con control no lo afectará mentalmente la expulsion de un compañero. No lo sorprenderá recibir tres tries comenzado el partido.
El autocontrol, implica el control de las emociones (el enojo, la frustración, el miedo), el control de la actitud (la conducta) y el control de la atención (estar concentrados).
Por supuesto que no se puede pretender tener el control sobre aquello donde no ejercemos el dominio; pueden ser factores como el tiempo, las condiciones meteorológicas, etc. Ellas escapan al control que un jugador pueda llegar a desarrollar.
Para mas información sobre el autor o sus cinco libros, acceder a www.rugbydidactico.com o en [email protected]
Twitter: @rugbydidáctico
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