Carlos Adolfo Veco Villegas dejó un recuerdo imborrable en el rugby argentino. Un tipo pasional, capaz de pasarse horas discutiendo y explicando todos los secretos y la técnica del deporte. Un innovador que marcó un estilo propio. Carlos Adolfo Veco Villegas dejó un recuerdo imborrable en el rugby argentino. Un tipo pasional, capaz de pasarse horas discutiendo y explicando todos los secretos y la técnica del deporte. Un innovador que marcó un estilo propio: la disciplina formativa que privilegió el compañerismo y la ética deportiva. Acérrimo defensor del amateurismo, fue el referente ineludible para las nuevas generaciones. Un revolucionario del rugby, que a los 43 años se convirtió en leyenda tras morir (lo acompañaba su mujer, María; sus cuatro hijos luego fueron adoptados por Carlos Contepomi, padre de Felipe y Manuel) el 12 de junio de 1988 en un accidente de avión.
Discípulo y continuador de las enseñanzas de Francisco Catamarca Ocampo, tras su paso como pilar y capitán de Liceo Militar, se mantuvo sin interrupciones desde 1970 como entrenador de SIC durante 18 temporadas, en las que logró 12 títulos, 5 subcampeonatos y un tercer puesto. También dirigió a Los Pumas, desde 1974 (con 29 años) a 1977.
Se lo asociará por siempre con la bajadita, el empuje coordinado de ocho hombres hacia un mismo punto. Una técnica aplicada al scrum que sorprendió al duro pack francés (salía literalmente proyectado hacia atrás por otro más liviano) en su visita en 1974.
Un gesto de hidalguía deportiva lo brindó poco antes de su muerte. Los entrenadores de CUBA le pidieron que le diera a su plantel una serie de charlas sobre la técnica del scrum. Una semana después, SIC (el equipo que dirigía) perdió 32-0 opacado por el avasallante scrum de CUBA.
Por Walter Daniel Raiño (Diario Clarín)