Sebastián Perasso, autor de la serie de libros Rugby Didáctico, tendrá un espacio semanal en CORDOBAXV para expresar todos sus conocimientos sobre el deporte de la ovalada. La historia, sus valores, aspectos técnicos y conocimientos generales.
Etimológicamente, filosofía procede de los vocablos griegos Phileo (amor) y Sophia (sabiduría). Significa pues, amor a la sabiduría. El verbo fileo, además de amar, tiene el significado de tender, aspirar.
Si el término filosofía significa amor a la sabiduría o al saber, filósofo será entonces el amante de la sabiduría.
El origen de la palabra filosofía se atribuye al matemático griego Pitágoras de Samos (571-497 A.C).
León, rey de los Fliacos, preguntó a Pitágoras al regresar de Grecia, cual era su profesión, y éste contestó que no era un sabio (sofos) sino simplemente “philos sofia” (un amante a la sabiduría).
La palabra filosofía por lo general es entendida como un conjunto de conocimientos teóricos. No obstante tal presunción, la filosofía se halla intensamente relacionada con la práctica, porque volcamos nuestra filosofía en cada uno de nuestros actos y conductas diarias. Tal como dice Wittgenstein “la filosofía no es una teoría sino una práctica”.
Nuestra filosofía esta integrada por el conjunto de creencias, valores y principios que constituyen la base de nuestro comportamiento. En definitiva, nuestra filosofía ejerce un grado de influencia decisiva en nuestra vida pues llega a cada una de nuestras decisiones.
En pocas palabras podemos decir que la filosofía en el rugby es nuestro credo, o sea el conjunto de creencias básicas a las que adherimos y defendemos como deporte. En esas creencias se encuentran los cimientos y pilares de nuestra conducta alrededor del juego.
Nuestra filosofía de vida, al igual que nuestra filosofía en el juego enmarca nuestra forma de actuar, nuestra particular manera de hacer las cosas. Por ello, nuestra filosofía debe basarse en nobles valores y buenos principios.
Si nuestra filosofía, es decir nuestras prioridades como hombres y deportistas se basan o apoyan en disvalores o en principios innobles entonces nuestro juego quedara manchado y contaminado con ellos.
En rigor, la filosofía que volcamos al deporte no es otra que nuestra filosofía de vida. Por ello, la filosofía deportiva está fomentada y edificada en nuestra filosofía de vida. Si como hombres de rugby logramos incorporar valores tales como el respeto, la honradez, el compromiso, la puntualidad o el sacrificio, estaremos formando para la sociedad “personas de bien” preparadas para desempeñarse con honestidad y eficacia dentro de ella.
Ahora bien ¿Cuál es la filosofía del rugby?
La filosofía del rugby es la filosofía del juego limpio (“fair play”), la de la corrección y el respeto porque el rugby – como decía el recordado “Negro Iglesias” – es el juego del respeto.
Aquellos que practican la filosofía de ganar a cualquier precio, en no respetar el espíritu del juego vulnerarán reglas, transgredirán normas y nuestro deporte transitará por carriles alejados de sus virtudes y bondades formativas.
Para todos aquellos que estamos cerca del juego, ya sea jugadores, entrenadores o dirigentes, es fundamental que nuestra filosofía esté basada en valores nobles y buenos principios.
La verdadera filosofía del rugby le da al jugador un papel preponderante. En ese sentido “lo primero en el rugby son los jugadores” y lo demás (victorias, éxitos deportivos) son producto o consecuencia del disfrute y el desarrollo que experimentan esos jugadores. Si nuestro accionar como hombres de rugby (entrenadores, dirigentes) esta dentro de esos parámetros, entonces estaremos practicando una correcta filosofía del juego.
Desde nuestro lugar, cada uno de nosotros debemos apuntar a practicar y difundir la filosofía del juego limpio. Una filosofía que implica en primera medida acatar las normas a que esta sometido el deporte y tratar al oponente con respeto. Aspirar a formar atletas íntegros, es decir jugadores honestos, respetuosos, con capacidad de disciplina y autocontrol.
En ese sentido, debemos ser los custodios y guardianes de esa filosofía; no sólo omitiendo actos que la dañen o menoscaben (falta de autocontrol, mala educación, etcétera), sino evitando el accionar de terceros en ese sentido.
En rigor, la simple práctica de este deporte nos hace jugadores de rugby, pero el ejercicio de su filosofía nos hace verdaderos “hombres de rugby”. Hacia esto último debemos apuntar.
Practicar la verdadera filosofía del rugby es saber ciertamente que nuestro deporte no es solo el partido en sí mismo sino comprender que existe un marco mucho más amplio, integral y abarcativo. Ello nos conduce indefectiblemente a un elemento fundamental que tiene nuestro deporte.
La figura del “tercer tiempo” cobra una dimensión estelar en nuestro deporte. En efecto, el tercer tiempo representa un acontecimiento distintivo y único en el que todos debemos asumir el compromiso de mantener y preservar.
Defender esa tradición tan añeja y noble implica por sobre todo colaborar en la conservación y mantenimiento de la filosofía del juego y sus bondades.
La irrupción del profesionalismo en algunos países, ha traído consigo la perdida de valor y significación del tercer tiempo. Por ello, en algunos países no se lleva a cabo y en otros ha perdido su significación. Debemos estar expectantes y alertas en un tema tan importante y delicado para la salud de nuestro deporte.
René Crabos, figura legendaria del rugby francés, creía firmemente en la existencia de los tres tiempos del rugby: el de preparación, el del partido en sí mismo y el tercer tiempo. Mencionaba que solo transitando esos tres pasos el jugador completa su formación como un verdadero hombre de rugby.
El “Primer tiempo” es el periodo que los jugadores le dedican al rugby durante la semana. Comprende los entrenamientos. Es la oportunidad de encontrarse con amigos para corregir errores. Señala que un buen “primer tiempo” es la base para construir un verdadero equipo de rugby.
El “segundo tiempo” lo representa el partido en sí mismo. Como dice Crabos es el tiempo de máxima diversión, pero también es el tiempo del desarrollo del carácter, del autocontrol y del sentido de equipo. Menciona que la condición más importante para encarar ese “segundo tiempo” del rugby es la actitud mental porque con una disposición mental adecuada, con seguridad se alcanzará el éxito, el cual no necesariamente esta medido en términos de un resultado, sino más bien en el placer que nos reporta el hecho de jugarlo, dándolo todo por el equipo y respetando a compañeros, adversarios y referee.
El “segundo tiempo” es el tiempo de la “batalla del rugby” y solo tiene sentido que se lleve a cado – dice Crabos – si los que forman parte de ella son personas educadas en los principios y tradiciones de este juego.
El “tercer tiempo” es – a su criterio – el más importante y significativo de todos. Es el tiempo del reencuentro con el rival y el árbitro, luego de “la batalla del rugby”.
Crabos menciona que es el tiempo del agradecimiento mutuo por haberse ayudado a disfrutar del juego, es el tiempo del reconocimiento de alguna falta cometida y el momento de limar cualquier aspereza, el tiempo de las celebraciones, los tragos y los cánticos. Finaliza diciendo que en el tercer tiempo conocemos a la persona que encierra al jugador con el que acabamos de competir duramente.
Así se forjan lazos de amistad que duran para siempre. No participar del tercer tiempo es no haber entendido el juego, por más grandes que sean las condiciones exhibidas durante el partido; más aun, no se habrá gozado plenamente de la maravillosa aventura del rugby.
Finalmente refiere sabiamente que durante el primer y el segundo tiempo nos preparamos para ser “jugadores de rugby” y en el tercer tiempo completamos nuestra formación para ser verdaderos “hombres de rugby”.
Por Sebastián Perasso
(Autor de la serie de libros Rugby Didáctico)
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