El Golpe Militar acabó con la carrera deportiva de cerca de 100 atletas federados de todo el país. El Rugby se llevó la peor parte con 23 secuestros y casi todo el plantel del seven de La plata R.C.
El 24 de marzo de 1976 Isabel Perón fue detenida y trasladada a Neuquén. La Junta de Comandantes asumió el poder, integrada por el teniente Gral. Jorge Rafael Videla, el Almirante Eduardo Emilio Masera y el brigadier Gral. Orlando R. Agosti. Designó como presidente de facto a Jorge Rafael Videla. Dispuso que la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea compondrían el futuro gobierno con igual participación. Comenzó el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”.
En este marco social desaparecieron muchos argentinos, algunos de ellos deportistas prestigiosos del país. Lo más tremendo que pasó a los deportistas desaparecidos es que no se les permitió el futuro, porque tenían una importante formación educativa y un compromiso social, barrial o partidario que se contradecía con la ideología del régimen militar.
La “desaparición” fue la fórmula más siniestra de la “guerra sucia”: el “objetivo” era secuestrado (“chupado”) por un comando paramilitar (“grupo de tareas” o “patota”) donde, convertido en un número, y sin ninguna garantía legal, quedaba a merced de sus captores. La desaparición de personas fue un programa de acción, planificada con anticipación, estableciéndose los métodos por los cuales llevarlo a la práctica: arrojando a los “desaparecidos” al Río de la Plata (previa aplicación de sedantes) desde aviones o helicópteros militares y en fosas comunes; fusilamientos y ocultamientos de cadáveres, sin ningún tipo de identificación.
Es posible que la nómina de deportistas desaparecidos durante la última dictadura se actualice en el futuro con otros aportes. En Deporte, desaparecidos y dictadura (Ediciones Al Arco) de Gustavo Veiga, son veintiséis y la mayoría jugaba al rugby en San Luis, Los Tilos y universitario, todos equipos de La Plata y su zona de influencia, una de las áreas del país más castigadas por la represión ilegal.
A través de distintos artículos, Veiga va reconstruyendo las historias del atleta Miguel Sánchez, del tenista Daniel Schapira, del puntero de Huracán de Tres Arroyos Carlos Alberto Rivada y del rugbier Santiago Sánchez Viamonte: “están desaparecidos pero sobre todo están en un partido, en una carrera, en una tribuna, en una emoción, en la vida”, señala Ariel Scher en el prólogo del libro, que fue declarado de interés por la secretaría de Deportes de la Nación.
Todos estaban incluidos en la categoría de “enemigos de la nación”. La metodología implementada consistió en la desaparición de personas, las cuales en realidad eran llevadas a centros clandestinos de detención, operados por las FFAA, donde se los sometía a interrogatorios basados en tormentos físicos.
Historia de Daniel Schapira: un hijo que averigua sobre su padre. Justamente ahí, en el CENARD, una placa recuerda el “tenista y militante popular detenido y desparecido por la última dictadura militar”. “A partir de que la Secretaría de Deporte instaló esa placa, fui reconstruyendo la historia de mi papá a partir de los datos y de las anécdotas que me fue contando la gente que lo conoció en vida”, agregó el joven de 27 años.
Su padre, que nació el 18 de octubre de 1950, desapareció el 9 de abril de 1977 tras ser secuestrado por un grupo de tareas cuando viajaba en un colectivo por San Juan y Boedo. Un año después, fue secuestrada su esposa (aún desaparecida) junto a su bebé, quien nació ocho meses después de la desaparición de Daniel y finalmente fue devuelto a su abuela materna.
Conmemorando el nacimiento de Daniel padre, este año se presentó un proyecto de ley impulsado por el diputado nacional Ariel Basteiro para instaurar el 18 de octubre como el día del profesor de tenis. “Está claro que ahora hay voluntad política por parte del Estado para recordar a todos los desparecidos, y eso es muy importante”, expresó ante aquella iniciativa el hijo del desaparecido tenista. Hasta Guillermo Vilas, quien conocía a Schapira del club Gimnasia y Esgrima y hasta llegó a comer con él cuando se jugó un Abierto en ese lugar, se detuvo alguna vez ante la placa para leer la leyenda. “Además recuerdo a su hermano, el Topo, con quien he tenido más contacto”, había dicho en aquella oportunidad.
La historia de Miguel Sánchez y Adriana Acosta
Piccioni, quien trabaja en el diario La Gaceta Dello Sport, conoció la historia de Sánchez a través de la aparición de la nota de Scvher y Pochat en la edición digital de Internet del matutino porteño, y viajó a Buenos Aires para realizar una investigación sobre el tema.
Piccioni tomó contacto con familiares y compañeros de Sánchez e inició un trabajo que luego de seis meses desembocara en la publicación del libro “La corsa di Miguel” (“La carrera de Miguel”).
Piccioni impulsó, además, la organización de una prueba atlética, también denominada “La carrera de Miguel”, por las calles de Roma, destinada a rendir tributo a Sánchez y a los desaparecidos argentinos.
La primera carrera se realizó el domingo 9 de enero del 2000 y participaron 353 corredores que llevaron en sus pechos la imagen del rostro de Sánchez y en sus espaldas las reproducción del poema “Para vos atleta”, que escribió el propio Sánchez en diciembre de 1977 y que publicó el diario brasileño Gazeta de San Pablo el 31 de ese mes. “Es increíble ver la cara de Miguel por todas partes”, dijo Elvira Sánchez (hermana de Miguel), que en cada carrera ve cómo se reivindica la memoria de su hermano en las calles de Roma y Buenos Aires, así también cómo una buena parte de los medios de comunicación argentinos que por cada carrera se hacen eco del tema.
Hoy se sigue corriendo en Roma y se espera reunir más de 2000 corredores, la misma edición se viene haciendo por las calles de Buenos Aires, de la cual a modo de homenaje quedan invitados a participar a todos los corredores de la Argentina que tienen memoria.
Adriana Acosta la primera deportista desparecida de la que se conocen datos fue una jugadora de hockey de Lomas, que llegó a integrar la selección argentina mucho antes de que se impusiera la actual denominación de Leonas. Teresa compañera de equipo, La Madres, y Leticia, la hermana, recrearon la vida de Adriana.
La jugadora de hockey corría sobre el césped a la par de esa joven sensible y solidaria de la alumna prodigiosa que el colegio Balmoral se sacaba casi siempre la nota más alta. Tenía 22 años cuando un grupo de tareas la secuestró en una pizzería de Francisco Beiró y Segurola, una esquina de Villa Devoto, a las 3 y media de la tarde.
Adriana Inés Acosta le había dedicado casi la mitad de su vida al deporte que aprendió en la primaria, y cuando la selección femenina no imaginaba los éxitos de esta época, ni el apodo que sería su maraca registrada, era ya una Leona. Por su compromiso arrollador hacia los demás y porque vistió, tanto en juveniles como en el seleccionado mayor, la misma camiseta con la que hoy despliegan su talento en una cancha Luciana Aymar, Magdalena Aicega y Soledad García. Ella es la primera deportista desaparecida de la que se conocen datos fehacientes; los demás son hombres.
Carlos Rivada, un delantero de Huracán de Tres Arroyos , fue el único futbolista profesional desaparecido durante la última dictadura militar.
Rivada “era uno de esos wines que vivía en armonía con la raya de cal, un puntero derecho que, al decir de ciertas voces, hoy podría jugar en la Primera de Huracán de Tres Arroyos”. Rivada jugó el último partido de su vida contra Estación Quequén, el campeón de Necochea, la noche de su desaparición.
“En la madrugada del día siguiente, el 3 de febrero de 1977, la enfermera María Rosalía Fernández halló abandonados a un chico de tres años y a una beba de sólo cuatro meses en la puerta del Hospital Pirovano de la ciudad. Eran los hijos de Rivada y su esposa, María Beatriz Loperena, nacida en un pueblo vecino: González Chaves”.
El club Huracán se dirigió por escrito al comandante V Cuerpo de Ejército, el General Osvaldo René Aizpitarte, para requerirle información sobre el paradero de su futbolista. Rivada tenía 27 años cuando le tomaron por asalto su casa. En los archivos de la Conadep, Carlos Alberto Rivada figura con el número de legajo 4345 y la inscripción de que nunca pasó por un centro clandestino de detención.
Por todo lo dicho anteriormente, se puede asegurar que lo más tremendo que pasó a los deportistas desaparecidos es que no se les permitió el futuro, porque tenían una importante formación educativa y un compromiso social, barrial o partidario que se contradecía con la ideología del régimen militar, es por esto que fueron desaparecidos, pero a pesar de lo sucedido, hoy en día miles de jóvenes se dedican al deporte pero no abandonan sus ideales de una sociedad más justa, solidaria y “con memoria”.
Fuente: MDZ.com.ar
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