Tras una difícil temporada de novato y una conversación con su esposa, quien lo aconsejó: “simplemente ve y diviértete”, Savea redefinió su enfoque. Desde 2018, volvió a entrenar con pasión, transformándose en la potencia mundial que es hoy.
A pesar de su éxito, Savea mantiene la humildad de “nunca” haber alcanzado su mejor momento y reconoce los desafíos físicos de la edad, pero confía plenamente en su “juego mental” para seguir compitiendo al máximo nivel. Su historia es un poderoso testimonio de resiliencia y el valor del apoyo personal.
La frustración de no ser elegido para jugar, algo a lo que no estaba acostumbrado, lo llevó a un límite. “Fui terco”, admitió. La temporada baja fue crítica: “Le dije a mi esposa que quería irme de Nueva Zelanda, y casi llegué al punto de querer dejar el rugby. Ya no lo disfrutaba”.
La clave, según Savea, fue una conversación con su esposa. Su consejo fue simple pero transformador: “¿A quién le importa la selección, los entrenadores, los jugadores? Simplemente ve y diviértete”.