El entrenador del reciente campeón del Argentino de Mayores, Buenos Aires, sufrió un asalto con golpes incluídos en Bella Vista. Su hermano fue asesinado en un robo.
Un hecho desgraciado vivido hace diez días lo ayudó a guardar la calma y actuar con tranquilidad ante la violencia de tres precoces ladrones armados. El 24 de marzo último asesinaron a uno de sus siete hermanos; anteayer, el entrenador de la selección de Buenos Aires de Rugby, Eduardo Fernández Gill, sufrió en carne propia la inseguridad en su casa de Bella Vista, en el partido bonaerense de San Miguel. Durante 20 minutos su vida y la de su familia estuvieron a merced de los ladrones.
"La seguridad es una cuestión de Estado. La inseguridad es un problema de todo el país, no sólo del Gran Buenos Aires y de la Capital. Por mi profesión viajo al interior y me entero de que hay robos en todos lados", dijo Fernández Gill, de 49 años, reciente ganador con la selección de Buenos Aires del 63er. Campeonato de Rugby.
No fueron días fáciles para Fernández Gill. El 24 de marzo pasado asesinaron de dos balazos a su hermano Enrique, de 46 años. Con la ayuda de sus jugadores de la selección de Buenos Aires pudo concentrarse para jugar la final.
Anteayer, a las 11, cuando salía de su casa situada en Zapiola al 200, en Bella Vista, se cruzó con tres ladrones armados, de entre 15 y 17 años.
Al principio no pensó que eran delincuentes. Uno de los menores vestía un delantal blanco y otro llevaba en sus manos útiles escolares.
"Tiraron la bicicleta al suelo, me apuntaron con las armas y me obligaron a darles todo. Les entregué unos 500 pesos y un reloj deportivo. Pero no se conformaron y me dijeron: «Vamos adentro o te quemamo». Los tres estaban muy sacados", recordó a LA NACION Fernández Gill. Dentro de la casa estaban su mujer, Elena Pastrana; su hijo Matías, de 21 años, y la empleada doméstica.
Una vez dentro de la casa, los ladrones obligaron a permanecer a todos boca abajo en el comedor diario.
"Me gritaban y me preguntaban dónde tenía dinero. Por suerte y de casualidad tenía unos 3000 pesos para cancelar el crédito de un automóvil. Les dije que la plata estaba en mi cuarto, pero no la encontraban. Entonces me pegaron un culatazo con el arma en la cabeza. Estaban muy violentos", afirmó el entrenador de rugby.
A pesar de que ya tenían los 3000 pesos, los precoces y violentos delincuentes querían más plata. "Me preguntaban si estaba por venir alguien. Yo les dije que estaban por llegar mis hijas y un plomero. Me contestaron que si entraba alguien lo quemaban."
Al final, los delincuentes se fueron. "La policía se portó muy bien, llegaron cuatro patrulleros en tres minutos. Creo que por lo que pasó con mi hermano pude controlar la situación. En todo momento traté de estar tranquilo", agregó Fernández Gill.
"Lo que pasó en mi casa no tiene nada que ver con el homicidio de mi hermano. Fueron dos hechos distintos", concluyó el rugbier.
Fuente: Por Gabriel Di Nicola – De la Redacción de LA NACION