Como sucedió en las últimas dos temporadas, el título del top 16 quedará en manos de argentinos; los rugbiers de nuestro país causan sensación en una de las mejores ligas del mundo; ellos explican los motivos de este suceso.
PARIS A mediados de marzo, durante una sesión de entrenamiento de los Pumas sin un compromiso internacional cercano, Ignacio Corleto se lesionó el ligamento cruzado de la rodilla izquierda, y ese nuevo percance lo dejó fuera de las canchas por el resto de la temporada.
Notificado Max Guazzini, presidente de Stade Français, de la significativa pérdida para su club, puso el grito en el cielo: “Aprendí la lección; nunca más voy a contratar jugadores argentinos, porque siempre tenemos problemas”. Pero la frágil sentencia del excéntrico magnate parisiense enseguida se desintegró, pues para ocupar la plaza del lastimado ex back de CUBA, el bicampeón francés contrató a Lucas Borges, wing de Pucará y el seleccionado nacional, completando así un sexteto de hombres de nuestro país en el plantel conducido por Fabien Galthié.
Este hecho, anecdótico en todo sentido, no hizo más que oficializar una percepción contundente, que desde hace tiempo estaba en evidencia: Francia reconoce y siente una particular atracción por los rugbiers argentinos. No por casualidad en el certamen que está a punto de concluir participaron 39 jugadores de nuestro país, distribuidos en los 16 clubes; solamente dos conjuntos (Auch y Narbonne) no tuvieron criollos en sus planteles.
Pero la presencia no sólo ha sido meritoria desde el dato cuantitativo, sino también desde la trascendencia. En los cuatro protagonistas de las recientes semifinales del Top 16 hubo aporte Puma. Stade Français es el equipo con mayor cantidad de argentinos; cuenta con Agustín Pichot, Juan Hernández, Ignacio Corleto, Rodrigo Roncero, Gonzalo Quesada y Lucas Borges. En Biarritz, el otro finalista, juegan Federico Martín Aramburú y Martín Gaitán; Omar Hasan representa a Toulouse, y en Bourgoin están Augusto Petrilli, Miguel Ruiz, Federico Pucciariello y Matías Albina.
Este fenómeno tiene una interpretación que los propios involucrados describieron con conocimiento de causa. “El interés por los jugadores argentinos nace porque los franceses nos respetan mucho y por eso también nos dan la prioridad para ser titulares. Además, existen algunas semejanzas en la idiosincrasia; nosotros nos adaptamos sin problemas a otros ambientes, algo que no pasa con el resto.
“El otro tema que influye es el enorme compromiso que los argentinos tenemos por el juego. El argentino siempre rinde. No dejamos nuestras familias, amigos, el club de toda la vida sólo por un interés económico. Venimos a Europa buscando evolucionar como jugadores y, por eso, nuestro esfuerzo está dirigido hacia eso. No venimos a pasar el tiempo. Eso marca una diferencia en este ambiente”, explicó Agustín Pichot, que va por su segunda temporada en París.
En la capital francesa, convocados por LA NACION, se juntó la minicolonia Puma en la terraza de Trocadéro, centro neurálgico de encuentro, de cara a la Torre Eiffel, y allí se analizó el prestigio que los deportistas de nuestra tierra han conseguido en uno de los torneos más exigentes del mundo.
Gonzalo Quesada desembarcó aquí en enero de 2000 (antes estuvo en Narbonne y Béziers) y su visión tiene otra amplitud: “No es un caso menor el hecho de que la primera camada que vino a Francia, allá por 1996, anduvo muy bien y nos abrió la puerta a los demás. Aunque después del Mundial de 1999 todo el mundo puso los ojos sobre los rugbiers argentinos. Por supuesto que el rendimiento dentro del campo es decisivo, pero los entrenadores también ven otras virtudes. Venimos de una formación amateur, con valores de sacrificio, de respeto, de sumar para el equipo, que pesan a la hora de elegir. Formar parte de este torneo es una oportunidad espectacular para todos nosotros; entonces, cuidamos mucho eso y nos esforzamos al máximo para dar lo mejor. Esa actitud es la que consideran.”
Después de una satisfactoria experiencia en el Gloucester inglés, Rodrigo Roncero consiguió en Francia un nivel muy superior. Según el ex pilar de Deportiva Francesa, eso tiene una explicación: “En Inglaterra estaba bien, pero acá empecé a pasarla mejor. Estar con amigos, divertirme un poco más, te cambia la predisposición. Eso enseguida se reflejó en mi juego.” En cuanto al secreto del éxito, Roro indicó: “La fórmula esencial es el amor por el rugby. A nosotros nos va bien porque tenemos incorporada otra filosofía; nos matamos por jugar, no nos bajamos de los partidos por cualquier dolorcito, una actitud común entre quienes crecieron bajo los parámetros del profesionalismo”.
Ignacio Corleto encontró otras razones: “Cuando vine a Francia tenía la idea de que me iba a encontrar con un nivel superior y, la verdad, me llamó la atención el grado de calidad de los franceses. En comparación de destrezas y habilidades no existen diferencias entre los que llegan de la Argentina, la única disparidad se ve en lo físico. Pero eso se da sólo por una cuestión de que con el profesionalismo la dedicación es absoluta. Cuando las condiciones de equiparan, no se hace difícil sobresalir. Cuando un argentino, con sus calidades naturales, tiene una preparación profesional, en un contexto profesional, alcanza su mejor estado. No me sorprende que las cosas se den como se dan”.
El último en acoplarse a la troupe parisiense fue Borges, y sobre su proceso de adaptación manifestó: “Llegué hace dos meses y ya jugué cinco partidos de titular y otro en el segundo equipo; eso es bastante para lo que me imaginaba. La verdad, me adapté bien y en eso, sin duda, mucho tuvo que ver la presencia de los chicos, que tienen un peso importante en la estructura del plantel. Era un desafío muy grande para mí venir a este club, y esas condiciones me sirvieron como un respaldo inmejorable”.
Por Santiago Roccetti (Diario La Nación)