Nació hace tres años y cada vez suma más jugadores. Se declaran “transformadores” y con la misión “de luchar contra la homofobia, violencia y discriminación”. Pasá y conocelos.
La sociedad avanza y parecería que, en general, el deporte no llega a seguirle el ritmo. A esta altura del Siglo XXI no debería sorprender a nadie ver a dos hombres besándose en una plaza o a una mujer trans en un bar. Sin embargo, continúa siendo poco frecuente ver a futbolistas profesionales abiertamente gays, o a tenistas, basquetbolistas, etc. El rugby, por supuesto, no es la excepción. Aunque, un poco como consecuencia de la necesidad de un espacio y otro tanto como herramienta de lucha, la práctica de la ovalada tiene al primer club de rugby de diversidad sexual de América Latina: Ciervos Pampas. O al menos así se describen ellos mismos en sus redes sociales. “Nace de un grupo de amigos gay que querían jugar con la guinda. Cuando se arma el equipo, empezamos a cuestionarnos qué significaba estar en este espacio. Queríamos problematizar la discriminación, la violencia y la homofobia. Muchos de nosotros mismos estábamos ahí porque no habíamos tenido la posibilidad de disfrutar del deporte cuando éramos niños y adolescentes. Por la heteronorma de los espacios del deporte. Por eso empezamos a profundizar esto. Y de ahí nace la escuela de derechos humanos”, le cuenta a Olé Caio, brasileño que hace siete años vive en Argentina enamorado de Buenos Aires y uno de los directivos del club. Así comienza una travesía que ya lleva tres años y que cada vez más suma más jugadores: “Nos anotamos en un torneo de la URBA y empezamos a tener agenda, partidos, a entrenar un montón…. Las dos cosas suceden en simultáneo, la escuela de DDHH y el deporte. Seguimos participando de amistosos, compitiendo y con la escuela que es la que orienta nuestros valores a los que le incorporamos todos los del rugby”.
-¿Y cuáles son esos valores a reivindicar hoy que está tan bajo la lupa el rugby?
-Son cinco valores básicos: la integridad, solidaridad, el respeto, la disciplina y la pasión. Después hay que ver cómo se aplican e interpretan esos valores. Nosotros no podemos hablar de otros equipos o clubes, pero sí que tomamos esos valores y los ampliamos: queremos que se incorpore la diversidad. El rugby en cancha te permite diversidad física: podés ser alto, bajo, gordo, flaco y tenés un lugar en un equipo. Hay más intelectuales, más fuertes, más rápidos, de todo. Nosotros levantamos la bandera de la diversidad sexual, pero proponemos la diversidad desde un sentido amplio. Y cuando pienso en diversidad lo hago como antónimo a lo hegemónico.
-¿Creés que Ciervos Pampa es una consecuencia de una falencia de la sociedad o del deporte?
-Sí y no. Nosotros no somos un espacio inclusivo, somos un espacio transformador. Es decir, Ciervos es un lugar de contención y muchos compañeros de la comunidad LGBT se sienten cómodos, sí. Por eso tuvimos toda la labor que tuvimos. Pero no somos un equipo gay. Somos un equipo que tiene una misión que es combatir la homofobia, la violencia y la discriminación. Y no hace falta ser gay para defender esa bandera. No somos excluyentes. Los heterosexuales pueden participar de Ciervos Pampas y hubo un montón. Pero no estamos excluidos en el rugby ni en la sociedad. Cuando decidimos jugar un torneo, hicimos lo que hacen todos los clubes: juntamos jugadores, compramos la indumentaria, conseguimos la plata y nos inscribimos.
-¿Te ha pasado a vos o a algún compañero tuyo que se haya tenido que ir de un club por ser víctima de discriminación?
-Otros compañeros jugaron en clubes de rugby. Hay chicos que se fueron de su experiencia anterior justamente por vivir en ese ambiente heteronormativo o hegemónico donde está la homofobia. Algunos la pasaron mal en esos lugares y otros ser fueron por no querer ser parte de una dinámica que está establecida. Te doy un ejemplo: si vos estás en un lugar donde todo el tiempo gritan ‘puto, puto, marica’… yo ya lo resignificó desde otro lugar. Porque tengo años de militancia y lo tengo resuelto. Pero muchas personas esto no saben cómo enfrentarlo. No tienen por qué, claro. A un compañero le preguntaban cosas del tema todo el tiempo cosas o le hacían chistes hasta que en un momento les dijo que tenía que gastar mucha energía para defender lo obvio. Y a veces ni siquiera es verbal: es la postura, cómo miran al otro con desprecio.
-¿Y desde las instituciones? ¿Sienten el apoyo?
-Hicimos lo mismo que los demás equipos y nunca tuvimos un problema ni un rechazo. No creo que haya una bajada de línea de ningún club de ‘traten mal a los putos’. No lo creo ni lo voy a creer. Sí nos encontramos con posturas homofóbicas en algunas personas que nos mandaron a jugar con las muñecas. Pero hay un compromiso contra la discriminación hasta en los reglamentos. Hay que profundizar estas posturas pero en el rugby y en otros deportes. Vivimos en una sociedad machista, patriarcal y se replican estas lógicas. Venimos a hablar de esto que algunos no quieren hablar. Sin arrogancia pero con vehemencia.
-Tomaron posición y sacaron un comunicado respecto a lo que sucedió con el asesinato de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell (NdeR: Un grupo de diez rugbiers lo mató a golpes a la salida de un boliche). ¿Cuál es tu postura?
-No somos especialistas para hablar de lo que pasó. Estamos consternados como toda la sociedad argentina. Sucedió un asesinato en un lugar público, lleno de gente. Desde mi punto de vista hay un nivel de impunidad muy alto. Para hacer una cosa así frente a todo el mundo, en la calle… es manejar mucha impunidad. También esto de acusar a alguien que ni siquiera estuvo en el hecho. Que la justicia actúe. Un hijo asesinado por diez personas en la calle al que le gritaban “te vamos a matar negro de mierda”… no quiero ni imaginarme cómo debe estar su familia. Y como sociedad fallamos en todo. No es el rugby. Es usar el rugby para cubrir los males de la sociedad, de una sociedad cada vez más violenta. Nos sirve para replantear muchísimas cosas pero no debería suceder que tenga visibilidad por lo que pasó. Hay un debate que está pasando para arrinconar al rugby en un caso que no es culpa del rugby, sino de una sociedad que utiliza a una disciplina deportiva para usar la violencia.
-Y sin embargo son repetidos los casos de rugbiers a trompadas en grupo a la salida de los boliches o de “rituales” casi perversos cuando los jugadores llegan a Primera. ¿Eso no es como una bajada de línea violenta dentro de los clubes?
-No hay una bajada de línea institucional. Pero tampoco se puede hacer la vista gorda con los excesos. Hay un montón de historias, entonces, mínimamente, algo hay. Y se hace la vista gorda. Nosotros no nos cagamos a piñas ni rompemos ortos, disfrutamos del orto en todo caso. Te doy un ejemplo: hay una marca que mejor ni nombrarla que utiliza la publicidad del rugby violento, hegemónico. Si esa marca vende por eso, es que hay gente que se identifica y compra el producto. Nosotros rechazamos esa imagen, esa publicidad y esa lógica comercial. Rechazamos que todos seamos considerados en esa imagen caricaturesca del rugby. Eso por un lado. Por el otro, hay que hacerse cargo y cambiar. Si hay rituales violentos y están aceptados, no hay que aceptarlos más. Se necesitan espacios para reflexionar.
*Ciervos Pampas se entrena tres veces por semana en Parque Avellaneda y, para formar parte, se los puede contactar por las redes sociales. @ciervospampas en Instagram, en Facebook o por mail en [email protected].
Por Sebastián Díaz
Olé.com.ar