Scott Robertson y su staff técnico (Jason Ryan y Scott Hansen) buscan evitar los fantasmas del pasado, como la crisis de lesiones que sufrió Nueva Zelanda en el Mundial 2011, donde Stephen Donald fue llamado de urgencia para definir la final.
En su última convocatoria, hubo nombres fuertes que quedaron fuera como Ethan Blackadder, Dalton Papali’i y David Havili, lo que generó debate en el ambiente del rugby neozelandés. Sin embargo, Robertson y Ryan dejaron abierta la puerta para un posible regreso de Blackadder durante el Rugby Championship o la Bledisloe Cup.
Uno de los puntos destacados fue la elección de Brodie McAlister, hooker sin caps internacionales, por delante de George Bell, debido a la necesidad de contar con “cuatro o cinco jugadores de calidad por puesto”, según explicó Jason Ryan.
Además, la apuesta por Samipeni Finau como tercera línea confirma el enfoque: jugadores jóvenes, con capacidad en el lineout y con proyección a futuro. Ryan elogió el trabajo del flanker de los Chiefs, especialmente por su rendimiento en la gira por Europa y su capacidad defensiva frente a rivales físicos como los Springboks.
Wallace Sititi, Ardie Savea y Luke Jacobson completan una tercera línea con potencia, movilidad y experiencia, a la espera de definir combinaciones para los test frente a Francia y en el Rugby Championship.
El plan es claro: los All Blacks buscan asegurar fondo de armario, flexibilidad táctica y una mayor resistencia ante las inevitables lesiones que puedan surgir en el camino hacia Australia 2027.
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