La cumbre de su carrera fue el inicio de la debacle. Los Pumas se despedían de Inglaterra 2015 con un notable cuarto puesto y en la sala de prensa del estadio Olímpico de Londres, Daniel Hourcade exudaba optimismo. Consultado por LA NACION sobre las dificultades que avizoraba ante los cambios que se avecinaban, se limitó a responder que no advertía inconvenientes, que el plantel era joven pero tenía una base sólida y la nueva realidad no hacía más que reforzar el camino que tenía como destino: Japón 2019. Pelearle la supremacía a los All Blacks era el sueño.
Ese diagnóstico fallido, acaso edulcorado por el éxito, fue el primer error que desembocó, dos años y ocho meses después, en la salida anticipada del tucumano. La derrota del sábado ante Gales, la 21ª en los 27 partidos que sucedieron a aquel ante Sudáfrica por el tercer puesto en Stratford resultó el epílogo de un ciclo que marcó un antes y un después para el rugby argentino, pero que no llegó a la plenitud.
Desde el momento en que Hourcade asumió la conducción, en junio de 2014 (en noviembre anterior había dirigido interinamente), le imprimió a los Pumas una dinámica revolucionaria. Apostó fuertemente por el juego de ataque, a tono con la tendencia que se imponía a nivel mundial, y por los jugadores que había dirigido en Pampas XV. Aduciendo que el proyecto apuntaba a llegar al Super Rugby con un plantel competitivo y que el objetivo final era el Mundial 2019, marginó a históricos como Patricio Albacete y Marcos Ayerza y le sacó la capitanía a Juan Fernández Lobbe para otorgársela a Agustín Creevy.
En los dos primeros partidos, ante Irlanda, los Pumas ya mostraron una idea distinta y empezaron a asomar jugadores que serían claves en el proceso: Landajo, Sánchez, Tuculet, Lavanini, Tetaz Chaparro. La caída en el tercer juego de la serie ante una Escocia diezmada sería una premonición: la ponderación de la forma por sobre el resultado (Hourcade rotó la formación para probar jugadores antes que poner todo para ganar) y la incapacidad de hacer pie cada vez que la vara se elevaba.
El equipo que alcanzó su punto máximo en Inglaterra 2015, pero luego subestimó la dificultad que entrañaba el ingreso al Super Rugby sin un núcleo de líderes experimentados (Fernández Lobbe, Ayerza, Bosch, Imhoff, Figallo). La creación de Jaguares suponía tener a todo el plantel a disposición durante el año jugando el mismo estilo de rugby, lo que se esperaba que potenciaría el rugby total que pregonaba Hourcade, que tenía control indirecto de la franquicia que dirigía Raúl Pérez. Sin embargo, en los dos primeros años Jagaures no se pudo adaptar a la nueva exigencia y las derrotas se prolongaban en los Pumas, que debían enfrentarse una y otra vez a los mejores. El proyecto fue perdiendo sustento.
Allí estuvo el segundo error de Hourcade. En pos de priorizar el juego de ataque se fueron perdiendo las bases sobre las que históricamente se asentó el rugby argentino: defensa, scrum, optimización de la pelota. Para el Rugby Championship de 2017, los propios jugadores comenzaron a cuestionar públicamente el camino elegido para la ruta hacia Japón.
La llegada de Mario Ledesma a Jaguares significó un gran impulso, ya que les devolvió a los jugadores las herramientas fundamentales y la confianza para competir de igual a igual con los mejores. Hourcade tenía todo para capitalizar el envión ganador ante un seleccionado de Gales que llegó sin sus principales figuras, pero los dos traspiés desnudaron que la sintonía entrenador-jugador se había perdido. “El mensaje ya no les llega”, aceptó el tucumano. Y el proyecto se quedó a mitad de camino.
Los más y los menos
Desde que asumió la conducción en octubre de 2013, Daniel Hourcade dirigió a los Pumas en 53 Test Matches, con 15 victorias y 38 derrotas. Su debut se produjo en Twickenham, con derrota ante Inglaterra, un equipo que resultaría un karma en su ciclo: en cinco enfrentamientos, no lo pudo vencer nunca, ni siquiera cuando vino a la Argentina el año pasado sin sus principales figuras.
De las potencias, el equipo con el que mayor éxito tuvo fue ante Francia, al que superó en dos de los tres duelos, y finalizó invicto ante Italia en cuatro cruces. El rival al que más veces enfrentó fue Sudáfrica: nueve choques. En su mandato se lograron las dos primeras victorias en la historia, en Durban 2014 y en Salta 2016. También estuvo a cargo en el primer éxito que se consiguió en el Rugby Championship, ante Australia en 2014. En cambio, le quedó el estigma de poder derrotar a los All Blacks, equipo ante el que cayó en los ocho enfrentamientos.
Por: Alejo Miranda
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