El Bordó llegó por primera vez a la final, luego de empatar con el SIC (6-6); avanzó por su mejor ubicación en el certamen; los errores de los pateadores fueron clave: Piccaluga falló 3 penales, pero Serra no acertó 6 y los Zanjeros se hundieron en la desazón. Tensión en niveles máximos, y la agónica clasificación histórica de Newman que, por primera vez, estará ante la posibilidad de pelear por el cetro. El sexto penal de Serra desviado en el último suspiro, unos minutos después de otro que estrelló en un poste, desató la locura de la multitud bordó, mayoría entre los 10.500 espectadores que colmaron la Catedral. El León de Benavídez rugió con el empate 6-6 ante el SIC y pasó a la final por haber terminado más alto en el Top 14 (se ubicó segundo, y su rival, tercero).
El aplomo de los Zanjeros se volvió moneda corriente en los primeros veinte minutos, con un pack haciendo valer su carácter. Ese virtuosismo se advirtió en un par de situaciones puntuales: a poco del comienzo robó un scrum y luego se quedó con dos lines ajenos. Un poco más consistente en lo grupal, al SIC se lo vio seguro, mientras que los de Benavídez no resolvían sus nervios. Una de las razones que tuvieron a maltraer al Bordó fue la imposibilidad de tener a disposición pelotas limpias.
Sin embargo, Newman se recompuso a partir de su sacrificio y la vocación para estar siempre disponible para solucionar cualquier equivocación. Así, con gran esfuerzo, se puso en carrera. Primero logró escaparse Gosio ?luego sufrió una fractura de clavícula?, y esa acción derivó una clara situación de peligro, que por milímetros no se concretó en try (O?Connor y Cordone no llegaron a apoyar). Los pateadores también quedaron involucrados en los desaciertos, Piccaluga falló dos intentos en el primer capítulo y uno en el segundo ?a 2 minutos del cierre?. La negativa estadística de Serra, en cambio, fue más grave. En el reinicio erró dos envíos muy accesibles, y la noche negra del capitán sanisidrense conspiró con las posibilidades de su equipo; sin duda, los seis penales malogrados resultaron determinantes, así como la falta de recursos que mostró para sobreponerse a la impenetrable defensa.
Por Nicolás Balinotti
De la Redacción de LA NACION