En el Mundial que finalizó hace algunas horas hubo sorpresas. Una fue la clasificación en el tercer puesto del Seleccionado Nacional Argentino de Rugby, también llamado Los Pumas. Sudáfrica fue el campeón.
En el Mundial que finalizó hace algunas horas hubo sorpresas. Una fue la clasificación en el tercer puesto del Seleccionado Nacional Argentino de Rugby, también llamado Los Pumas.
En una encuesta previa yo señalé que la Selección Argentina no pasaría a los cuartos de final. Fue, entre otras cosas, porque la Argentina históricamente corrió desde atrás; una de las característica culturales salientes del establishment siempre fue: Ellos (los otros, los de las otras naciones) son mejores, no se nos tiene que ni ocurrir vencerlos dijo siempre el cipayaje. O sea, no permitían que se intentara acercarse a los mejores.
Esa casta gobierna aún el rugby nacional y sudamericano. Así fue que los adversarios mejores, o sea los países centrales (del hemisferio que sea) como sucedió a partir de los 70, tomaron tal impulso en la actualización del juego y de la infraestructura para hacerlo crecer sin pausa, que dejaron a nuestro país cada vez más lejos, esto insisto- en todos los órdenes. En estas playas -lo dicho- de la mano del establishment y de la comparsa de operadores de turno, nunca se intentó actualizar el juego de rugby; así fue hasta principios de los 2000, cuando la conducción del rugby nacional equilibró la mesa dirigencial pero que, lamentablemente, a los pocos años se desequilibró nuevamente con los efectos ya enumerados hoy hasta el cansancio.
Volviendo al Mundial, yo voté así, porque nunca pensé que el mundo rugbístico, el de los países centrales, se detendría, o disminuyera su dinámica. Ojo, considero que es el mejor Seleccionado Nacional Argentino de Rugby del que tengo memoria (llevo 53 años en contacto directo y continuado con este deporte). Pero el crecimiento de los otros está transitando una meseta ya exageradamente prolongada.
No hubo sorpresa; 27 fases continuadas en algún partido; permisividad de los árbitros (en especial en el suelo, en la final se agravó), todo calcado, previsible, con fallas técnicas impensadas, en ese aspecto la Argentina mostró el mayor progreso, y además agregó actitud (en el triunfo ante Francia por el tercer puesto fue contundente). A todo esto me pregunto: ¿qué le dirán a sus dirigidos los entrenadores de las divisiones juveniles de los otros tantos clubes del país que tuvieron viendo cómo los forwards en el maul o en el ruck empujaron en su mayoría con la panza, o que el receptor se pone adelante del portador, o cuando ven a un hombre de pie no asido a nadie en la línea media del ruck que están ganando sus compañeros, con lo que muestra con claridad que está adelante de los últimos pies de dicha formación?, esto entre otras muchas cosas.
En ese paisaje, el de la aptitud, descolló el mejor individual -también desde que tengo memoria- del Mundial: el argentino Juan Martín Hernández, pero que además movilizó al equipo, lo puso en campo adversario y lo hizo con la utilización de una técnica ciertamente brillante. Ubico en este aspecto, el de la técnica, en el punto que a mi entender debe reinar; sin la ortodoxia expuesta al máximo nunca los jugadores en particular, ni los equipos en lo global desarrollarán al máximo todo el potencial. Con el voluntarismo el camino se hace muy corto. En ese sentido -insisto con la técnica- me pareció brillante también el octavo argentino, Gonzalo Longo. ¿Y el Nani Corleto? ¡qué jugador!!!. En el resto de los equipos también los hubo, pero no fueron muchos. Aclaro que no vi todos los partidos, permítaseme entonces hacer la proyección.
Entiendo que el de la Argentina se trató de un grupo de jugadores, que, precisamente, debieron emigrar para de esa manera llevar al equipo nacional a las tapas de todos los diarios del mundo. Fueron terceros: MUY BUENO, realmente. Pero el país rugbístico no estuvo en Francia; hoy aquí en la Argentina, ni en la CONSUR, no aparece de parte de la dirigencia ninguna señal para hacer crecer al juego de rugby de manera integral. El entrenador, Marcelo Loffreda, también puso lo suyo, demostró que de un Mundial a otro, se interesó y estudió con responsabilidad y progresó, obvio.
Sospecho, por último, que el Comité Internacional, producirá cambios profundos en las reglas del juego ya que de otra manera se les caerá el negocio, también, de paso, el Comité de los Arbitros tendrá que crecer y volver a constituirse en la institución insospechable que fue.
El Mundial de ayer finalmente terminó siendo un luminoso circo y también una mesa del muestreo de los niveles reales de los distintos países (¡partido final con ausencia del try!!). En ese sentido resulta más interesante, y positivo por cierto, la serie de test match que se juegan en las ventanas de los calendarios anuales. Pero claro ¿qué se hace con las empresas y todo el andamiaje publicitario que produjeron?; ¡ah!, ellas, del juego de rugby no saben nada, es más creo que no les interesa. Eso, lo del juego, pasa por otro lado. Los encargados de movilizarlo, seguramente están compartiendo gin tonics y cervezas en la meseta.
Jorge Corto Mazzieri para CORDOBAXV