En 1995 Sudáfrica ganó el Mundial de rugby en la final disputada contra Nueva Zelanda en Ciudad del Cabo. La cosa no tendría más trascendencia si no fuera porque sólo unos años antes el equipo de rugby –formado casi íntegramente por jugadores blancos– era uno de los símbolos más odiados por la población negra de Sudáfrica.
Pero aquel partido, como relata el periodista John Carlin en El factor humà (La campana) cambió la historia del país y marcó la construcción de una nación.
El rugby es uno de los deportes de referencia de Sudáfrica. Según explica John Carlin, que durante años ejerció de corresponsal de prensa en este país, la importancia de este deporte es en Ciudad del Cabo de igual o de mayor intensidad que la de el fútbol en Brasil o Argentina. En su relato, Johan Carlin reconstruye a través de este partido que cambió la historia de Sudáfrica la personalidad y la “grandeza” de Nelson Mandela, el primer presidente de color después de 350 años de predominio blanco y de siglos de políticas de apertheid.
Con el Mundial de 1985 Nelson Mandela supo transformar un “símbolo de división” como era por aquel entonces el equipo de rugby nacional en un “instrumento de reconciliación”. Y es que, según relata Carlin, Mandela fue un “genio político”. Cuando se celebró el Mundial de rugby de 1995 Mandela llevaba apenas un año en la presidencia de Sudáfrica.
“Era un momento muy frágil en el que había la seria posibilidad de que brotara el terrorismo de extrema derecha”, dice el autor, que asegura que de haber sido así el país se habría desestabilizado sin ningún atisbo de duda. Pero Mandela planteó el Mundial como un “auténtico director de orquesta”. El autor relata en el libro publicado por La Campana que el líder antiaperheid convenció a los jugadores del equipo –todos blancos menos uno– de que adoptaran un himno nacional que, durante años, había sido el himno de protesta de la población negra de Sudáfrica. Los jugadores lo hicieron y con este acierto “dio la vuelta a la tortilla”.
Al ver la población negra que los jugadores del equipo nacional de rugby al que siempre habían odiado y asociado a un símbolo de la represión cantaban su himno no dudaron en dar su apoyo al equipo. Sudáfrica llegó a la final y durante el partido todo el estadio –también la población blanca de Sudáfrica– coreó el nombre de Nelson Mandela. No es de extrañar, pues, que uno de los momentos más emotivos del partido fue cuando el presidente Sudafricano entregó el trofeo de campeón del mundo de rugby al equipo nacional y lo hizo, y aquí radica la importancia del momento, vestido con la camiseta de la selección que durante años había sido odiada. “Fue una labor de hormiga cosechada durante un año”, explica John Carlin, que asegura que con aquella final culminaron 10 años de “intento de seducción del hombre blanco”, una tarea que inició con el ministro de Justicia durante su estancia en la cárcel y que le valió el favor y la admiración de muchos otros rivales políticos y personales.
En la página de Espartanos, la ONG que revolucionó las cárceles utilizando al rugby como herramienta de educación e inserción social para los presos, hay un video corto...
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