SilverStorm El Salvador al final se llevó ante el VRAC Quesos Entrepinares la gran fiesta del rugby: récord de asistencia y lección de deportividad.
No sólo Valladolid fue una fiesta. Todo el rugby español e incluso el mundial, empeñado en un plan global de crecimiento patroneado por World Rugby, disfrutó del espectáculo de Valladolid. Fue un partido, pero nada más y nada menos que un partido de rugby, con primer, segundo, tercer tiempo y también el poco reconocido tiempo -1, el previo. De hecho, Juan Carlos Pérez, el entrenador vencedor, dijo que este partido se había empezado a jugar hacía mucho tiempo, por parte de quienes habían puesto los cimientos del rugby en Valladolid. Pero de forma, más directa, la final de la Copa del Rey que jugaron SilverStorm El Salvador y VRAC Quesos Entrepinares comenzó bastante antes de la una de la tarde del domingo.
Tres horas antes, la Fan Zone estaba abarrotada, entre minis de cerveza -su cultura es consustancial al rugby, sin que se sepa de que su consumo haya causado jamás incidente alguno digno de mención- barbacoa, tenderetes, familias, colores albinegros (El Salvador), azules (VRAC) y no pocos kilts escoceses (los queseros de nuevo, que se declaran hermanados con los del ‘XV del Cardo’).
En las gradas de Zorrilla o cualquier campo en configuración futbolística, semejante masa hubiera aconsejado partido de alto riesgo, division de aficiones y gran despliegue de seguridad. Ayer, en Valladolid, entradas sin numerar y público mezclado en las tribunas desde dos horas antes del choque, como si quisieran vivir plenamente el momento en que su deporte recibía el reconocimiento de unas gradas pobladas.
Y no desertaron ni aunque en el minuto cuatro de partido descargó sobre Zorrilla una tromba de agua propia de algún trópico. Fue precisamente ese el momento en que Pérez salió del banquillo para seguir el partido a pie de césped: “Nunca había estado en un banquillo de fútbol y resulta que sólo se ven piernas”. Parecida falta de adaptación mostró Alberto García, autor del ensayo que decidió el partido: “Yo no he hecho esto nunca”, dijo tras sentarse con la medalla al cuello en la sala de prensa. “No haber ensayao”, le dijeron.
“El rugby es cada vez más atractivo y llegará a ser como el fútbol”, Esteban Roqué, ex jugador de El Salvador
En esas dos horas desde que entraron los primeros espectadores hasta que el VRAC realizó el saque inicial se vieron bocadillos métricos portados por varias personas, más minis de cerveza -presuntamente sin alcohol dentro del estadio- y much@s rugbiers -práctica paridad en las gradas- catequizando a espectadores menos versados sobre juego y normas de conducta. De que su apostolado tuvo éxito muestra fue el silencio absoluto cuando Gareth Griffiths y Sam Katz tiraban a palos. Ni siquiera cuando el chamizo Katz, con 13-6 y posicion favorable, ejecutaba el golpe de castigo que casi hubiera sacado del partido al Quesos nadie trató de descentrarle: respeto, básico en el rugby.
“He vuelto a Valladolid después de ocho años”, declara Esteban Roqué, ex jugador de El Salvador. “Me he encontrado con muchos viejos compañeros y rivales, y todos nos hemos saludado con el mismo afecto”. “Es que la gente tiene que comprender que el rugby tiene unos valores que trascienden al terreno de juego”, aclara Álvaro Abril, ex jugador y ex presidente del VRAC, que veía el partido junto a su viejo rival, “y aquí la gente viene a disfrutar. Que todos estemos juntos no es problema: es suma. Y rivalidad hay. Yo siempre decía que ElSalvador sufriese, pero no bajase, porque juntos nos hacíamos mejores”.
Marco Antonio Méndez, el ‘más viejo del lugar’
Le da la razón Marco Antonio Méndez, memoria del rugby vallisoletano, que entrenó con Pepe Rojo y con el padre Bernés, introductor del rugby en los años 60 y recuerda cómo habia que comprar los primeros ovales en Madrid y extremar el cuidado con ellos para que durasen: “Siempre hubo una opinión favorable a que se construyese un solo equipo, potente, con la unión de El Salvador y VRAC, pero el tiempo ha dado la razón a quienes pensaban que era mejor competir”.
Y la eterna pregunta ¿qué hace falta para que un deporte con este músculo despegue? Apoyo de los medios, patrocinadores… opiniones que se repiten. Abril apunta también a “directivos con sentido común, que reconozcan modelos que han triunfado en otros sitios y los apliquen”. Juan Carlos Martín Hansen, el triunfador presidente chamizo, sabe a qué se refiere: El Salvador ha debido hacer frente a una deuda de cientos de miles de euros. Se ha enjugado con un equipo sostenible a base de canteranos (manejan 500, como el VRAC), y fichajes compensados a veces proporcionándoles trabajos “para que al menos no les cueste”.
Ahora, queda el que esta fiesta sirva como motor del día después.
MARCA.com
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