Los Pumas invictos. Con triunfos épicos, lógicos y emocionantes. Y, lo mejor, con escalones por recorrer. El paso a paso en Francia de un equipo que va por más gloria.
Ahora que el abrazo de la gloria es una sensación naciente y que lo que se sugería imposible se hizo certeza, es un buen momento para repasar emociones y razones. Para recorrer ese camino reciente y exitoso. Para mirar escalón por escalón esta preciosa escalera rumbo al cielo. Para repasar tantas escenas que el tiempo juzgará imborrables…
Los Pumas ya están en las semifinales del Mundial por primera vez en la historia. Es también el primer outsider (no participa del Tres Naciones ni del Seis Naciones) en llegar a tal instancia, en la que ahora enfrentará a Sudáfrica, el domingo, en esta París que tan bien le sienta.
Y en este camino Argentina ganó todos sus partidos. Así es uno de los dos invictos de esta Copa del Mundo en la que, por ejemplo, ya no están los All Blacks el seleccionado número uno del ranking de la IRB ni los Wallabies, únicos bicampeones mundiales.
Aquel viernes 7 de setiembre, frente a Francia, en el partido inaugural, el mensaje quedó claro y lo dijo ante el mundo el capitán Agustín Pichot: "exisitimos". El 17-12 ante el seleccionado local resultó el triunfo más importante de la historia de Los Pumas hasta este acceso a las semifinales. Tuvo el sustento de una actuación colectiva inmensa y de un Felipe Contepomi estelar (aportó 12 puntos a través de cuatro penales). Y significó también la concepción del idilio entre este equipo y la gente: esos gigantes llorando o sollozando ante los televisores desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego, con el himno en la boca, emocionaron a todos. A los que juegan al rugby y a los que palabras tales como ruck, drop o penal les resultan tan ajenas.
Empresas que son sponsors y canales emplearon esas imágenes para publicitar todo en los medios audiovisuales y en la vía pública. Era el principio del fenómeno Puma, en Francia, en Buenos Aires, en el mundo.
Luego llegaron dos partidos con un objetivo idéntico: sumar punto bonus. El martes 11 de setiembre, en el estadio Gerland de Lyon, Los Pumas enfrentaron a Georgia. No fue sencillo: la tenacidad de los forwards rivales sobre todo en el primer tiempo hicieron dudar de la posibilidad de sumar cinco puntos. Pero Los Pumas, que sólo ganaban 6-3 al cabo de los 40 minutos iniciales, hicieron cuatro tries en el complemento. El último, apoyado por Martín Aramburú, se gritó como un triunfo en sí mismo, más allá del 33-3.
Namibia, el rival más frágil del grupo D, no pudo con la fortaleza del equipo argentino: el sábado 23, en el Velodrome de Marsella, Los Pumas hicieron nueve tries y ganaron 63-3.
Sólo quedaba Irlanda, esa suerte de clásico de los últimos mundiales. En un partido tenso, por momentos caliente, Argentina ganó 30-15 con una actuación maravillosa de Juan Martín Hernández, uno de los tres mejores jugadores del mundo. A modo de tributo, desde las tribunas, se escuchó un grito emblemático, bien argentino: "Maradooooo/Maradoooooo". Sucede que bajo el cielo de París, la ciudad en la que vive, el apertura jugó con toda la estampa de crack, con todo su talento desplegado, con todo su coraje sin quebrantos. Como un Maradona de la pelota ovalada. Así, Argentina ganó el grupo y mandó a Francia a Cardiff, en Gales, para enfrentar a los All Blacks.
Y llegó el tiempo de los cuartos de final, ante un rival con tradición, que había sido semifinalista en 1991: Escocia. Fueron 80 minutos arduos, con sufrimiento al final, en los que Los Pumas consiguieron imponerse 19-13 para garantizar otro capítulo para la historia, para seguir construyendo esa épica tan propia. Para continuar imaginando que todo es posible. Incluso el cielo.
Fuente: Diario Clarin