Durante 15 años (de 1998 a 2013) de carrera Felipe Contepomi se transformó en una de las máximas figuras de Los Pumas, además de haberse retirado en su momento como el que más partidos jugó y el máximo goleador del seleccionado nacional.
Tras su retiro como jugador, el crack formado en Newman, inició una carrera como entrenador dentro de la estructura de la UAR, pasó por Jaguares y Argentina XV antes de sumarse al que es su trabajo actual en el staff de Leinster de Irlanda, donde jugó entre 2003 y 2009.
El mellizo transmitió parte de su experiencia como entrenador en un webinar con Sudamérica Coaching en el que dejó varios conceptos interesantes.
Su pasión: «El rugby ha sido un medio para enseñarme y aprender muchas cosas en la vida. Mientras uno tenga la posibilidad de elegir, tiene que buscar que es lo que lo despierta cada día, que deseo tiene adentro y lo hace querer ser cada vez mejor. En mi vida tuve dos pasiones muy grandes como el rugby y la medicina, hoy me toca estar 24 horas dedicado al rugby y lo hago con mucha pasión».
Ser entrenador: «El rugby, como todo deporte, se vive de forma plena como jugador, más allá del nivel al que uno llegue. Tuve la suerte de poder decidir cuando terminar de jugar y después uno empieza a buscar el lugar donde mejor se relaciona con el deporte para seguir ligado. Intenté con varias funciones y la que más me llena, por ahí por estar más cerca de la línea de cal, es la de entrenador. Más allá de que a mi también me gusta la educación, tratar de enseñar y a la vez aprender para poder dar lo que uno aprende».
Diferencia entre ser jugador y ser entrenador: «La mentalidad de jugador y entrenador son distintas. El enfoque es diferente. Como jugador uno está focalizado en estar bien uno para beneficiar al equipo, como entrenador el foco está en cómo hacer para que todos estén en su mejor versión. Pasás a ser como un servidor de los jugadores. El jugador, aún dentro de un equipo, es más individualista y busca lo que le mejor le viene a él, el entrenador tiene que buscar la forma de encontrar lo que le viene bien a cada uno».
La motivación: «Cada jugador es un mundo aparte y nosotros tenemos unos 60 (45 profesionales y 15 de la academia) jugadores que uno está permanentemente viendo que mejoren no solo como jugadores sino también como personas. Uno tiene que conocerse a uno mismo, saber en que cosas debo mejorar y también conocer a quién va a entrenar, porque no es lo mismo hablar con Jonny Sexton que con Gary Ringrose, aunque los dos sean jugadores de alto nivel. Cada uno necesita cosas diferentes por su personalidad. Para mi y muchas veces los entrenadores queremos motivar a los jugadores y no dejamos que se desarrolle esa automotivación. Para la automotivación hay que darles autonomía a los jugadores, que ellos puedan elegir opciones, escucharlos y poder llegar a un acuerdo. Otro gran pilar de la automotivación son las competencias o capacidades que es la mejora en las destrezas y el conocimiento del juego, aspectos donde los jugadores esperan progresar individualmente. Por último, como tercer gran pilar, están las relaciones, los vínculos, el sentirse parte».
El entorno: «El entorno nos influye a todos e influye en todo lo que hacemos. En todo equipo es fundamental crear ese entorno. Mi rol no es motivar a un jugador sino crear un entorno para que el jugador se automotive. Nosotros somos 4 entrenadores, más algunos asistentes, y todos tratamos de tener una conexión directa con los jugadores para ver como se desarrollan. La fuerte cultura de Leinster ayuda que se genere ese entorno y es un trabajo de muchos años que hay que cuidar día a día porque se puede derrumbar muy rápido».
La academia: «En Inglaterra los jugadores de la academia no entrenan con los profesionales, acá si podemos los incluimos y como tenemos muchos jugadores en el seleccionado de Irlanda se genera ese espacio. Lo que si hacemos mucho es que en las reuniones generales, donde hay video y aprendizaje tratamos de que estén, sino Stuart Lancaster la repite más tarde con ellos. Es muy importante lo que se pueda aprender en esas sesiones. Otra cosa que tenemos en Leinster es una sala enorme abierta, donde cada miembro del staff tiene su escritorio, incluidos los entrenadores de la Academia. Hay mucho intercambio y conexión que hace todo más fácil cuando un jugador sube. También tenemos un sub academy de 17 a 20 años (la Academia es de 20 a 23) y queremos armar 4 o 5 centros para que esos chicos no tengan que viajar a Dublin para entrenarse».
El intercambio con Crusaders: «Siempre tratamos de aprovechar el tiempo y con esto inédito de la pandemia surgió una solución creativa de conectarnos con Crusaders para hacer un intercambio semanal entre los dos staff de entrenadores durante cuatro semanas sobre distintos temas. Intercambiamos formas e ideas que puedan servirle a ellos y a nosotros».
Leinster en acción antes de la pandemia
Entrenar a los más chicos: «Al deporte al que hacerlo entretenido para que el chico vuelva. La toma de decisiones se puede enseñar pero primero hay que tener destreza y conocimiento, por eso en los chicos hay que hacer entrenamientos entretenidos, que corran, toquen la pelota, etc. Si mañana viene un amigo, me invita a jugar al fútbol y me hacen hacer un entrenamiento aburrido, seguramente no vaya más. El chico tiene que jugar, tocar la pelota, tacklear, correr y mediante eso va mejorando las destrezas».
Motivar a los chicos: «Posiblemente de tu maestra de primer grado no te acuerdes que te enseñó sino como te hizo sentir. Lo principal es entender que no todos los chicos tienen la misma capacidad o determinación pero si uno puede hacerlos sentir valorados y queridos. La técnica es lo más fácil de aprender, lo más importante es preocuparse por lo afectivo. Es muy difícil pensar en lo que nos motivaba hace 30 años, era otro mundo, sin tantas distracciones. Yo iba al colegio en bicicleta porque mi viejo me decía que si quería patear como Martín Sansot tenía que ir al colegio en bicicleta como él. Antes pasábamos más tiempo con la pelota, hoy hay que demostrarle a los chicos cariño para que elijan venir al club antes de estar jugando a la play».
Decisiones: «Nosotros somos una familia muy numerosa y mis padres nos dieron la libertad de elegir lo que queríamos, siempre respetando los valores que ellos nos transmitieron. De hecho ninguno de los 12 (8 hermanos y los 4 Villegas que vivieron desde chicos en casa) estudió lo mismo que el otro. Mi primer gran decisión fue dejar medicina e irme en el 2000 a jugar al rugby profesional. Mi viejo me dijo que si era lo que yo quería lo hiciera. Después de 3 años me di cuenta que quería terminar mi carrera de medicina, busqué opciones, iba a volver a Argentina y justo después de un partido con Irlanda, en 2002, me senté casualmente con gente de Leinster y allí empezó mi contacto con el equipo en el que creo tuve mis mejores años como jugador».
Felipe jugando en Leinster
Gentileza – Juan Pablo García
www.rugby.com.ar