Hasta que volvió a disputarse en Rio de Janeiro (Brasil) en 2016, la competencia olímpica de rugby de siete había tenido que esperar casi un siglo. Tras los Juegos Olímpicos de Paris (Francia), en 1926, la pelota ovalada había sido excluida de la máxima cita olímpica.
En Rio, Gran Bretaña había frenado a Los Pumas 7s en cuartos de final con un try por muerte súbita. En la revancha de aquel partido, los dirigidos por Santiago Gómez Cora vencieron a los británicos por 17-12 y se subieron al podio por primera vez en la historia.
De los juegos disputados en la era modera solo cinco naciones lograron acceder al podio: Fiji (2 veces campeones), Nueva Zelanda y Gran Bretaña (una medalla de plata cada uno), Sudáfrica y Los Pumas 7s (1 bronce cada uno).
Pero además del bronce histórico para el rugby argentino y para orgullo de la Unión Argentina de Rugby, la medalla que se colgaron los jugadores de Los Pumas 7s quedará en el recuerdo por haber sido la primera medalla para el deporte argentino en Tokio 2020.
Todavía sin poder “caer” por tantas emociones vividas, Felipe Del Mestre, jugador de Pucará e integrante del plantel argentino cuenta a la URBA desde Japón: “La verdad es que es una sensación tremenda, es una bomba de emoción. Es tan reciente todo que todavía no caemos, es una locura tener la medalla colgada”.
Es la mañana posterior al día de aquellas grandes emociones y, aunque Felipe y sus compañeros todavía no son conscientes del impacto que han producido en el deporte argentino, ya van percibiendo los efectos. “Es una locura la cantidad de mensajes que recibimos de los amigos, la familia, los chicos del club, es increíble todo esto, supongo tomaremos más conciencia cuando podamos volver al país. Todavía no caigo”, asegura.
Consultado sobre las claves del bronce olímpico explica que “lo principal en un deporte de equipo es la formación de un excelente grupo, y acá se pudo ver a un grupo de jugadores que nos conocemos y jugamos juntos desde hace mucho tiempo, y en el que existe un gran espíritu de equipo”. Y agrega: “Hicimos toda la preparación al cien por ciento, un trabajo previo excelente, y aunque siempre existe la posibilidad de que se pueda perder, tenemos un enorme orgullo de saber que el esfuerzo valió la pena”.
Menciona la hazaña en el partido contra Sudáfrica (en el que por momentos los Pumas jugaron con dos hombres menos), como resultado del “enorme convencimiento que teníamos”, y asegura que habrá que buscar en los archivos si alguna vez pasó algo igual en el juego de siete.
En el cierre de la charla, describe el “tremendo orgullo que sentimos” y reconoce que viven una enorme alegría porque “queríamos darle esta alegría al país”.
Finalmente, y como si no hubiera sido la noticia del año para el deporte argentino, explica con humildad que solo espera, al regresar a la Argentina, “poder volver a compartir un asado con mis amigos”.
urba.org.ar