Esta vez, Sebastián Perasso relata su andar por una Formosa que tiene en el rugby aborigen otra forma de hacer llegar el deporte a todos los rincones del país.
Como todas las mañanas dejó a Isidro y a Faustina en el colegio y me dirijo desde la zona norte del gran Buenos Aires hacia el centro de la ciudad.
A pesar de que parece un día cualquiera en la rutina de cada semana estoy manejando hacia el aeroparque para emprender mi vuelo hacia la ciudad de Formosa.
Como de costumbre llegó con cierta anticipación y dejo mi auto en el estacionamiento del aeroparque. Todo está listo para conocer una nueva provincia gracias a las bondades del rugby. Mientras estoy en el avión y muy próximo al aterrizaje mi interés aumenta de manera notable. Logro divisar la ciudad desde el aire y a su alrededor se advierte con facilidad como el río Paraguay se ha desbordado por completo y muchos parajes se encuentra bajo el agua.
Al aterrizar me recibe Eduardo Rossi, un hombre cálido y afable, dueño de infinidad de historias entretenidas en torno al rugby.
Al llegar hacemos una breve recorrida por la ciudad y luego nos dirigimos al predio que la Fundación Aborigen posee en las afueras de la ciudad.
Nos reciben con gran amabilidad y comenzamos a recorrer las instalaciones. Hay muchas obras que se están haciendo. Un nuevo quincho y una cancha estarán próximas a estrenarse. Siento una gran satisfacción de ver que las fronteras del rugby se extienden más allá de lo conocido.
Luego de la recorrida llevó adelante una charla de rugby que la gente escucha con mucho interés.
La química que tengo con los aborígenes es inmediata porque el rugby logra romper cualquier barrera con gran facilidad.
Desde el comienzo algo que me llama poderosamente la atención. Todas las preguntas de los oyentes están dirigidas hacia la formación del scrum. Entre un ida y vuelta muy enriquecedor percibo con gusto el grado de fanatismo que todos tienen por el scrum.
A medida que los veo a todos más de cerca, puedo encontrar una explicación. El prototipo físico de los aborígenes es ideal para ser primera linea. Todos tienen un físico muy robusto y fornido, especialmente diseñado para empujar en el scrum y someter al rival en esa formación.
Me cuenta Eduardo, que hace 20 años preside la Fundación Aborigen, que el rugby les ha permitido sentirse valorados y respetados. Es por ello que desde el deporte buscan generar un motivo de orgullo por pertenecer.
Muchos de los jugadores viven en las afueras de la ciudad y trabajan con sus manos los campos. Es por ello que el día antes de cada partido un camión los recoge de cada granja y aprovechan para dormir en los dormies que tiene el club y realizar una suerte de concentración previa a cada encuentro…
Terminada la charla almorzamos en el club y en un marco de gran hospitalidad aproveche para comer algunos platos del lugar y luego intercambiamos algunos obsequios.
Todavía quedaba tiempo para algo más, de manera que Eduardo me invitó a merendar en su casa y pude conocer sus piezas de museo y además la nueva costanera que se recuesta sobre el río Paraguay. Muy lindo marco en medio de una geografía agreste y un clima muy cálido y húmedo.
El avión partía a las 18, y entre tantas charlas y recorridas llegamos solo 20 minutos antes de que tomara vuelo.
Para mi asombro, al llegar al aeropuerto de Formosa el personal de la aerolínea me estaba esperando. Antes de poder decir el número de vuelo ni mi destino, alguien me encestó una respuesta tajante: “Sr. Perasso, lo estamos esperando”. Si mal no recuerdo era el único vuelo del día que salía desde Formosa y yo era la única persona que faltaba para embarcar…
El rugby y su enorme generosidad me habían permitido conocer una nueva provincia. A la noche, ya cenando con mi mujer y mis hijos, pude compartir esa fascinante experiencia de rugby con todos ellos…
Por Sebastián Perasso
@RugbyDidactico
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