Nunca tuve héroes favoritos, no me atrajeron mucho los Súper Amigos, ni La Liga de la Justicia, ni el Hombre Araña, ni Batman, ni ningún otro integrante de las sagas de Marvel y DC. Nunca les creí; siempre supe que Clark Kent o Bruno Díaz no existían, que no eran reales.
Mis héroes no usaban capas, ni máscaras para ocultar su identidad, ni cinturones multifunciones, tampoco tenían autos futuristas ni poderes extraordinarios. Mis héroes siempre fueron de carne y hueso; usaban botines, camisetas Uribarri con hombreras, “gamberas” y tomaban agua de un bidón comunitario con el nombre de su club pintado con un fibrón, a lo sumo se hidrataban con un Quita C. Mis héroes jugaban al rugby
Nicolás Rizzo, Renato Byleveld, Rubén Gigli, “Guille” Maldonado, José Simes, Pablo Grecco, Christian Ohanian, José Luna… y así podría seguir un rato largo. Jugadores comunes a los que podrías encontrarte en un vestuario, en el bar del club o incluso en mi propia casa. Hombres comunes que sufrían por amor, se equivocaban en decisiones del día a día, que podían rajarlos de su laburo o que simplemente tenían que pagar el alquiler. Comunes comunes, así son mis héroes.
Nicolás “Mono” Rizzo fue quizás el primero de todos, ídolo desde la cuna, es el que aparece en el primer recuerdo que tengo del rugby. Para mí “rugby” y “Mono Rizzo” son sinónimos; si no me creen vayan a Tucumán y pregunten.
Este es un héroe de botines Ocelote color suela con tapones en la punta, blanco y negro hasta la médula, dueño de un tackle letal y de una capacidad de liderazgo única. Siempre está en el lugar justo con la palabra exacta. Su paso cansino y su voz pausada no coinciden con la velocidad con la que ganó títulos en cada lugar en el que estuvo. Como jugador y técnico ganó siempre. A donde fue dejó su legado marcado a fuego.
A comienzos de los 80 se fue a jugar al Jockey de Salta para ser campeón como jugador, luego pasó por Tucumán y obtuvo el título con Tarcos teniendo entre sus jugadores al “Pescado” Ricci.
En el año 84, volvió a Córdoba, donde gana como entrenador el primer título a nivel nacional de Los Dogos. Junto a su amigo Renato Byleveld fueron campeones del Seven de la República. ¿Dos forwards entrenando seven? ¡NO! ¡Dos héroes dirigiendo una misión! A ese campeonato, Córdoba lo ganó de punta a punta.
Luego se fue a Tucumán para ser en uno de los principales factores de transformación del Rugby de la provincia. Junto con “Willy” Lamarca, crearon una mística nunca vista en el interior del país, fueron los padres de “La Naranja Mecánica”. Bajo su dirección obtuvieron dos títulos argentinos cortando la racha de Buenos Aires. En Junio del año 92, el seleccionado Tucumano le gana a cancha llena al Francia de Cecilion, Penaud y Saint André (entre otros monstruos del rugby galo) por 25 a 23 en un partido histórico generando para el rugby tucumano la mayor integración social nunca vista en el país. Gracias a hitos como este hizo que todos hablaran de este magnífico deporte, desde el colectivero hasta el portero de un colegio pasando por el gobernador de turno.
Nicolás Rizzo colaboró con el pack de forwards de Los Pumas de “Michingo” O’Reilly. Tucumán Rugby se volvió una usina de títulos y de Pumas, en su paso por el verde y negro obtuvo seis campeonatos. Julio Paz, Ricardo Le Fort, Agustín Macome, “Cheto” Santamarina, “Cata” García Hamilton, Ricardo Sauce, Santiago Mesón, Federico Williams, Gabriel y Martín Terán pasaron por sus manos, solo por nombrar algunos. Detrás de todo esto estaba la mano de Nicolás Rizzo. Ni Batman ni el Increíble Hulk podrían haberlo hecho de esa forma.
Los “triunfos” de Rizzo afuera de la cancha:
El “Mono” siempre habló de equipos y de jugadores. Cuando le preguntan por su éxito nunca hace mención a “su” método, siempre nombra a todos, integrando desde el pateador hasta el utilero. Una de sus máximas es “Los títulos duran una semana, los amigos para siempre”. Los suyos se ponen felices cuando lo ven llegar o saben que está bien, quizás uno de sus mayores logros. Es capaz de transformar una gira importante en un viaje inolvidable solo con su presencia, así lo vivió el Plantel Superior de Tala cuando en el año 93 lo invitó a Nueva Zelanda.
La Unión de Rugby de Tucumán lo condecoró con su máximo galardón, el CUP del año 2013, reconociendo su trayectoria como ser humano y como hombre de rugby. Cuando llegas al Jardín de la República muchos te preguntan si lo conoces al “Mono” Rizzo como si fuese uno de sus monumentos históricos, está dentro del “city tour” local compartiendo cartel con la “Casita de Tucumán”. No creo que a Clark Kent le pase lo mismo en Smallvielle.
Hace casi 35 años que una Luz fuerte y brillante guía su camino, lo acompaña de cerca y lo llena de energía, es como su pócima mágica, pero a su vez algo tan simple y vital como el amor puro y noble de quien te adora con el alma gracias a haber recorrido un camino muchas veces difícil y sinuoso. Cuando el partido se pone bravo siempre aparece “Súper Mono” como jugador, entrenador, amigo, papá o abuelo.
Nicolás Mario Rizzo se ganó minuto a minuto ese respeto fraternal eterno. No dejó de empujar nunca. Es una leyenda urbana, pero a su vez un tipo común. Es el rey de los normales y de cualquier vestuario. Un héroe con botines.
Por “Dracu” Gómez (Especial – CORDOBAXV)
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