El campeón comenzó la defensa con una actuación apabullante: batió a Sporting, de Mar del Plata, por 83-0.
De eso se trata el verdadero respeto por el rival. De buscar el ingoal de enfrente de principio a fin, sin importar si se trata del primer o del último minuto de juego; sin importar si el partido ya está ganado. Bajar la intensidad por compasión, no, eso no es respeto. Hindú lo sabe bien y dio una señal de contundencia en el debut en el Campeonato Nacional de Clubes, es cierto. Pero más aún, de respeto por el juego y por el rival. Implacable, derrotó a Sporting, de Mar del Plata, por 83-0 y comenzó de la mejor manera la defensa del título que consiguió en 2005.
Porque el duelo, se sabía de antemano, no ofrecía equivalencias en ninguno de los aspectos del juego. Las 13 conquistas que acumuló Hindú son fiel reflejo de esa supremacía incontrastable. El conjunto de Don Torcuato dominó todas las fases del juego y los marplatenses jamás estuvieron cerca de poner un poco de paridad en el match. Apenas en el primer tiempo, tuvieron una posibilidad de sumar con un penal factible, pero prefirieron jugar al line (y lo perdieron).
“La juegan de todos lados estos chicos. Están jugando una tocata”, se escuchó al costado de la cancha en la soleada tarde. Y fue una buena descripción de la intención de Hindú de jugar de manos. “Nuestro objetivo es disfrutar pasándonos la pelota. El Nacional es un torneo para disfrutar, para conocer otros equipos”, explicó bien Horacio Agulla, máximo tryman de la jornada, con cinco conquistas. Pero, ¿sirve un encuentro así, sin equivalencias? “Sí, porque trabajamos bien la defensa, que fue sólida. Veníamos fallando en eso.”
Y así, todo fue positivo para Hindú, el equipo de la URBA que más interés le da al Nacional. Ya lo ganó en 2005. Y ahora, si bien apenas comienza, demuestra que le sigue siendo atractivo.
El regreso del Pato Noriega
Tras su participación como entrenador de la Argentina A, que consiguió la Rainbow Cup en Lisboa, Patricio Noriega se reincorporó ayer como head-coach de Hindú.
Por Diego Quinteros
De la Redacción de LA NACION