Irlanda es el único que puede ganar el Grand Slam. Venció al Seleccionado de Inglaterra en la despedida del rugby de Croke Park, templo del deporte gaélico, el católico. Además esta victoria lo deja como único líder del Seis Naciones cuando solo restan dos jornadas.
Nunca volverá a entrar el rugby en Croke Park. Nunca más pisará Inglaterra el templo del rugby gaélico. Nunca se oirá de nuevo el God Save the Queen en este santuario católico en el que están prohibidos los deportes británicos (rugby, cricket y fútbol). Sólo la remodelación de Lansdowne Road y el decreto del Gobierno de la República han permitido que sonara allí The Soldier Song, himno de las dos Irlandas. Y en este último sacrilegio, cerca estuvo Inglaterra de profanar Croke Park. Pero salió al rescate O’Driscoll, habitual aficionado de la tribuna de Croke Park al que el rugby conoce por su apodo: Dios. Y fue Dios quien expulsó del templo católico a los protestantes.
Irlanda llevó el partido a las catacumbas. Allí Munster es infranqueable. Sin embargo, las bisagras de Inglaterra aguantaron pese a rechinar. Los ingleses tienen malas pulgas, son rudos e indisciplinados, rasgo éste que les cuesta no pocos golpes (16 sanciones ayer) y muchas amarillas (una a Vickery y otra a Care). Hay partidos de champagne, pero este fue un choque de cerveza negra tibia. Una reyerta plena de emboscadas, riñones y miradas afiladas. Un partido clásico en blanco y negro. Puro pick and go: levanto, percuto, libero, levanto, percuto… Así arañó tres golpes Irlanda. Tres golpes que auguraron tarde difícil, O’Gara falló dos. Al descanso, 3-3. O’Connell y Worlsey ejercían de pandilleros.
Hasta que O’Driscoll aceleró el pulso al partido. Desató el amasijo con un drop y minutos después fue cazado con un retardado por un inglés, ultraje que soliviantó a la apisonadora verde. Entonces llegó el momento del partido, quizás del torneo. Irlanda forzó un golpe a cinco metros del ingoal fácil de patear para O’Gara. 9-3 habría sido, pero O’Connell ordenó sacarla a touch. Órdago histórico: “Estáis en nuestra casa y vamos a humillaros con vuestra medicina, el pick and go, arma del rugby inglés”. O’Connell subió el ritmo de palada e Inglaterra comenzó a boquear. En la milésima embestida local (con Vickery fuera por infracción reiterada), O’Driscoll logró un ensayo suicida, de esos que posas antes de perecer sepultado bajo una montaña.
Fue el epitafio para un XV inglés al que si no llevase esa camiseta nadie haría caso. El ensayo final maquilló la derrota, pero Inglaterra fue aniquilada sobre un césped bajo el que yacen los mártires católicos ejecutados por el ejército inglés en 1920. Dios O’Driscoll impidió que se profanara Croke Park. Ahora Irlanda sueña con el Grand Slam. Algo que sólo logró allá por 1948 la Irlanda de los míticos Kyle, Mullen, O’Flanagan y compañía
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