Tras su destacada participación en el rugby 7s de los Juegos Olímpicos de París 2024 y una semifinal del Mundial Sub-20 en Italia, el árbitro de Clermont-Ferrand se prepara para ser juez de touch en la gran final del Sub-20 entre Sudáfrica y Nueva Zelanda este sábado. Rozier nos brinda una mirada profunda sobre el trabajo del árbitro en un deporte bajo constante escrutinio.
El Rol del Árbitro: Aprendizaje Constante y Preparación Exigente
Para Rozier, arbitrar es una vocación que exige la misma dedicación que la de un jugador. Tras pasar de medio scrum en el rugby universitario a árbitro internacional en solo siete años, el francés enfatiza el aprendizaje continuo. “En este Mundial, cada partido es un aprendizaje. A diferencia del Top 14, donde conoces mejor a los equipos, aquí hay que redescubrir constantemente las fortalezas y debilidades de los demás”, confiesa. Destaca la riqueza de trabajar en un grupo arbitral internacional y la intensidad de la experiencia humana, buscando siempre “rendir al máximo para abrirse camino hacia nuevas oportunidades”.
Como juez de línea en la final del Mundial Sub-20, su rol es clave: “El juez de línea es un apoyo para el árbitro central. Mi función también es arbitrar mi lado del maul o del scrum”, explica, subrayando la importancia de estar atento para tomar decisiones correctas y asistir al referí principal.
Presión y Resiliencia: La Fortaleza Mental del Arbitraje
Rozier es consciente de la creciente presión y las críticas que enfrentan los árbitros, especialmente en redes sociales, un tema que afectó a figuras como Ben O’Keeffe y Wayne Barnes. Sin embargo, lo relativiza: “No le doy demasiada importancia. Cuanta más gente y presión hay en el estadio, más concentrado estoy. Intento aprovechar la energía del público… es cuando más disfruto como árbitro”. Su filosofía es clara: ignorar los comentarios externos y centrarse en ser honesto y justo. “Uno no decide equivocarse. Dejo los comentarios a un lado, si no, no saldremos de esta”, afirma.
Respecto a las críticas de entrenadores, como las recientes de Fabien Galthié (quien pidió que su equipo fuera “arbitrado como la selección francesa, no como una nación pequeña”), Rozier es enfático: “Cuando estoy en el campo, nunca arbitra según un equipo u otro… arbitramos un partido, una situación, no un nombre ni una camiseta”. Subraya que los árbitros también son evaluados y que “un árbitro que no rinde, arbitra menos”, asegurando que no tienen “ningún interés en distorsionar un partido”.
Más Allá del Silbato: Liderazgo y Vocation Paralela
La transición al arbitraje llegó para Rozier tras varias lesiones como jugador, buscando “entender las reglas” y descubriendo una verdadera vocación. En los últimos cuatro años, ha sido uno de los 14 mejores árbitros, participando en eventos de gran magnitud como los Juegos Olímpicos de París y partidos de alto voltaje como el Toulon-Toulouse en el Vélodrome, donde sintió la adrenalina de tomar “muchas decisiones”.
Para Rozier, el arbitraje es un constante trabajo personal que va más allá del campo, cultivando habilidades de liderazgo y toma de decisiones bajo presión, comparables a las de un directivo de empresa. Este paralelismo lo aplica también en su vida profesional paralela: es profesor de educación física, director de una sección de estudios deportivos de rugby, conferenciante y formador corporativo.
Con planes de arbitrar clasificatorios al Mundial de 2027 en Sudamérica, Jérémy Rozier mantiene una filosofía humilde: “No tengo un plan de carrera, solo quiero estar listo para cada partido. Uno no decide jugar un Mundial, uno se lo merece”. Una declaración que refleja la exigencia y la pasión de un árbitro que vive el rugby con la misma intensidad que los jugadores que dirige.
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