Con un partido, la Fundación Rugby Sin Fronteras rindió tributo a los 16 sobrevivientes y 29 víctimas del accidente de 1972.
“Una nueva oportunidad para celebrar y agradecer. A la vida y a todos quienes me enseñaron a luchar”. Con estas sentidas palabras, Gustavo Zerbino Stajano (59 años y uno de los 16 sobrevivientes del Milagro de los Andes) sintetizó el homenaje que se concretó el pasado domingo 26 de febrero en un paraje de ensueño y entre las nieves eternas de la Cordillera, como un solidario y respetuoso tributo para las víctimas del accidente aéreo que hace 40 años sufrió un grupo de rugbiers uruguayos y que conmovió al mundo marcando un hito en la supervivencia humana. Ex rugbiers, amigos y familiares participaron de esta experiencia única e inolvidable, entre recuerdos, lágrimas, anécdotas y silencios compartidos.
Organizado por la Fundación Rugby Sin Fronteras -una organización civil sin fines de lucro abocada a difundir, preservar y promover los valores universales a través del deporte en lugares emblemáticos- y con el auspicio de Valle Las Leñas, Mastercard, Standard Bank y Universal Assistance, se realizó el simbólico encuentro en una cancha preparada especialmente a 2600 metros de altura en el campamento El Barroso, en el Paraje Piedras Grandes. Comunión, humildad, esfuerzo colectivo y trabajo en equipo: todos colaboraron para limpiar, alisar y delimitar el irregular terreno, enclavado en una planicie salpicada de rocas, cardos y espinillos, levantar los postes con los caños de PVC y finalmente armar la cancha para poder jugar.
Nada fue obstáculo para disfrutar del juego. Ni siquiera los desniveles propios del terreno, el viento gélido, la constante caída de aguanieve y una temperatura que en esa jornada alcanzó los 12 grados bajo cero. Jorge Roberto Zerbino, hermano mayor de Gustavo y capitán general de Old Christian’s, dio el puntapie inicial. Desparramados en el campo, algunos hasta se animaron a tacklear. Después de una sucesión de mauls y posesión alternada, la pelota le llegó limpia a Nicolás Lang -19 años, jugador de Pueyrredón- quien lanzado a la carrera superó una doble marca y anotó un muy festejado try.
Uno de los equipos, identificado con la camiseta azul, fue liderado por Alejandro Nicolich, de 55 años y ex integrante del seleccionado juvenil uruguayo, hermano de Gustavo Diego, uno de los rugbiers fallecidos en la trágica avalancha posterior a la caída del avión. “Mi hermano alcanzó a escribirnos una carta, teniendo tal vez la premonición de que iba a morir en la cordillera. Ese mensaje siempre estuvo vigente en nuestros corazones: marca el trabajo en equipo, la solidaridad, la hermandad, el valor, el amor al prójimo, la fe y también resguarda los más altos valores humanos. Mi madre aun hoy no puede reponerse de esta perdida y a mí me llevó cuarenta años lograrlo”, confesó profundamente emocionado.
El otro conjunto, con la casaca blanca, fue liderado por Francisco Planella Ferrer, ex apertura y entrenador de la selección chilena y del club Old Boys, que en 1972 se iba a enfrentar al Old Christian’s uruguayo (formado por alumnos del colegio Stella Maris de Montevideo) que viajaba en aquel fatídico vuelo 571, a bordo del avión Firchild Hiller bimotor FH-227 de la Fuerza Aérea uruguaya. “El partido es sólo un complemento, pero esto fue lo más hermoso que me pasó en la vida. Muy impactante y difícil de explicar en palabras. Estaba obligado moralmente a compartir esta experiencia con mis amigos uruguayos y a sentir en carne propia lo que ellos pasaron allí, sobreponiéndose a todo con un inmenso y profundo deseo de vivir”, señaló.
Por un intenso temporal de nieve, el ascenso a las faldas del glaciar Valle de las Lágrimas donde se encuentran los restos del avión, se retrasó un día. El firme deseo de acceder a ese mágico sitio de espiritualidad ubicado a 3800 metros, sumado a los continuos rezos y plegarias, dominaron las horas de la noche. Guiados por Juan Ulloa (un reconocido andinista de Malargue con experiencia en supervivencia) y José Peletay (baqueano de Las Leñas) con expertos arrieros y reseros, tras una extenuante travesía de 31 kilómetros a lomo de caballos criollos y mulas, el grupo de 45 personas que partió en la mañana del viernes desde las termas de El Sosneado y atravesó la cuenca alta del río Atuel finalmente pudo llegar en la mediatarde del domingo con un cielo totalmente despejado. Al pie de la cruz que corona el altar, protege y marca el lugar donde descansan los cuerpos de los fallecidos, tras un breve responso, se dejaron como ofrendas la pelota del partido y una placa conmemorativa. Otro momento emotivo fue cuando Zerbino y Planella colocaron un retrato con la imagen de otro amigo, Germán “Roca” Moreno, ex hooker de Old Boys considerado el mejor jugador del Sudamericano de 1971, quien falleció de cáncer en 2010.
“Trajimos a nuestros hijos para que conozcan estas montañas majestuosas que nos cobijaron durante 72 días, para que vean el sol, el cielo y las estrellas que fueron nuestro techo. La montaña nos recibió una vez más con los brazos abiertos, se vistió de blanco y nuevamente nos regó con sus lágrimas. Todo es muy emotivo, muy espiritual. Aquí uno se conecta con el corazón, se siente la presencia de Dios”, comentó Gustavo Zerbino, tras cumplir su noveno viaje. Esta vez lo hizo acompañado por primera vez con dos de sus hermanos (Rosina y Jorge Roberto), tres de sus hijos (Sebastián de 22 años, Lucas de 19 y Guadalupe de 5, quien ahora posee el record de ser la más joven en subir a la Cordillera), su cuñada (María Cecilia Menéndez) y dos sobrinas (Cecilia y Florencia).
Una vez cumplida la ceremonia, “Coco” Nicolich regresó individualmente al Memorial. “Necesitaba hablarle a mi hermano, contarle cuánto lo extraño. Sabía que esto iba a costarme mucho anímicamente, por eso le agradezco profundamente a Dios la oportunidad de haber venido. Siempre dije que mis lágrimas se habían secado, pero definitivamente me voy siendo otra persona”, admitió. Fue su primer ascenso al Valle, luego de dos anteriores intentos frustrados desde el lado chileno tanto a pie como en helicóptero. Prometió que regresará junto a sus hijos.
La delegación estuvo integrada por varios rugbiers como Juan Bautista Segonds (ex Pueyrredón y presidente de la Fundación Rugby Sin Fronteras, secundado por sus hermanos Mariano y Malena), Fernando Octavio Vela (ex Carpinchos de Gualeguaychú, a quien acompañó su hija Martina), Alejandro Conti (ex Pueyrredón y Los Pumas en Seven), Marcos Julianes (ex entrenador de CASI y fundador del club Virreyes, quien viajó con su hijo Ignacio), Martín Chielli (ex Albatros), Gerardo Merello (ex Pueyrredón y Los Cardos de Tandil, con su hijo Agustín), Gerónimo Acevedo (ex Alumni), Federico Virasoro (ex Pueyrredón, actualmente polista), Carlos Suárez (ex Banco Nación), Fernando Bosch (ex SIC, junto a su esposa Pilar Vergara del Carril) y Marcos Dartiguelongue (ex San Martín, hijo de Jorge, apertura de Los Pumas en la mítica gira a Sudáfrica en 1965 y distinguido como el primer Caballero del Rugby en 1977). También asistieron Martín Lang y su hijo Nicolás, Edgardo Maya, Manuel Pereyra Iraola, Ignacio Sánchez Perea, Luciano Rebolini, Diego Balverde, Sebastián Duronto, Daniela Kusnier, María Laura Robert, el médico Juan Pablo Alvarez y el fotógrafo oficial Gonzalo Padrós. A ellos se sumaron los uruguayos Pedro Berro y Fernando Barrandeguy (ambos ex Old Christian’s) con su hija Josefina, quien obsequió a todos una visera y un gorro polar con el escudo del club, el logo “Los Andes 1972-2012” y la frase “No hay amor más grande que el que da la vida por sus AMIGOS” (Juan 15, 9-17:), cita evangelica del Nuevo Testamento.
La travesia, claro está, presentó algunas imprevistas dificultades. Vadear los tramos correntosos del rio, sortear empinados riscos y desafiar el equilibrio en atemorizantes precipicios, despertaron multiples elucubraciones y comentarios. Evitar las caídas del caballo, todo un desafío. Un doble bypass y la merma en la capacidad aeróbica abortó a ultimo momento el ascenso de Carlos Suárez, quien habia festejado la noche anterior sus 61 años. Por su parte, a consecuencia de no haber tenido una adecuada protección, Pilar Vergara del Carril sufrió una lesión en su córnea que le afectó la visión y le obligó a completar el recorrido del descenso a ciegas, con una venda cubriéndole totalmente los ojos.
“Apenas en tres dias vivenciamos algo de lo que ellos sufrieron durante casi tres meses. Es inimaginable, hay que estar en el lugar para sentirlo. Nos dieron una lección de vida. Sobrevivieron por muchas razones, pero mucho tuvo que ver que hayan sido un equipo de rugby donde cada miembro respetó su rol. Ahora llevamos el rugby nuevamente a la montaña, como una muestra de fortaleza y amistad. Intimamente, cada uno de los 45 que viajó comprendió mejor cómo hace 40 años ese grupo de adolescentes se le plantó de igual a igual a la muerte y hoy celebra y festeja cada día de sus vidas”, apuntó Juan Bautista Segonds.
Superada la adversidad, de regreso al campamento y en la medianoche del último día en la montaña, un fogón obró como el cierre ideal para tantas emociones. Una cena compartida, la entrega de un presente y la posterior guitarreada con jugosas charlas y confidencias templaron los ánimos. Previamente, en la tarde del jueves, habian dejado su huella en el polideportivo municipal al dictar una clinica e intercambiar vivencias a través de la charla “Camino de Valores” con los juveniles integrantes del Llancanelo, el único club de rugby de Malargue, propiciando un espiritu solidario e integrador. El objetivo, para todos, quedó cumplido con creces.
Rugby sin Fronteras
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