El seleccionado argentino rompió todos los pronósticos y eliminó al bicampeón del Seis Naciones para instalarse en semifinales de la Copa Mundial de Rugby. El análisis del éxito.
Ambiciosa empresa la de analizar y explicar la victoria de Argentina sobre Irlanda por 43 a 20. Seguramente hay razones lógicas para justificar un triunfo con semejante autoridad. Pero más allá de la táctica y estrategia, de las virtudes individuales y colectivas, el domingo Los Pumas repitieron con hechos y palabras tan solo un concepto: convencimiento.
Argentina está convencida de lo que hace. Cree como un devoto en su religión, que es el ataque. Así lo vive, lo dice y lo hace. Desde el primero hasta el último jugador. Pero, además de creer en esta revolución en su juego, le agregó la mística de siempre y la mezcló con juventud, humildad y talento.
Los Pumas lloran cuando cantan el himno porque les hierve la sangre. Llevan la pasión en cada tackle, dejando la piel. Se contagian de una locura que se expande por todo el equipo como una pandemia. Se sienten fuertes en la adversidad, cuando más de 60 mil almas irlandesas cantan con furia apoyando a su equipo.
Argentina, siendo sexto en el ránking mundial, se llevó por delante al tercero del mismo escalafón, bicampeón del Seis Naciones y con una absoluta mayoría de público a favor. Ahora va por los laureles que consiguió en Francia 2007, cuando llegó al tercer puesto.
En la previa del partido, y con lo que habían dejado las contiendas Nueva Zelanda vs. Francia y Gales vs. Sudáfrica, el termómetro señalaba un partido parejo, con resolución de pocos puntos sobre el final. Era sabido que Irlanda había sido más afectada que Argentina por lesiones y suspensiones, pero del mismo modo, se descontaba que tenía un plantel de igual calibre que si estuvieran todos sus titulares.
Pero el técnico argentino Daniel Hourcade leyó mejor que nadie lo que ocurría. Apostó por Senatore de octavo, para tener dominio de la base y juego aéreo, para después “golpear” con el ingreso de Isa. Lo mismo ocurrió con el cambio del medio scrum, poniendo la frescura y picardía de Landajo en el inicio y el tackle y la fiereza de Cubelli para el complemento. Ni hablar de la designación de Moroni en el lugar de Bosch en el centro de la cancha, que cumplió igual que el Chelo y pagó con un try la confianza en él depositada.
Los Pumas no ganaron sólo por los aciertos de su entrenador. Ganaron porque hicieron un partido ideal con el estilo de las potencias del Hemisferio Sur, y no solo referido al estilo de juego, sino a la forma en que lo encararon, transformando cada error del rival en puntos, siendo pacientes en momentos desfavorables del partido y manteniendo un plan de juego al pie de la letra. La lección tantas veces padecida, ahora fue ejecutada sobre el rival.
El gran plan
Argentina pensó y ejecutó un partido a la perfección. Comenzó pateando arriba todo lo que tuvo. Así le dio la pelota a Irlanda para luego tacklearla en su campo, y atacar de pelota recuperada, aprovechando el desorden celta. Así marcó los primeros dos tries de Moroni e Imhoff.
Tommy Bowe sintió el rigor de Lavanini en el tackle y permitó el ingreso de Fitzgerald, tal vez el mejor entre los europeos. Al poco tiempo, Herrera dejó la cancha amonestado e Irlanda reaccionó a través del pie de Madigan primero y luego del mencionado Fitzgerald, que cerró el parcial con síntomas de recuperación, con un 20 a 10 para los sudamericanos.
Pero en la segunda parte Argentina pegó, y esta vez noqueó. Irlanda lo intentó dar vuelta con el try de Murphy, y en un duelo de pateadores el encuentro se frenó en el tiempo a los 60’ cuando la chapa marcaba 23 a 20 en el score para Los Pumas.
Para entonces Hourcade había jugado sus fichas con los cambios y cada tiro que hizo dio en el blanco. Primero fue Sánchez con su pie quien amplió distancias, pero luego llegó el try de Tuculet, quien estuvo intratable toda la tarde para golpear la moral irlandesa como nunca antes.
El impacto fue tremendo. Con menos de 10’ de juego Irlanda fue cediendo y fue allí cuando Imhoff, con su famosa palomita que hoy reflejaron los diarios de todo el mundo, terminó con las esperanzas de los celtas, que con el mejor equipo en muchos años no pudieron concretar el sueño de alcanzar las semifinales en la Copa Mundial de Rugby.
De números y palabras
El segunda línea irlandés Chris Henry, aseguró después del partido: “Cada vez que recuperábamos la pelota, nos tackleaban de inmediato. No dejaban de lanzarse hacia nosotros. Nunca enfrentamos a un equipo que tacklee tan duro”. Y agregó: “Nos resultó muy difícil penetrar la línea de ventaja, algo que normalmente hacemos muy bien a medida que vamos sumando fases de juego”. Tal vez allí se explique el porcentaje de efectividad en el tackle Puma, que otra vez superó el 80 %, donde Juan Martín Hernández y Pablo Matera, con 12 y 11 cada uno, estuvieron a la vanguardia.
Jugados los cuartos de final, Argentina está detrás de Nueva Zelanda en cantidad de puntos anotados, tries apoyados, y es escolta de Escocia en penales. Su máximo anotador, Nicolás Sánchez, está detrás del eliminado Laidlaw a tan solo 5 puntos, mientras que Imhoff quedó a tres conquistas del tryman del certamen, Julian Savea.
Si bien la posesión de pelota y dominio territorial fue repartido en partes similares entre Argentina e Irlanda, la gran diferencia apareció en la cantidad de metros corridos, donde Los Pumas ubicaron a cuatro jugadores en el podio de los primeros cinco. Cordero (97 mts.), Imhoff (93mts.), Tuculet (75 mts.) y Senatore (63 mts) fueron quienes transportaron la pelota durante un mayor trayecto.
Del lado argentino, un buen resumen de lo ocurrido hizo el técnico Daniel Hourcade cuando fue consultado sobre sus lágrimas al cantar el himno, a lo que respondió: “Es nuestra forma de ser. Jugamos con el corazón, lo sentimos desde adentro, y así lo expresamos, antes de jugar, durante y después. Fue muy emotivo. Tengo mi madre enferma y me aflojé. Es algo que tenemos incorporado“.
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