Sus amigos, los jugadores a los que dirigió, los ex compañeros y los colaboradores de siempre están ahí, bien cerca suyo. Lo palmean, lo abrazan efusivamente, le brindan su voz de aliento para superar este momento aciago. Sus amigos, los jugadores a los que dirigió, los ex compañeros y los colaboradores de siempre están ahí, bien cerca suyo. Lo palmean, lo abrazan efusivamente, le brindan su voz de aliento para superar este momento aciago. Juntos recuerdan anécdotas, comparten muchos secretos. Lo contienen. Marcelo Loffreda sonríe, se emociona, disfruta del apoyo que recibe a cada paso de la gente del rugby, de su gente. A pocas horas de llegar de Inglaterra se hizo un lugar para asistir a la Quinta Jornada de coaching que se realizó el viernes en SIC, su segunda casa. Fue orador en dos charlas sobre el rol del entrenador y se quebró emocionalmente cuando trazó un perfil de Carlos Veco Villegas, quien lo dirigió durante 14 años y falleció trágicamente en 1988. Con una indisimulable desilusión, apenado aún por esta experiencia trunca pero cauto para aportar su análisis ("Hay un proceso legal de por medio, así que debo ser cuidadoso al referirme a algunos temas", se disculpó), se prestó luego al diálogo con Clarín para explicar los motivos por los que Leicester, el multicampeón club inglés, le canceló el contrato (restaban dos años por cumplir) a siete meses de haberlo iniciado.
"Tuve una gran experiencia, muy enriquecedora en lo rugbístico y personal, pero es una lástima que haya terminado así, de esta manera tan abrupta. Fue un shock, algo muy impactante y sorpresivo", explicó con énfasis.
-¿Cómo te lo comunicaron?
-Me pidieron que les preparara un reporte sobre lo que había pasado en estos meses y lo que pretendía en la nueva temporada. Lo entregué el jueves 4 a las 19, nos reunimos el viernes a las 10 y sin mediar palabra me dijeron que se terminaba el contrato.
-Si la campaña hubiera sido distinta, ¿pudo ser otra la decisión?
-No lo sé, tal vez ya estaba todo resuelto antes de perder la final con Wasps. Nunca les garanticé que llegaba para ganar trofeos. Hubiera sido imprudente. Sé que dí todo para tratar de demostrar mis ideas, mi trabajo. En eso tengo la conciencia tranquila. No tuve el tiempo suficiente para sentirme cómodo y trabajar con absoluta libertad. Me sentía muy solo, muy aislado dentro de un ambiente que no conocía, con dificultades para transmitir lo que quería. El trato conmigo siempre fue elegante, pero nunca cálido.
-¿No tuviste respaldo interno?
-Es difícil explicarlo. Cuando estaba presente, parecía un trato normal, pero siempre sentí una distancia con el staff técnico y los que tomaban las decisiones en el club. No fue así con la gente que masivamente hizo notar su descontento al enterarse de mi partida. Uno de los grandes errores que cometí fue no haber ido con alguien de mi confianza, no importaba si era argentino. No estuve en la pretemporada, cuando se van afirmando conceptos, y fue complicado ir aprendiendo sobre la marcha. No es lo mismo hablarles a los jugadores en castellano que en inglés, y siempre debía apoyarme en un asistente. A veces hasta me quedaba despierto en la madrugada buscando en el diccionario cuál era la palabra justa para que me entendieran en determinada situación. Era un riesgo que tenía, lo sabía y lo asumí.
-¿Pensás seguir dirigiendo?
-No me veo lejos de una cancha, aunque no necesariamente sea como entrenador. Estaré como espectador, colaborando con alguien¿ Mi pasión por el rugby seguirá siempre encendida, es una fuente de energía muy grande en mi vida. No puedo planificar el futuro con tanta incertidumbre inmediata porque mi familia, que regresará en julio, sufrió mucho con estos cambios. Esto no significa que si aparece una oferta que me llame la atención, como lo fue Leicester, baraje la posibilidad de aceptarla. No es el momento de pensarlo ni buscarlo. Ahora es el tiempo de relajarme un poco, para reflexionar, ver qué pasa y encontrar nuevos caminos.
Por Walter Daniel Raiño