El ex entrenador de “Los Pumas de Bronce”, ahora con funciones en la URBA, tiene siempre presente el recuerdo de lo que fue el mundial de Francia, pero fundamentalmente de lo que significó para el deporte de la ovalada en nuestro país.
Actualmente Marcelo Loffreda, conocido como el “Tano” en todo el “mundo rugby”, es Director del Juego de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA). Como para muchos, en esta época de aislamiento, las teleconferencias, charlas vía zoom, videollamadas o simplemente las atenciones telefónicas, son moneda corriente.
Justamente por teléfono fue la atención que tuvo el “Tano” con Diario El Litoral. 40 minutos de una charla que tuvo de todo: cuarentena, elecciones en World Rugby, el Mundial 2019, el recuerdo de 2007, él como Puma, Hugo Porta…
Cuarentena y elecciones
“Sin dudas que dentro de este entorno, algo muy lindo, es que tengo varios hijos viviendo afuera y cuando se estableció la cuarentena, uno que vive en San Francisco y otra de mis hijas que estaba en Europa, quedaron en casa”.
—¿Qué imaginas que pueda llegar a pasar con los calendarios locales o nacionales?
—Este año será difícil, donde la dirigencia, o sea quienes estamos gobernando el rugby en general, vamos a tener que ser creativos para encontrarle la vuelta y poder llegar a algún tipo de competencia. No será simple. Tendremos que ser muy cuidadosos con lo que tiene que ver con la parte sanitaria. Pero debemos ser inteligentes, tener sentido común e insisto con lo de creativos para poder encontralre la vuelta a rearmar la competencia en la medida del tiempo disponible, posibilidades de entrenamiento, en la medida de una serie de limitaciones que puedan surgir durante todo este año.
En la URBA estamos previendo distintos escenarios. Para poder llevar adelante los torneos. Y si juveniles e infantiles se va complicando, tendremos que hacer algunas situaciones muy puntuales donde se pueda hacer algo que sea totalmente atípico. Con el Top 12 es un poco más fácil. Porque en la medida que haya 10 o 15 fines de semana libres, ahí se hará un torneo más corto. Dependerá si puede empezar en julio, agosto o septiembre. Pero no podemos dejar de encontrarle soluciones a la cantidad de preguntas que existen. El Litoral tendrá que hacer lo mismo, el norte también, todo siempre avalado por la UAR, pero creo que en ese sentido van a ser abiertos pensando en que será un año atípico.
—¿Qué opinión tenes acerca del resultado de las elecciones en World Rugby?
—Desde ya que tenía una postura a favor de Agustín (Pichot), que no tengo dudas que hubiera sido ‘la’ alternativa y era tal vez el momento indicado para serlo, para que las uniones terminaran definiendo un criterio mucho más amplio e inclusivo, y de mayor apertura a lo que está planteado en este momento, y con las anteriores autoridades. Es una lástima porque más allá que el voto real fue a favor de Beaumont, la realidad es que muchas de las uniones o de los países que promovían la amplitud, finalmente terminaron cerrándose en una votación a favor del viejo criterio, donde sigue prevaleciendo una enorme prioridad a los países tradicionales. Si realmente lo que se quiere es ampliar, o establecer cierto nivel de juego que le permita poder jugar contra los mejores, la realidad es que necesitamos un calendario mucho más abierto y democrático.
Con la propuesta de Agustín, de ninguna manera se hubiera dejado de jugar el 6 Naciones, ni el Championship. Pero sí hubiera habido espacio para que otros países, como los de las islas del Pacífico Sur, Norteamérica, África o Europa, tuvieran la oportunidad de poder mostrarse y ver si están en condiciones de mejorar su competencia. No podemos seguir acotando esto.
El sistema de votos está desequilibrado, en un momento en que el rugby se está equilibrando en niveles. No tengo ninguna duda que más tarde o más temprano, Pichot terminará siendo el presidente de WR y aportará todo esto que es muy necesario para el juego. Conociéndolo se va a tomar un tiempo de descanso, tranquilidad y calma, y después volverá a resurgir seguramente con mucho más apoyo de las uniones.
Japón 2019
—¿Qué sensación te quedó después del Mundial?
—Se dieron varias circunstancias, pero fundamentalmente tomaría una que me da la impresión que fue la que prevaleció sobre el resto: esos jugadores,donde prácticamente mantenían la continuidad del equipo de Jaguares hacia Los Pumas, explotaron antes.
Soy conocedor de que esto fue pensado para que explotara en el Mundial, y finalmente se dio previamente. No digo que haya sido algo premeditado ni mucho menos, pero justamente se trató de prever en ese sentido, pero no se logró coordinación para poder llegar a ese resultado, porque todo estaba dado para que Argentina tuviera un gran Mundial.
Seguramente lo que no estaba previsto desde principio de año era la planificación previa para la preparación para Japón, fue que Jaguares tuviera tan alto nivel y llegara a la final. Esto para poder rearmarlo, es muy difícil porque tenes que actuar sobre el físico, la cabeza, el pensamiento y la actitud de los jugadores. Lo que pienso ante estas situaciones es que uno no puede predecir el futuro. Pero sí lo que deberíamos hacer en cualquier disciplina, es plantear distintos escenarios. Y si lentamente se va cumpliendo uno de ellos, entonces tratar de encontrar la solución previamente. Sin ir más lejos se podrían haber planteado distintos escenarios de qué era lo que iba a pasar con Jaguares: que no llegara a un nivel de tanta excelencia, que accediera a los playoffs, que logre estar en la final. Y en función de eso, cómo actuar y trabajar. Allí también es muy necesario, para llegar a ese nivel de detalle, la coordinación entre los distintos staff de entrenadores que tienen cada uno de los equipos. Pero no tengo dudas que también será un buen aprendizaje para lo que ocurra más adelante, y no lo tenemos que dejar de analizar y también de prever que puede llegar a ocurrir en un próximo Mundial.
Pumas de bronce
—¿El 2007 fue lo máximo que te pasó como entrenador y parte del seleccionado argentino?
—Si lo mido en términos de resultado, sin duda. Es como una especie de apogeo en cuanto al lugar más alto que pudimos llegar como equipo y plantel. Pero también tuve otros momentos que fueron tremendamente enriquecedores que por un lado sirvieron como aprendizaje y experiencia para poder llegar a 2007, pero sin dudas fue un punto muy alto de rendimiento para todo un equipo que se fue preparando para llegar a ese nivel.
—El grupo, en general, fue fundamental. Pero sin dudas que los caciques como Pichot que era el capitán, por nombrar uno, eran muy importantes….
—Contábamos en ese momento con un nivel de equipo conformado por jugadores con mucho talento y personalidad. Muchos de ellos eran líderes naturales, que se fueron haciendo también, y fueron aportando al equipo. Además de Agustín, Felipe y Manuel Contepomi, Mario Ledesma, Nacho Fernández Lobbe. También “Pato” Albacete, que a pesar que era más joven, aportaba mucho a lo que es el ejemplo. Roncero y Hassan, cada uno desde su lugar, también aportaban mucho. Fue una combinación de elementos, aspectos y actitudes muy importantes. Nos propusimos no subestimar a nada ni nadie; aprender del pasado algo que era fundamental, por lo que nos había ocurrido en Australia 2003. Ser prudentes, moderados y humildes, fueron elementos claves. Más allá de la actitud de entrega total. Desde el staff debíamos ser muy prácticos, cuidadosos, pragmáticos. Es decir que la utilización de nuestros recursos era clave: la calidad de los jugadores por un lado, el aspecto económico, las posibilidades de tiempo para preparar un Mundial eran extremadamente cortas. Recién desde el 1° de julio, que nos fuimos a Pensacola, hasta el 7 de septiembre que empezó el Mundial, fue el único momento que contamos con los jugadores casi de manera permanente.
—Si bien el Mundial ‘99 fue el inicio de todo lo que se dio después, sin dudas lo de 2007 es el quiebre para la realidad actual del rugby argentino. ¿Coincidís?
—Totalmente. Se abrió un camino. No solo fue la sorpresa para todo el mundo del rugby en general, y sobre todo de las potencias. De repente aparece Argentina, termina tercero en un Mundial que se había jugado en Francia, enfrentando dos veces al local. Eso por un lado fue sorpresa. Y por otro, también hubo una toma de conciencia diciendo: “si hay equipos o seleccionados como Argentina que realmente pueden lograr cosas así, también hay que darle un espacio”. Y la segunda toma de conciencia es la de aceptación de un presidente en la World Rugby del estilo de Pichot. Eso hubiera sido dar otro paso a ese camino. No se dio, pero hay que ser pacientes, que es otra de las características que debemos seguir manteniendo. Inexorablemente, esto se terminará dando, que es la apertura a nivel general para nuestro deporte.
Ser Puma
—¿Qué es lo que más extrañas de cuando eras jugador de Los Pumas? ¿O qué recuerdos puntuales tenes?
—Recuerdo de manera muy fuerte, algo que a veces ahora se escucha, incluso Mario Ledesma lo dice: el nivel de desesperación, de locura bien entendida, que te lleva a un nivel de entrega total. Donde sos capaz, dentro de la cancha y del reglamento, con disciplina y autocontrol, de entregar el físico y la mente. Eso el algo que no me voy a olvidar nunca. El nivel de entrega y amateurismo de todos los jugadores en aquella época, dentro de un nivel de rugby mucho más rústico de lo que es ahora. Es algo que siempre lo voy a tener presente. Y en cierta medida, es un capital, un activo que uno tiene, porque a la hora de entrenar, es lo que pretendemos transmitir, para que los jugadores que ahora piensan de otra manera, o tienen otra forma de procesar su fortaleza mental, finalmente lo terminan aceptando y llevando a la cancha. También teníamos un nivel de solidaridad enorme. El respeto con los más grandes es algo que no me voy a olvidar. Cuando era muy joven me tocó en el SIC entrar a la cancha con jugadores de la talla de Arturo Rodríguez Jurado, Mario Walter, Julio Otaola, González Victorica, tipos a los cuales miraba cuando estaba en quinta y ya jugaban en primera. Lo mismo me pasó en el seleccionado cuando me tocó jugar con Hugo Porta, Hugo Nicola, Botarini, Héctor Silva, Martín Sansot. Jugar con Porta, un crack de todos los tiempos, para mi fue un privilegio.
Por Juan Ignacio Rodríguez
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