<!–[CDATA[Las camisetas los separan, pero el deporte los hermanó hace mucho tiempo: Juanjo Angelillo, entrenador del SIC, y el Chapa Branca, coach del CASI, se reunieron para charlar de la gran final de mañana.
Las camisetas los separan, pero el deporte los hermanó hace mucho tiempo: Juanjo Angelillo, entrenador del SIC, y el Chapa Branca, coach del CASI, se reunieron para charlar de la gran final de mañana, pero también para tomarse en broma un antagonismo que sólo es válido dentro de la cancha; afuera, impera la camaradería de hombres formados en San Isidro.
Disfrutan de la vida. En esa oficina un tanto desordenada, donde hay tantas medias como papeles desparramados, Eliseo Branca y Juan José Angelillo se ríen y se hacen bromas como dos chicos. Recuerdan anécdotas de cuando eran jóvenes, mientras planean el viaje a las islas Bermudas con los Pumas Classic en dos semanas. A cada palabra le sucede una carcajada. Ese ambiente jocoso no es interferido ni siquiera cuando llega la hora de hablar del partido de mañana entre el CASI y el SIC, por la corona del torneo de la URBA.
La rivalidad entre los equipos de San Isidro parece tan añeja como la amistad entre Branca y Angelillo, entrenadores de los protagonistas del match decisivo, que se jugará en el Buenos Aires & Cricket Rugby Club, a partir de las 18, con el arbitraje de Pablo Deluca.
“Jugar contra el CASI es algo íntimo, personal, es como un pariente. Es la mística de la rivalidad bien entendida. Además, no es lo mismo que enfrente esté el Chapa”, explica Juanjo, uno de los coaches zanjeros junto con Rafael Madero y Juan José Barceló.
El Chapa Branca, en cambio, esquiva los elogios y una mueca de seriedad lo invade. Enseguida, advierte: “Que la final sea con el SIC no me genera nada especial, me da lo mismo, lo vamos a pasar por encima al rival que sea. Lo único que me preocupa es que mis jugadores no sufran pánico escénico, que no tengan miedo al papelón”.
¿Clima de formalidad, de rivalidad? No, para nada. La charla se aviva y comienzan las gastadas. “Hace 20 años que no ganan nada…”, dispara el del SIC. “Y ustedes, que nos cuentan los años sin títulos desde la tribuna…”, se defiende, aunque sin volcar un argumento válido, el del CASI. Las bromas continúan y se adueñan de un mediodía lluvioso en Villa Pueyrredón, donde está la fábrica de medias en la que Branca trabaja diariamente.
Ambos coinciden en que la ansiedad y el nerviosismo por jugar el partido se multiplican en las horas previas. Noches largas y concentraciones sin saber qué hacer, como confiesa el Chapa, que de reojo observa el monitor de su computadora, atento a algún mail nuevo en la bandeja de entrada.
“La vigencia del SIC en la definición de los torneo se explica por nuestra manera de entender el rugby. No existe la cultura obsesiva del éxito; no estamos pendientes de los resultados”, argumenta Angelillo.
A su lado, su compinche agrega: “Esa vigencia continúa porque en el SIC siempre hubo disciplina y constancia moral. En el CASI no se gana un campeonato hace mucho porque el club se distrajo con los demás deportes; el CASI es rugby, no es hockey ni golf. Además, hubo peleas internas y no supimos tener el orden de nuestros primos. ¿Si cambió esta situación? No, para nada. Pero tal vez jugar esta final sea el punto de partida para empezar a cambiar las cosas”. ¿Quién sabe? Quizás así suceda.
“Hay que ganar sí o sí. Si no, no servirá de nada lo que hicimos en toda la temporada. Sufrimos bastante para llegar acá. ¿Te acordás? Perdimos con Uni de La Plata, con… Y nos clasificamos para la zona Campeonato todavía no sé cómo. Pero recuerdo el mensaje que les di a los chicos a principio de año: «Soy un loco, pero quiero que sepan que los locos hacemos milagros; nosotros vamos a hacer el milagro»”, dice Branca, ilusionado.
Al momento de reconocer las cualidades de los equipos, los entrenadores piensan dos veces su respuesta. Angelillo, bastante mesurado, rescata el nivel de juego y la capacidad para afrontar este tipo de encuentros que tiene el SIC. Su rival -mejor dicho, su amigo- se aferra al orgullo, a la histórica posibilidad de conseguir un nuevo título para el CASI después de 20 años de penumbras, aunque Branca no habla de penas sino de “un período de frustraciones y la vergüenza de haber jugado en segunda”.
Tal vez las finales son los partidos en los que el protagonismo de los coaches se incrementa. Una decisión puede resultar tan vital como un drop a segundos del epílogo. Pero ellos confiesan que no es así. Juegan un partido aparte, pero los verdaderos dueños del match son los jugadores.
“No hay ningún misterio detrás de este deporte. Y quienes deciden qué hacer en la cancha son los chicos. Por ejemplo, contra Hindú [en las semifinales de la semana última] fue Federico Thomann el que decidió patear a los palos. Si hubiera sido por mí, la debería haber pateado al line. Por suerte, la decisión fue la correcta”, dice el de la Academia, con naturalidad y todavía con gestos de sufrimiento por el desenlace de aquel partido que le dio el pase a la final.
Angelillo no se siente visitante en la oficina de Branca, a pesar de las fotos, cuadros y recortes periodísticos que cuelgan en la paredes y que tienen como principal estrella al Chapa. Una chica le advierte que un remís lo espera en la puerta. Pide unos minutos de tolerancia. Se siente a gusto hablando de rugby con su amigo, con quien, según afirman ambos, no hizo ninguna apuesta por la final. Ni siquiera un asado: “¿Para qué? Si nos queremos juntar a cenar lo hacemos; no hacen falta apuestas; nada de eso”, sostiene Juanjo, que tiene inmovilizado el brazo derecho tras un golpe que recibió en la práctica del miércoles con los viejos Pumas, aquel grupo por el que estrechó lazos con varios jugadores académicos, como el Chapa.
Entre las historias de entrenadores tan amigos como rivales se destaca la relación de Mostaza Merlo con Alfio Basile, en el fútbol. Sin embargo, Branca y Angelillo les escapan a las comparaciones y dicen que su vínculo es de años, de toda una vida.
“Vamos a intentar disfrutar del partido. No será la mismo que cuando jugábamos; antes era más lindo”, coinciden.
Agotadas las risas y las bromas, la obligación laboral anuncia el fin de un encuentro organizado por LA NACION para jugar de antemano el clásico de mañana. Angelillo, con destreza, baja la escalera caracol; el remís aún lo espera. Mientras tanto, Branca acomoda unos papeles, revisa unos mails y obsequia a los visitantes con un puñado de medias de todos colores. Esta amistad, tal vez desconocida para muchos, da que hablar en San Isidro, una ciudad que está en vilo con el choque de mañana. Ellos viven el esperado partido a su manera, como una cuestión de honor.
Por N. Balinotti y D. Quinteros (Diario La Nación)
Un regreso para estar completos
La buena noticia se confirmó anoche: Juan Pablo Angelillo se recuperó bien de su desgarro e integrará el equipo titular del SIC en la final de mañana. Carlos Roldán le dejará su lugar de ala. La alineación, entonces, será: Serra; De Vedia, Gosende, Freixas y López Fleming; Cilley y Vitale; Angelillo, Franzini y Soiza; Anthony y Artese; Pietranera, Fevre y Gálves. En el banco de suplentes estarán Nealon, Uriburu, Villamayor, Lentino, Roldán, Lalanne, Albanese y Juan Lauría.
En las horas previas, uno de los que lo vive de manera especial es Paul Fevre. Claro, una final de campeonato y contra el rival de siempre genera una intensidad más fuerte. Pero eso se potencia para el hooker, que jugará su primer clásico contra el CASI en primera división. Será un estreno con mucha presión.
Pese a eso, en el SIC hay mucha tranquilidad en la espera. De hecho, hoy habrá un entrenamiento por la tarde, pero no se
quedarán concentrados..
Una revancha, una oportunidad
Acaso sea un buen síntoma: el CASI espera la gran final de mañana con la certeza de que sus 15 hombres serán los mismos que vencieron a Hindú el sábado último. Así, la formación titular para el clásico será: Figuerola; Fasano, Berges, Casanova y Cresta; Thomann y Gaitán; Campero, Böck y Sanz; Esteban Losada y Jeremy Stuart; Headen, Gambarini y Villagra.
Además, están confirmados cuatro suplentes frescos, que no actuarán en la final de la intermedia: Guerrero, Buquete, Doria y Tucho Méndez.
Para Thomann, una de las figuras en el éxito sobre Hindú, esta final “es una especie de revancha de la de 2003”. Y agregó: “Tenemos conciencia de que es un clásico, pero el SIC no importa, sólo queremos ser campeones. ¿Los 20 años sin títulos? No me generan presión. Al contrario, es una motivación porque tenemos la oportunidad de escribir una página de gloria para el club”.
El equipo se reunirá hoy por la tarde y se concentrará en el Hindú Club.