New Zealand Rugby (NZR) se prepara para presentar su tercera pérdida económica consecutiva en la Asamblea General Anual que se celebrará esta semana. La situación financiera sigue siendo crítica, con gastos que superan los ingresos, en un contexto donde la presión sobre el nuevo presidente, David Kirk, aumenta.
Las pérdidas, impulsadas en parte por costos extraordinarios, llegan en un momento clave en el que NZR debe renegociar la financiación de las uniones provinciales y el Acuerdo Colectivo de Empleo (CEA) de los jugadores, que representa más del 50% de sus ingresos anuales. Estos temas serán centrales en las discusiones de 2024, y las uniones provinciales buscan tener mayor protagonismo tras el informe independiente sobre el sistema de desarrollo y competencias, que respaldó su rol estratégico por encima de las franquicias de Super Rugby.
David Kirk, campeón mundial con los All Blacks en 1987 y actual presidente de NZR, ha mantenido un perfil bajo desde su nombramiento, lo que ha generado incertidumbre sobre su liderazgo. Su residencia en Sídney y la falta de comunicación pública alimentan el debate interno sobre su capacidad para conducir una organización con tantos actores regionales y necesidades urgentes.
La necesidad de una nueva estructura financiera y operativa es evidente. Aunque los All Blacks siguen generando ingresos a través de nuevos patrocinios —como el reciente acuerdo con Toyota—, el rugby neozelandés enfrenta el desafío de equilibrar un modelo de negocio que hoy gasta más de lo que ingresa.
El futuro del rugby en Nueva Zelanda dependerá de la capacidad de Kirk y la nueva junta directiva para tomar decisiones firmes, modernizar el CEA y redefinir el reparto de recursos entre jugadores, sindicatos provinciales y el alto rendimiento.
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